Fotografía
cedida por el amigo y convecino de mi calle El Calvario de la Villa de La
Orotava: ISIDORO SÁNCHEZ GARCÍA, Ingeniero de Montes, Villero de Honor, en
donde observamos al Doctor Don Luis Espinosa con corbata y camisa blanca
El amigo del Puerto de la Cruz;
SALVADOR GARCÍA LLANOS, remitió entonces (05/04/2023) estas notas que tituló: “LUIS ESPINOSA, LA
SAPIENCIA DEL DOCTOR": “…La última vez que
nos cruzamos y pudimos saludarnos, él en una silla de ruedas conducida por un
sobrino, en la esquina de un perímetro de la portuense plaza del Charco, dijo:
-Te conocí por la voz. Siempre la tuviste de locutor.
Luis Espinosa García-Estrada, ‘don Luis’, el médico,
había sido todo con uno: preceptor en bachillerato, doctor, consultor, exégeta,
escuchante en la edad provecta… En fin, una de esas personas venerables que,
por amistad con el padre entre otras cosas, te va ganando desde la adolescencia
hasta terminar considerándole como un referente serio que de todo entiende y al
que conviene seguir, siempre para aprender, siempre.
El doctor Espinosa sobrellevó su enfermedad con esa
resignación ejemplar que reconoce, sin necesidad de expresarlo, la cohabitación
con los achaques se senectud.
En cierta ocasión, pidió:
-No me envíes más emails porque cada vez veo y leo
menos.
E interrumpimos, consecuentemente, aquel contacto periódico
en el que trataba de nutrirle de información y opinión local. De alguna versión
sobre episodios históricos que, procesada en las neuronas de su prodigiosa
memoria, merecía algún comentario que contrastábamos e intercambiábamos con
fruición.
Con Luis Espinosa aprendimos botánica y geología
cuando llegada la hora de la elección de bachiller entre ciencias y letras,
hubo que decantarse. El médico enseñaba sin omitir las ocurrencias:
-Dime el color del feldespato. Y no me contestes ni
claro ni oscuro, porque esos no son colores, sino tonos-, advirtió en una de
aquellas clases vespertinas en que, pese a sus esfuerzos, no hubo manera de que
cambiáramos el estudio de los minerales por la inclinación hacia las letras,
por los clásicos griegos o La Eneida, la epopeya latina de Virgilio.
En otra oportunidad, nos escayoló en su consulta de la
calle Esquivel el hueso escafoides de la mano derecha, tras una caída absurda
en El Peñón. “Ven dentro de cuarenta días”, prescribió. ¡Qué precisión la suya!
En esa fecha, después de tocar y comprobar, recomendó que uno mismo se
desprendiera del yeso, ya gastado. Así lo hicimos y pidió que estirásemos el
pulgar hasta que sonasen los huesos.
-¿Duele algo?-, preguntó.
-Nada, don Luis-, respondimos, en un tono de visible
liberación.
-Pues venga, a por la siguiente-, despachó en aquella
indispensable consulta.
Ya en aquellos años supimos de sus excursiones, de su
amor por la naturaleza y el senderismo, practicado a conciencia en sábados,
domingos y festivos. Luis Espinosa perteneció a la célebre Peña Baeza que, con
Imeldo el fotógrafo al frente, recorrió con fruición los bosques, montes y
parajes de la isla, saboreándolos y hasta mimándolos, trazando rutas,
disfrutando de nuestro medio natural, de la lluvia, de la neblina, de las
mañanas despejadas y límpidas. El médico recomendaba hasta las dosis de
avituallamiento doméstico y atendió sobre la marcha alguna lesión sobrevenida,
fruto de un resbalón o de una caída. De toda esa experiencia, surgió “Tenerife
a pie” (Cabildo Insular), un libro que condensaba las caminatas y otras
andanzas, escrito por Vicente Jordán padre.
Espinosa, perteneciente a una extensa familia de
educadores y docentes, tuvo una directa relación con el inolvidable colegio de
segunda enseñanza ‘Gran Poder de Dios’ a cuyo patronato y claustro contribuyó
para estimular la formación de varias generaciones de portuenses. Igualmente,
estuvo vinculado al Hospital de la Inmaculada Concepción, donde todas las
pacientes esperaban su visita a cualquier hora. Su aportación al nivel
asistencial y a las prestaciones de lo que hoy es una residencia de mayores
resultó decisiva en diferentes etapas de su existencia.
La sapiencia del doctor Espinosa, su entrega y su
sensibilidad, serán recordadas siempre…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
No hay comentarios:
Publicar un comentario