El amigo de la Villa de Los Realejos; JERÓNIMO DAVID ÁLVAREZ GARCÍA. Remitió
entonces (24/04/2025) estas notas y fotografía publicado
este año en el programa de fiestas de la cruz de la calle de el sol 2025 de los
realejos y que tituló; “ANTIGUAS FESTIVIDADES Y CULTOS DE LA CRUZ EN
REALEJO ALTO (1864-1908)”: “…El
verbo latino “crucio” significa atormentar o torturar, lo que evidencia que la
crucifixión fue una infamante y cruel pena de muerte; se practicó en la
Antigüedad de variadas formas por los persas, griegos, cartagineses y, como es
sabido por todos, por los romanos. Generalmente el condenado era atado a un
madero transversal o patíbulo que se cruzaba con otro vertical. En el
Cristianismo el valor de sacrificio y salvación de la crucifixión de Jesucristo
se unió a veces a ciertas especulaciones sobre el simbolismo cósmico de la
cruz. (1) A partir del siglo V la cruz tiende a convertirse en icono oficial de
la Iglesia y por ende del cristiano, reemplazando al Crismón que era el símbolo
del arte paleocristiano. Con el paso de los siglos su uso es multiforme, su
iconografía prolífica y adquiere formas variadas como la cruz latina, griega,
de San Andrés, con travesaño doble o triple, florida, en flor de lis,
potenzada, anclada, paté, etc, revistiendo la forma un significado particular. (2)
En mayo, en contra de la incertidumbre de
la Cuaresma, el árbol está en su apogeo, Jesucristo es el fruto del árbol de la
vida que renace en primavera tras su inmolación. En la festividad de la
Invención de la Cruz se integran el culto al árbol y la cruz, que en muchas
ocasiones se pinta de verde como testimonio fehaciente de su origen ancestral y
vegetal. Las capillas de la cruz tenían un mayordomo de ambos sexos, los
hombres recogían ramos de laurel para los enrames y las féminas forraban el
madero con una tela, sobre la cual se adaptaba otra de mayor lujo en la que
trababan aretes y joyas. En Canarias en la Época Moderna esta fiesta se
acompañó de comedias, sortijas, torneos y libreas, no pudiendo faltar en ella
las hogueras de la víspera, en barriles rellenos de trozos de madera que
prendían durante estas representaciones, y los fuegos de artificio, que como
acontece actualmente, poseían una importancia mayúscula en las fiestas del
pueblo. (3)
No existe noticia cierta sobre la
invención de la pólvora; las más remotas hablan de mezclas fulminantes de
salitre, azufre y carbón (protopólvoras píricas), se citan en fuentes chinas de
los siglos VIII y IX y se destinaban a la fábrica de fuegos artificiales y de
señales militares o para el transporte. (4)
Los principales alcaldes del periodo en
estudio, a su vez miembros destacados de su burguesía agraria, fueron: Isidro
Oramas Chaves, Elíseo González Espínola, Miguel Chaves Albelo y Agustín Rodríguez
de la Sierra García (Don Agustín Regalado). A ellos se une el sacerdote Ángel
Fernando Barreda Hernández, párroco de Santiago de Realejo Alto (1878-1918),
quien ejerció la regencia más dilatada de la parroquia en los últimos 250 años;
es probable que este clérigo sea el coprotagonista de la escena de la visita de
la viajera, descrita en un párrafo posterior. (5)
La vida cotidiana se documenta en Realejo
Alto por “la convivencia de los vecinos en torno a esos hitos, [las cruces] de
calles y caminos y de su agrupamiento para los enrames de esas éstas y capillas
donde surjan actos lúdicos, de esparcimiento, culturales e incluso deportivos,
fueron paralelos a las autorizaciones por parte de la Iglesia para decir misa
en aquellos recintos que habían tomado cuerpo de pequeños oratorios. Así
mostrando un ahínco y una rivalidad enorme, cuando existía una cruz próxima y en
torno a ellas se había forjado el sentimiento de pertenencia y colectividad,
como es el caso de la calle del Medio y de la calle de El Sol, cuyas capillas
deben remontarse a la segunda mitad del siglo XIX, pudiéndose ubicar
cronológicamente la de esa última calle” en el año 1864, como ha señalado
Álvaro Hernández Díaz. (6)
Dos décadas después, en 1883, la viajera
anglosajona Olivia Stone lega el relato coetáneo de la devoción en estudio,
cuando al entrar en la iglesia describe que “hay una gran cruz de madera, de
unos doce pies de alto, recubierta de plata, que utilizan en las festividades.
En la base tiene unas tiras de plata grabadas con fechas. Las fechas más
recientes que vi eran 1803 y 1805. La costumbre era -y el sacerdote se lamentó
amargamente de tener que usar el verbo en pasado, porque dijo que la gente ya
no era tan generosa con la iglesia como lo había sido antiguamente- que el
caballero que pagaba los gastos de las festividades de aquel año colocase en la
base de la cruz su nombre y la fecha, en una tira de plata”. (7)
Los viajeros decimonónicos son una fuente
primaria para el análisis de nuestra vida cotidiana, en tiempos donde otras
formas de documentación eran casi inexistentes.
De los rotativos decimonónicos rescatamos
la publicación sobre la solemnidad en estudio: se aporta el texto de la fiesta
acaecida en 1887, redactado en estos términos: “Celebrase primeramente en todos
estos pueblos la Cruz de Mayo con verdadero entusiasmo y fe religiosa, y es de
ver como en las calles y plazas, en los paseos y caminos, en las casas y
chozas, donde quiera, en una palabra, que se ven las cruces, aparecen
entrelazadas con coronas de bellas rosas y entre cestones de verdura. Unas en vistosas
capillas, rodeadas de cirios y macetas, otros bajo la inmensa cúpula del
azulado cielo, rodeadas de las doradas espigas y rojas amapolas de los campos;
pero todas ostentando siempre las hermosas galas de la bella primavera”. (8)
Este comentario nos describe la idiosincrasia local, donde la solemnidad religiosa
se entremezcla con la piedad popular y la decoración altruista.
En 1889 una nota publicada reza:“en el
Puerto [de la Cruz] vecino, se ha celebrado el presente año la festividad de
Cruz con gran lucimiento: También en el Realejo Alto hubo desusada animación, tocando
las dos bandas de música de San Juan de la Rambla, de manera que la gente se
halla dispuesta a divertirse;”[9] manifestándose la relación festivo-económica
de los pueblos norteños.
Una magna celebración aconteció en 1896
en Realejo Alto, fue del cuarto centenario de la finalización de la conquista
castellana, que quedó glosada en los periódicos de la siguiente forma: “La población
se engalanó con los mejores atavíos de su más afamada fiesta, la de la Cruz,
que se celebra en la calle del Medio; y elegantes arcos triunfales, extensas
alegorías formadas por adornos de vistosos colores, multitud de gallardetes
agitados por el viento y largas cortinas de damasco pendientes de las
casas, alegraban el ánimo de la mucha
gente que llenaba las plazas y calles de aquel pintoresco pueblo.
También el templo parroquial vestía los
ornamentos de los días clásicos; hermosas colgaduras cubrían las columnas de
sus naves y profusión de luces despedían sus tenues rayos en los altares y
arañas de la histórica iglesia. A las once de la mañana, cuando los fieles la
ocupaban literalmente, se cantó el «Te Deum», al que asistieron, bajo la
presidencia del Sr. Alcalde don Miguel Chávez y Albelo y de [diversas] comisiones
(...). Después de la misa se verificó la procesión del patrono Santiago, a la
cual concurrieron las referidas autoridades y comisiones y la venerable
cofradía del Santísimo, precedida de su magnífico estandarte, artística obra
bordada en oro de innegable mérito; y terminada esta función religiosa, se procedió
al acto del descubrimiento de la lápida conmemorativa colocada en el exterior
del templo, debajo de una cruz que allí existe, según la tradición, desde el
primer centenario de La Conquista”.
Del párrafo anterior se observa la
importancia que el autor concede a las fiestas de la cruz celebradas, en este
caso en la Calle del Medio. En segundo lugar es pertinente aclarar que la
lápida y la cruz referidas se encuentran actualmente en la misma ubicación que
se da, es decir, en la pared de la capilla mayor; (recientemente ha sido
restaurado el muro que les sirve de soporte en cuya inscripción se certifica
que era una pared o muro conmemorativo en 1724). Aunque la tradición de la
antigüedad legendaria de la parroquia realejera sigue persistiendo en el
municipio, considerándola la primera de la isla, no deja de ser un “simpático
relato del venerable y meritísimo autor” (que no es otro que Cipriano de
Arribas), como escribió Guillermo Camacho en su clásica obra de los templos
realejeros. No es menos cierto que fuentes publicadas tiempo ha, como recuerda
el militar, historiador y residente en la Hacienda de Los Príncipes, el lógico
devenir de las etapas de la Conquista y la noción de asentamiento urbano
impuesto por el Adelantado, hace más oportuno apoyar la teoría que nuestra
iglesia realejera ostente el segundo lugar en esa histórica y controvertida
clasificación. En estos estudios dice Romeu de Armas justificando esa
cronología: “Todavía se acorta más aún la conquista en su fase final, pues la
tan cacareada sumisión de los más poderosos menceyes guanches el día de
Santiago el Mayor y San Cristóbal, 25 de julio de 1496, en el campamento de los
Realejos y la total pacificación de la isla con el sometimiento de los
restantes reyezuelos el día de San Miguel, 29 de septiembre del propio año,
caen por su base cuando sabemos, también por declaración de Lugo, que éste
había presentado los "nueve" reyes aborígenes ante los soberanos de
Castilla, Fernando e Isabel, cuando éstos residían en Almazán, villa a la que
habían arribado los monarcas el 20 de abril de 1496, para abandonarla
seguidamente, tres meses más tarde, el 13 de julio, con dirección a Calatayud,
Fernando, y a Burgos, Isabel. Podemos aún concretar más; los menceyes guanches
pisaban tierras de Soria en los primeros días de junio de 1496, como hemos de
ver a su debido tiempo''. (10)
Prosigue la lectura del texto sobre la
festividad del cuarto centenario de La Conquista: “al efecto se instalaron, dichas
representaciones oficiales en la tribuna levantada frente a la mencionada
lápida, y descorrida que fue la cortina que la cubría, por el Sr. Alcalde de la
Laguna, los Sres. Sainte-Marié, Sánchez Rivero, Casañas y Alonso del Castillo,
hicieron uso de la palabra para ensalzar la importancia del acto que se
realizaba, y el venerable párroco, Ángel Barreda, para dar las gracias a todos
los que, con su presencia, habían honrado la solemnidad del día. La lápida de
que nos ocupamos contenía, la siguiente inscripción: Gloriosis Hispanis
honorabilibus et incolis pro Christo subactis et ad catholicam hispaniarum
gentem hic adscriptis, hoc ad perpetuam memoriam in IV centenario XXV. Julu MDCCCXCVI
Nivaria et Palma,” (11) cuya traducción al castellano es la que sigue: A los
gloriosos y honorables españoles y naturales sometidos a Cristo y aquí
adscritos a la católica nación española. Esto en perpetua memoria en el IV
Centenario. 25 de julio de 1896. Nivaria [Tenerife] y La Palma.
Un segundo texto dado por el citado
Cipriano de Arribas, farmacéutico e historiador abulense afincado en nuestro
municipio, certifica este acto pues: “el 25 de julio de 1896 celebró, al que
asistí, con gran pompa el 40 centenario de estos gloriosos hechos. En la parte
exterior de la pared de la iglesia que corresponde a la capilla mayor se colocó
para conmemorar tan solemnes fiestas una gran lápida de mármol blanco con la
inscripción siguiente”; cuyo texto se citó en el párrafo anterior. (12)
Al adentrarnos en el nuevo siglo,
concretamente en 1905, la prensa insular ilustra nuevamente sobre las fiestas:
“nos dicen del Realejo Alto que este año se han celebrado las Fiestas de la
Cruz con gran ostentación, resultando concurridísimas y muy lucidas”. (13) Otro
comentario publicado en 1908, presenta el programa de la celebración acontecida
el “día 2 por la tarde: Solemnes cultos religiosos en la Parroquia principal,
con exposición de S.D.M. [Su Divina Majestad] a los que acostumbran a concurrir
millares de fieles. Por la noche: Iluminación general en las calles de Pérez
Zamora (14) y del Medio, adornadas soberbiamente con profusión de arcos,
banderolas, lámparas muy artísticas, farolillos, colgaduras, etc., todo lo que
contribuye con los millares de luces, colocadas con arte y derroche, a formar
un paseo fantástico en dichas vías. En la misma noche, a las ocho, la
tradicional costumbre de visitar muchos miles de personas las capillas,
levantadas al culto de la Cruz, en las calles de la población, y adornadas esos
días con lujo espléndido. A las nueve: paseo en la calle Godínez, donde se halla
situada la Capilla con la Cruz denominada del Peral, que será amenizado por la
banda de música del Realejo Bajo, y durante el cual se quemarán muchos y
vistosos fuegos artificiales elaborados por
peritos pirotécnicos de la localidad, a
la terminación bailes populares”.
Del párrafo anterior destaca la
participación de asociaciones musicales foráneas y la costumbre de visitar
cruces engalanadas, siendo una constante en la fiesta actual. Ese tipo de
salidas tenían otro ejemplo en el Jueves y Viernes Santo, ya “que las comitivas
que iban de un lugar a otro, llegaban muy desconcertadas, sin luces por haberse
muerto con el viento en tan largo camino, (...) y lo peor, dice, es que si se
encuentran en el camino los de las dos procesiones, tienen diferencias y se dan
matracos unos a los otros por y aún suele haber pesadumbres y palabras
descompuestas y aún cuando llegan a las visitas de los monumentos hay
murmuraciones presentándolos unos que es mejor el suyo y los otros por el contrario,
con todo lo cual se pierde la devoción y se descomponen las conciencias en
tiempo que las deben tener muy compuestas”. Esto sucedía entre feligreses de
las parroquias históricas realejeras, según apuntó Guillermo Camacho en su obra
citada; como se aprecia, en la actualidad se podrían asociar ciertas similitudes
en cuanto a rivalidad se refiere.
El texto del rotativo prosigue con la
celebración del 3 de mayo, Solemnidad de la Exaltación de la Cruz: “Diana por
las bandas de música de La Orotava «Las Hespérides» y por la del vecino pueblo
del Realejo Bajo. A las diez, gran función en la Parroquia a la que asistirá el
Ilustre Ayuntamiento en pleno, cantándose la misa de Calahorra, por
distinguidos aficionados, y leyendo la oración sagrada un notable orador de la Iglesia Catedral de la Laguna.
Terminada la función religiosa saldrá procesionalmente, la Santa Cruz con la
Sta. Reina Elena, acompañada por las bandas de música; haciendo descanso frente
a la Capilla de la calle de Pérez Zamora, donde en un magnifico templete,
levantado al efecto, se cantará un motete a la Santa Cruz, mientras varios
niños tirarán lluvias de flores a la Sta. Enseña. Durante el paso de la
procesión por las calles se quemarán vistosos fuegos artificiales. A las tres
de la tarde, graciosa corrida de burros, premiándose el que menos camine. A las
ocho de la noche, iluminación general, paseo en las calles del Medio y Pérez
Zamora, durante el cual tocarán, turnando, las bandas de música. A las nueve,
infinidad de globos de papel se lanzarán al espacio. A las 11, gran derroche de
lluvias de cohetes, fuegos de artificio, etc. en las calles y plaza principal.
Para el día 4 se anuncia en “la tarde,
gran lucha, en la que tomarán parte cinco aficionados a este sport, de [Gran]
Canaria, contra hijos de estos pueblos. Por la noche, gran concierto y baile en
la Sociedad Viera y Clavijo, en el que se estrenará el hermoso piano, que
recientemente, para sus veladas, ha adquirido este casino. Y para remate de
estas bonitas fiestas, que, por su lujo y gastos invertidos, causan admiración
y extrañeza a los forasteros, se verificarán otros muchos bailes y sobretodo
una suntuosa comida para todos los vecinos de la calle del Medio que tomaron
parte personal en los festejos, y que tendrá lugar en el precioso jardín, que
en la citada calle poseen las Srtas. de D. Cándido (así las llamamos) quienes,
como su distinguido hermano D. Miguel llevan con D. Pedro Regalado y el Sr. Morales,
la mejor parte en estas tan celebradas fiestas del pueblo del Realejo Alto. La
comisión”. (15)
Hasta aquí la descripción de estas
festividades pretéritas que permitirán al lector comprender el origen, evolución
e idiosincrasia de la celebración actual.
Alberto Galván Tudela en su clásico
trabajo de campo sobre las fiestas canarias, recuerda la esencia de la fiesta,
pues “las dos calles citadas se correspondían a su vez a dos grupos sociales; a
la del Medio se la conocía antes por la calle de los Marqueses, al residir en
ella los propietarios de la tierra; mientras que en la del Sol, vivían los
medianeros y pequeños campesinos. Hoy tras la emigración a Venezuela, las cosas
son diferentes; los contrastes económicos no son tan radicales”. Dicho lo cual,
para el periodo estudiado queda de manifiesto la función primordial de la
música, el baile, los fuegos artificiales y la comida durante los festejos; la
religiosidad popular, las relaciones sociales protagonizadas entre los
realejeros y sus pueblos vecinos, la cohesión social de los habitantes en el
caso particular de las dos calles rivales (y la pugna festiva en sí) y la de
los realejeros en general. La sociabilidad y formas de cortejo son evidentes en
la foto histórica que se aporta, donde las chicas casaderas pasean en filas a
lo largo de la plaza para favorecer el acercamiento a sus pretendientes.
Durante las fiestas visitaron el pueblo personalidades civiles procedentes de
la capital y oradores religiosos de La Laguna, que aportaron una especial
distinción a los actos y cultos, mientras el adorno floral y las manualidades
contribuyeron al embellecimiento. Estas señas identitarias se insertan en la
estructura social de un Realejo Alto que en esa época eminentemente rural,
gravitaba en los sistemas de poder de su burguesía agraria local.
Fotografía. Vista de la Calle El Sol de
Realejo Alto. DUVI CEDRÉS GARCÍA
(1)De Bernardo, Alberto / Guarracino,
Scipione, Diccionario de Historia, t.I, p. 767. 1997.
(2)Duchet-Suchaux, G / Pastoureau, La
Biblia y los Santos, Guía Iconográfica, p. 116. 1996.
(3)Hernández González, Manuel, Fiestas y
creencias en Canarias en la edad moderna, pp. 328-351. 2007.
(4)De Bernardo, Alberto / Guarracino,
Scipione, Diccionario de Historia, t.II, p. 651. 1997.
(5)Álvarez García, Jerónimo David / Lima
Estévez, Javier, Las Fiestas Patronales de Realejo Alto en honor a Nuestra de
Señora de los Remedios, (1907-1959), pp.
52, 55 y 56. 2017.
(6)Mesa Martín, José Ma, Los Realejos y
los hitos devocionales de sus Fiestas de Mayo, p. 35 2008.
(7)Stone, Olivia, El Planeta Tenerife, p.
332. 2005.
(8)Diario de Tenerife, 23.05.1887, p. 3,
Biblioteca de la Universidad de La Laguna. BULL.
(9)El Valle de la Orotava: periódico de
interés general, 06.05.1889, p. 2, Bibliot. Univ. Las Palmas G. Canaria (JABLE)
(10)Rumeu de Armas, Antonio; “Alonso de
Lugo en la Corte de Los Reyes Católicos 1496-1497”, pp. 13-14. 1952, CSIC.
Biblioteca Universitaria de Las Palmas de
Gran Canaria, 2009.
(11)El Liberal de Tenerife, 29.07.1896.
p. 2, BULL.
(12)De Arribas Sánchez, Cipriano, A
través de Tenerife, pp.115-116, 2011.
(13)La Opinión, 10.05.1905, p.2, BULL.
(14)La actual calle El Sol ostentó esta
denominación desde 1900 hasta principios de la década de los noventa, en
recuerdo del
diputado tinerfeño Feliciano Pérez Zamora
(1819-1900). La Opinión, 16.2.1900. p.3, BULL.
(15)El Tiempo: diario de asuntos
generales e información, defensor de los intereses del país, 01.05.1908, p.2,
(JABLE)…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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