El amigo del Puerto de la Cruz; SALVADOR GARCÍA
LLANOS. Remitió entonces (29/09/2022) estas notas que tituló; “EL HECHIZO DE LO ICODENSE”: “…“Icod de los Vinos
es localidad fascinante y poliédrica que genera pasiones encontradas, tanto en
oriundos como en aquellos que han arribado a sus calles desde otros puntos de
la geografía. Una forma de concebir el mundo a partir de unas pocas calles,
como una metonimia en la que una porción minúscula de suelo nos hace entender
un universo mucho más amplio. Mantenemos con nuestro municipio una relación que
evoluciona y se transforma, nos envuelve y nos deja a la intemperie, nos cobija
y a la vez nos arroja a los márgenes. Habitar una ciudad es cargar con el paso
del tiempo, porque proyectamos en ella lo que fuimos, lo que somos. Un espacio
geométrico rodeado de laberintos. La lectura es un acto de descentramiento,
curiosidad y generosidad”.
Estas son palabras escritas por el promotor y director de ‘Cuadernos
Patrimoniales’, José Fernando Díaz Medina, en la introducción de su tercera
edición. Muy difícilmente podrá encontrarse una síntesis más atinada, entre la
emotividad que genera toda una vida y la experiencia que genera su
habitabilidad, encerradas en el tiempo, a caballo entre el pasado y el
presente, para describir con precisión, incluso en los recovecos laberínticos,
las enriquecedoras derivadas de la lectura, sea cual sea el enfoque que se le quiera
dar, bien el cognitivo o ilustrativo bien el descubrimiento bien el placentero
bien el de la precisión histórica.
Díaz Medina es consciente de que esta obra requiere paciencia y dedicación. Por
eso va al ritmo adecuado –o eso nos parece- mientras acumula el material que
parecía perdido o condenado a una suerte fatídica. Documentos, textos,
cartografía, fotos y, por supuesto, testimonios de fuentes orales que fueron
escuchados en algún sitio, en alguna fiesta o en alguna convocatoria de mayor o
menor formalidad, y que el paso del tiempo desfiguró o deformó hasta hacerse
necesaria la reconstrucción y concreción orientadas a la versión
definitiva.
El pluralismo de Icod, también en su pasado, es alimento de esa fascinación que
se advierte en calles y esquinas, en plazas y rincones donde se conserva el
tipismo y donde el ambiente popular se acrecienta entre relatos entusiastas,
más o menos cuidadosos, y conversaciones, más o menos animadas, que
reflejan la idiosincrasia de una comunidad poblacional.
Es lo que el cronista oficial de la ciudad contextualiza en sus
‘Cuadernos Patrimoniales’, “un punto de arranque –según precisa- para que el
diálogo se centre también y por extenso en el análisis de las emociones, la
soledad, la dialéctica del ser y del estar, la añoranza, la felicidad, el
individuo y la sociedad, y en cómo todo ello puede convertirse en materia con
valor de obra literaria”.
Por eso, esta tercera entrega de la iniciativa editorial de Fernando Díaz
Medina tiene ya los perfiles de publicación especializada que nos acerca a los
intramuros de Icod, a los hitos históricos de la ciudad, a los aspectos
sobresalientes de su etnografía, a su costumbrismo, a sus personajes afamados y
a su proyección en la comarca y en la isla.
En efecto, sus contenidos hacen bueno el aserto del editor cuando dice que “es
imposible sustraerse del hechizo de lo icodense. Los pequeños o grandes
destellos de luz y esperanza que vemos en la realidad nos animan a seguir
trabajando, a profundizar nuestro compromiso y a invitarles a ser parte de este
sueño hecho realidad”.
Son unos pocos destellos los que dan vida a la tercera edición que esta noche
nos complace presentar, expresando –ya de paso- nuestra gratitud a Díaz Medina
por confiarnos un cometido que nos atrajo desde el principio, desde el número
uno que tuvo la deferencia de obsequiarnos personalmente.
Pocos pero brillantes, dicho sea con todo el afecto y la admiración hacia
personas con las que hemos compartido afanes de escritura y de una forma de
entender el periodismo donde hubiera lugar para las querencias, para el
ejercicio actualizado de las memorias experienciales personales, para los
sentimientos individuales que siempre quisieron trascender al exterior hasta
que un día pudieron y para el rescate de hechos históricos que merecían ser
reconocidos, más allá de la importancia que entrañaron en su momento.
Por eso, hasta la portada sobresale. La foto de la trasera de la Casa de la
inquisición, muchas veces visualizada y siempre admirada en aquel poster que
identificó al grupo folklórico Chincanayros, santo y seña de la inquietud
musical del municipio, simboliza el hechizo de la confluencia de elementos
naturales: el imponente Drago, la vegetación, la platanera, la madera y su
pálido reflejo sombreado sobre las aguas del estanque cercano donde la
carretera hace curva.
Creaciones únicas, como diría Fernando. La fascinación circula libremente por
sus inmediaciones pero también por tantos rincones y tantas vías de “una urbe
que adora a su otoño”, como diría el gran prosista orotavense Juan del Castillo
León, “al que recibe, alborozado, con las fiestas grandes del Cristo del
Calvario, y despide el día de San Andrés: afuera, en la pendiente, los
chiquillos se deslizan en las acrobáticas tablas; y dentro, en las penumbras de
las bodegas, los mayores paladean el vino recién nacido”.
De modo que si la fascinación aparece desde la portada, una vez doblada, la
incursión solo sugiere búsqueda e interés para saber más, por ejemplo, de las
bodas en La Vega que fueron tejiendo una identidad, un signo distintivo del
lugar, como escribe José Fernando Díaz Martín en su trabajo titulado ‘Mi gran
boda veguera’. “Cuando una historia me apasiona literariamente, el ánimo me
exige viajar al escenario donde aconteció”: Y hasta allí se fue el cronista
para contrastar el gusto por las bodas, que tienen, en muchos casos, “el pulso
vibrante y acelerado de un tiempo”.
El autor se recrea -y no nos detenemos en el relato para no anticipar el
detalle de los contenidos- cuando confiesa que “se estudia lo concreto para ir
tirando del hilo que permita deconstruir toda una serie de mitos que lastran la
averiguación y la divulgación”. Un escenario sin igual, fotos de agrupamiento
familiar, como mandan los convencionalismos y las tradiciones y hasta
repertorios epistolares que servían para mantener la fe, soñar con tiempos
mejores -el retorno o el reencuentro- y para mantener, desde la distancia, la
comunicación con que alimentar los sentimientos.
Una boda, un enlace, un acontecimiento, todo un acontecimiento. Paisajes,
canciones, afectos, aromas… Ahí está, en las estaciones de la vida, con sus
peculiaridades y sus circunstancias; ahí está su costumbrismo en las páginas
impresas de la evocación, donde antes nadie, que sepamos, se atrevió a llegar.
Todos nos hemos preguntado alguna vez por los orígenes de las palabras o por su
significado, sobre todo aquellas poco utilizada o menos frecuentadas y que
inspiran dudas cuando aparecen en algún texto. Una filóloga, excelente
profesora, natural de esta localidad, ¡quién mejor!, se dedicó durante un
tiempo a estudiarlo, hasta que el fruto de su dedicación alumbró el habla
icodense. Al fin ha llegado el día en que María del Carmen Domínguez González,
Camy, ha visto publicados unos sencillos apuntes en los que plasmó una serie de
términos escuchados casi de forma exclusiva en su entorno familiar. Eran unos
apuntes lexicográficos sobre algunos vocablos canarios que ahora, al paso de
los años, Camy dedica a Victoria González Báez, una mujer servicial,
cumplidora, “con un amplio repertorio de términos -dice la autora- para
describir a los niños revoltosos”. Camy Domínguez lo era. Jurguilla, castañeta,
baladrón, maromero… Entren y lean: es una delicia.
El sacerdote de la parroquia matriz de Nuestra Señora de la Concepción de
Valverde, en El Hierro, Gabriel Hernández Abreu, se confiesa. Sus evocaciones
de juventud, impregnadas de nostalgia, los cultos al patrón San Marcos
Evangelista, el viacrucis de la madrugada del Viernes Santo… Todo eso también
forma parte del hechizo, de esos intangibles que caracterizan a Icod en
cualquier época del año.
Como la visión realista de un maestro, Salvador Pérez, que siempre ha ido por
la vida enseñando y condensa, en ‘Cuadernos Patrimoniales’, casi dos décadas de
su estancia en La Mancha. Quienes conocen a Salvador, saben que dos décadas dan
para mucho, porque él y su esposa Aurora (y Carlos Salvador y Beatriz que desde
el cielo les están observando atentamente), las vivieron de forma provechosa.
Allí había un colegio, “al que se accedía desde la carretera general por un
camino y un patio sin asfaltar”. Lo demás, peticiones, cabina telefónica, la
construcción de la ermita y de la plaza y una romería memorables. Se lo pueden
imaginar: cuando la creatividad y el tesón se juntan, Salvador logra lo que se
propone. Incluso unir un barrio con tres nombres.
Y vamos llegando al final, aún envueltos en la fascinación de algunos ejemplos
de santiguados en Icod que rescata Pastor Díaz, una especie de homenaje a los
curanderos que surgieron del pueblo llano -cuando el Sistema Nacional de Salud,
del que tanto se habló anoche, era una quimera- en teoría para “contribuir a
mejorar la salud de sus paisanos con los medios y creencias propias de su
época”.
El hechizo de las ondas -la magia dice el tópico- es el que envolvió a Narciso
Ramos, periodismo en vena, que desde 2005 se lió la manta a la cabeza para
fundar y poner en marcha un multimedia, el primero de la comarca noroeste y que
ha ido expandiendo sus límites hasta convertirse en una referencia de la
comunicación audiovisual y digital de todo el norte. Ramos encabeza el rigor
informativo, el compromiso social, el respeto personal y el pensamiento
crítico, así como la cercanía y la naturalidad. Estos son sus banderines de
enganche.
Con una ternura descomunal, la escritura de Fernando Díaz Medina nos descubre
las cualidades de aquel personaje llamado Bernardo Flores, “a quien Dios
guarde”, por acercarnos a la traducción del título del espacio a cuyo relato
biográfico se dedican casi diez páginas, una plétora de afectos y de rasgos que
desembocan en un ‘clinic’ que, en medio de las facilidades de hoy en día, hacen
bien en reivindicar.
Una firma de lujo,
Estanislao González y González, doctor en Bellas Artes e investigador en
historia y etnografía, así como el rescate que hace Agustín Díaz Álvarez de las
ordenanzas municipales de la Villa de Ycod (con y griega) de 1866, completan,
con el relato retrospectivo de José Eduardo Amaro Luis Ravelo alusivo al Icod
de la niñez, el contenido de esta tercera edición de ‘Cuadernos
patrimoniales’.
El primero se
adentra en la trama de una sociedad profundamente condicionada “por el quehacer
espiritual”, de sus habitantes. Habla de los privilegios y conflictos en la
sociedad icodense en los siglos XVII, XVIII y XIX que ilustra con una secuencia
fotográfica a color muy valiosa y llamativa. Un período histórico contado y
documentado con rigor.
Como también lo es
el de las ordenanzas, desglosado por Agustín Díaz Álvarez, una aproximación al
modelo de organización y convivencia de la ciudad que crecía y se desarrollaba,
donde las fiestas de todo tipo -por nombrar un solo hecho que les despierte el
apetito de la lectura- “deben ser autorizadas por la alcaldía, que vigilará la
compostura en el evento y asigna a los vecinos la tarea de mantener y
embellecer las calles por donde se celebre la fiesta”.
Hasta aquí la
presentación de la tercera entrega de ‘Cuadernos Patrimoniales’, un anticipo de
sus contenidos que significan un ingente esfuerzo de redacción, búsqueda y
coordinación de José Fernando Díaz Medina con el que no pueden ni las
adversidades de la impresión. Por eso recomendamos su lectura.
Icod se refleja en
esta publicación con una pléyade de aristas envueltas entre pliegues de
historia, personalidades, costumbres y hechizo que generan la fascinación a la
que toda ciudad, sobre todo cuando la han hecho sus habitantes en un proceso
constante y admirable, tiene derecho…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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