El amigo de la Villa de La Orotava; JAVIER LIMA
ESTÉVEZ. Graduado en Historia por la Universidad de La Laguna. Remitió entonces
(12/08/2018) estas notas que tituló; “NUESTRA SEÑORA DE CANDELARIA, JOSÉ AGUSTÍN
ÁLVAREZ RIXO Y DOS ANÉCDOTAS”
Publicadas en La Opinión de Tenerife el 11 de agosto de 2018:
“…Durante estos días de conmemoración de
la Virgen de Candelaria, Patrona de nuestro Archipiélago, exponemos algunos
apuntes que recopilara en el siglo XIX el polígrafo portuense José Agustín Álvarez
Rixo (1796-1883) y cuyas aportaciones ofrecemos gracias a la donación del
archivo que sus herederos donaron a la ULL. En concreto, será objeto de
atención una curiosa imagen venerada en San Juan de la Rambla, así como el
trabajo realizado por un fraile en La Montaña de Los Realejos.
Respecto
al primer caso, apunta Rixo, “el cura, que es medio escultor, retocó la tal
imagen, que de las aguas y estar más de dos años sobre ellas, decía, estaba
detrimentada. La vistió y adornó con ropas y corona de otra virgen, y llegaban
continuamente multitud de romeros, a cumplir promesas”. El propio cronista,
conociendo tal circunstancia y para verificar esa situación acudió hasta el
lugar en compañía de su medianero, Antonio Regalado, conocedor imagen original
de la Virgen de Candelaria. Tras observar la situación, expondría con
rotundidad su negativa a creer que tal espacio pudiera albergar la talla original.
Para Regalado, la original “tenía su vista mirando con viveza hacia todas
partes, y ésta hacia el cielo con los párpados medio abiertos”. De esa
circunstancia tendrían constancia los frailes dominicos, quienes no dudaron en
mostrar su malestar al Obispo, que actuó con rotundidad, “quitando la muñeca
que fue para la ciudad de La Laguna, pero el párroco volvió a su parroquia sin
castigo”.
Caso
llamativo sería protagonizado por fray Antonio “el Gomero”. En el marco de una
ceremonia celebrada en La Oliva, preguntó a cada de los feligreses tras salir
de la celebración, uno por uno, respecto a su pueblo de origen hasta llegar a
un hombre que dijo ser del Valle de La Orotava, concretamente de la Montañeta
de La Luz, mostrando especial interés por esa persona. En ese sentido, no dudaría
en preguntarle al tinerfeño por la casa que en ese lugar fabricó un fraile
conocido como Antonio “el gomero”, gracias a las limosnas recibidas para la
Virgen de Candelaria, falleciendo el fraile en 1811, pero conservándose la casa
en buenas condiciones. Sería luego arrendada a Luis Rodríguez, vecino del
Puerto de la Cruz y sobrino de otro lego dominico, fray Matías Gutiérrez. La
duda del fraile se justifica en que años atrás había marchado a Tenerife junto
a otros compañeros, trabajando durante algún tiempo en el oficio de pedrero,
recordando con nostalgia la figura de fray Antonio, pues se encargó de recoger
las limosnas para la construcción de un lugar adecuado destinado a Nuestra
Señora de Candelaria en la Montañeta de la Luz, describiendo las características
de un trabajo muy costoso y la particularidad del fraile para recoger el
dinero, pues se desplazaba a lomos de un mulo junto a un criado, cargando ambos
diversos barriles, recogiendo durante el tiempo de la vendimia limosnas de un
lagar a otro, así como acudiendo a diversas eras. Llegarían a visitar incluso
rincones del sur, llenando su bodega de buenos vinos que, posteriormente,
vendía a dos feligreses de su confianza y vecinos de Los Realejos quienes, a su
vez, llevaban tal producto hasta la isla de Lanzarote y a su regreso pagaban al
fraile con el dinero de tal actividad. Como curiosidad, anota que el transporte
del dinero se realizaba en cestas que aparentaban contener tomates y otras
verduras. La muerte de fray Antonio fue muy sentida, acudiendo miembros de la
comunidad de los dominicos de Candelaria hasta el Valle de La Orotava para
llevar su cadáver hasta su sepultura en el convento de La Orotava, destacando
el problema surgido a partir del medianero del propio fraile, Luis Yánez, pues
el año de 1810 participó en el motín desarrollado el miércoles de ceniza en La
Orotava, siendo llevado hasta el castillo de Paso Alto, donde murió como
consecuencia de la epidemia de fiebre amarilla de 1811.
Aspectos
que nos acercan al pasado a partir de anécdotas y curiosidades que serían
objeto de atención del portuense…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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