sábado, 22 de abril de 2023

MI TÍA AGUSTINA ROCÍO Y EL HOTEL SUIZO

En el muro del FACEBOOK del amigo de la Villa de La Orotava JESÚS ROCÍO RAMOS, aparece un magnífico y extraordinario trabajo suyo que comparto con su permiso, adaptado por ÁNGELA PÉREZ ROCÍO, que se tituló “MI TÍA AGUSTINA ROCÍO Y EL HOTEL SUIZO“…Yo conocí siendo adolecente a mi tía Agustina, la hermana de mi padre casada con Don Francisco Polo Verdugo, padres de dos hijos; el primero no lo conocí y el segundo era Nazario, conocido como Víctor.

Todos los domingos a la salida del cine Atlante iba a visitarla a su casa. Vivía en aquel tiempo en una de las casas terreras, en la calle del Calvario, en frente a la plaza del llano, cerca de donde tenían los molinas la lonja y el comercio, pegada a la casa de Doña María la que llamaban la sol puesto (yo no se lo puse), casada con D Aniceto; la casa que le seguía era la de mi tía y a continuación donde vivieron D Vicente y Doña Rosalía, padres de los amigos conocidos como Pepe Arencibia Carlos el campana, Lalo, y Francisco.

Ya de esas casas no existe ninguna, hoy en su lugar están los edificios de los molinas de Jesús Martin y el salón de venta de automóviles de Leopoldo Ascanio.

En la casa de mi tía a la entrada había unas estanterías viejas de madera, como de haber estado una venta y a un lado los carritos de su hijo Víctor, los que ponía en la plaza de la Alameda. Allí tuvo la Academia su sobrino Félix Calzadilla Rocío.

Estando yo de visita, apareció mi tío Paco que venía de la finca que tenían creo que era en las Candia. Siempre fue muy amable conmigo su hijo Victor; estaba casado con Esperanza Regalado, y tenían cuatro hijos: Paco, María Luisa, Manolo, y Ñete de los cuales aparte de ser parientes, éramos buenos amigos.

Más tarde, tras vender la casa y la finca compraron el Hotel Suizo, y yo aún recuerdo la primera vez que fui a visitarla al Hotel. Confieso que yo nunca había estado en ningún hotel, me quede extrañado, viendo tantas habitaciones, de las cuales salían los huéspedes entre otros. Había muchos de los llamados jarandines, y el fotógrafo Ortega también en ver las lámparas que colgaban de los techos y la cocina con aquellos fogones tan grandes (no se si se conservarán igual). La cocinera era su nuera Esperanza.

Ese día en el menú, tenía arroz blanco porque estaba apartando un tremendo cardero. Mi tía estaba observando sentada; hasta allí entre los buenos olores de la cocina, se percibía el sonido de las fichas del dominó de los que jugaban en el bar que estaba hacia la calle atendido por su hijo Víctor, donde al estar en ese tiempo las paradas, tanto la de las guaguas, como la parada conocida como la de los ricos, los choferes y los cobradores pasaban a tomar algo o hacer pipí.

Más tarde lo atendió su hijo Paco, y la última fue Doña Nina como la llamaban.

Como anécdota, el padre a petición de su hijo Víctor compró un coche que lo conducía Don Servando Villavicencio, y un día se le rompió la corona y Víctor le pidió el dinero al padre para su reparación, y cuando le dijo lo que costaba como un buen andaluz le dijo: “¡joder, vale más esa corona que la de Alfonso XIII!”…”

 

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU

PROFESOR MERCANTIL

 

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