Folletos publicitarios que nos daban en
los cines de La Orotava, anunciando próxima exhibición en las salas villeras,
corresponde a una cinta rodada en Tenerife en el año 1958, custodiada en la
Filmoteca Canaria, dirigida por Miguel
Herrero.
No fue una gran película, pero me enfatizó
la impresionante perfección como mujer de la actriz italiana Scilla
Gabel (entonces un servidor era un niño con solo 7 años de edad), que lucía los conjuntos que se vendían en
los primeros bazares hindúes de Santa Cruz. Y los entonces extraordinarios paisajes en color de la isla de
Tenerife a finales de los años cincuenta.
Llama la atención el vehículo que se
utilizó en la película un “Metropolitan”
descapotable matrícula TF 11.195.
Modelos que presencié en muchas ocasiones en los suministros y lavados de
coches que mi padre Juan Álvarez Díaz regentaba en la calle El Calvario, en lo
bajo donde en la actualidad tengo mi vivienda habitual.
La película es una historia de amor y de
rivalidad amorosa que tenía, además, como protagonistas; Scilla
Gabel, Mercedes Vecino, Jaime Avellán, Javier Loyola, Jorge Rigaud, Elisa
Montés, Lina Canalejas, Sun de Sander, Lita Franquis y su conjunto de Danzas
Típicas Canarias. Pero son los paisajes tienerfeños; los callaos de Las
Teresitas, la recepción del gran Hotel “Mencey”, el mirador de Vistabella, y sobre
todo Las Cañadas del Teide donde se produce la escena de rivalidad amorosa final,
un poco surrealista. Sin olvidar al Puerto de la Cruz, que en los Llanos de
Martiánez, entonces empezaba a sustituir
el verdor de las plataneras y de los tarajales marinos por el célebre hormigón
(el falso progreso, auspiciado por el famoso Boom Turístico).
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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