El amigo del Puerto de la Cruz SALVADOR
GARCÍA LLANOS, Presidente de la Asociación de la Prensa de Tenerife.
Remitió entonces (24/04/2019) estas notas y fotografía referente a la
exposición en la Galería Millenium de Icod de los Vinos, que tituló; “JAIME ESTÉVEZ, EN EL 'CAMINO DE VERDE BOSQUE'”:
“…Seguro que Jaime Estévez Santana está de acuerdo con esta afirmación
de Enid Verity, esposa del arquitecto y cineasta inglés del mismo apellido,
Terence, promotor del célebre festival de música y artes Henley, fallecido en
Amman, Jordania:
“El color es misterioso, escapa a la
definición; es una experiencia subjetiva; una sensación cerebral que depende de
tres factores relacionados y esenciales: luz, un objeto y un observador”.
Cuando lo plasma, empieza a revelar el
misterio, por lo menos lo acerca. Es la realización unipersonal. Las neuronas
fluyen sin cesar como si hubieran descubierto lo que las ilumina: se han
situado, han localizado la arboleda, la frondosidad, lo selvático, la
laurisilva... Él es quien observa, el tercer factor que, envuelto en la
infinita meticulosidad de la naturaleza, la observa a diestra y siniestra con
un solo ánimo: tratar su esplendor.
La mayoría de nosotros habita en espacios
urbanos, en ciudades ocupadas donde la madre natura es domesticada y suele
quedar relegada a un sitio no tan importante en la vida cotidiana. Sin embargo,
la naturaleza es algo más que un lugar -debería serlo- que podemos visitar
durante los fines de semana o durante las vacaciones. La naturaleza es nuestro
origen, el lugar donde se encuentran todas nuestras necesidades de belleza,
misterio y aventura. Brinda muchos regalos. Cómo para desaprovecharlos, cómo
para no estar dispuesto a explorar su espléndida y generosa diversidad.
Estévez escogió ese camino. Se dejó
atrapar. Le hizo caso al artista alemán nacido en Suiza, cuyo estilo varía
entre el surrealismo, el expresionismo y la abstracción, Paul Klee:
“El color me ha capturado. A partir de
hoy, el color y yo somos una misma cosa”.
Da igual la fecha en que ocurrió, puede
que dos años, acaso más, pero cuando hoy nos muestra los frutos de su producción
solo está desvelando que pinta sentimientos, desnudando su alma bohemia, hasta
hacerlos poesía naturalista.
Lo suyo ha sido avanzar. Se acerca al
medio, a las zonas aún vírgenes, donde no tiene cobertura, al paisaje que
parece repetido pero es rotundamente distinto. Sentimientos predominantes en
una misma temática, boscosa, arborizada, sendereada, pura, rica, húmeda y
cálida a la vez, veredas, caminos, musgos, guijarros, rincones, atrayente por
donde quiera que se la mire. La fúlgida vegetación exuberante.
Jaime Estévez puso su imaginación a
volar, desde que dirigió “Once miradas”
sobre el lienzo, agitó “Burbujas de sueños” y reafirmando su compromiso con el
arte, plasmado en tantos frescos y en tantos murales, algunos de ellos en
emplazamientos verdaderamente insólitos, hizo que brillara la profundidad,
imponente característica de muchos de sus cuadros, aún con incrustaciones de
ramaje sobre el lienzo, con petróleo y aceite, todos los materiales, serrín y
tierras del lugar tratados adecuadamente,
hasta curtirse y terminar pareciendo una escultura. El verde se hizo
bosque y los pinceles y las espátulas del artista lo alargaron sin fin.
Porque si se quiere interpretar la idea
de la profundidad en la pintura, hay que contemplar los cuadros de un Jaime
Estévez pletórico en sus acrílicos, dominador de la técnica mixta y capaz de
dar a una misma temática los más diversos enfoques.
Y como si quisiera llevar la contraria al
refranero, va colocando las puertas al bosque como elementos de los sentimientos,
tan bien trazadas para exaltar la profundidad que dan forma a los mismos acaso
para que el espectador seleccione o vea, imagine lo que le interesa. El autor
plasma la realidad vivificante de los paisajes que siempre gustaron y cuya luz
exacta prepondera hasta la búsqueda de todos los ángulos para su admiración.
Y así van sucediéndose Garajonay, Anaga,
Redondo, Los Tilos, La Caldera... el universo soñado por Manrique -César
hubiera cumplido mañana cien años-, donde se hubiera sentido dichoso y desde el
que hubiera enarbolado todas las banderas de la defensa naturalista. En él
Jaime Estévez ha querido incluir dos testimonios de Cantabria, el tope
definitivo de aquel verde que le enamoró y que ha querido perfeccionar no
importa que dando saltos territoriales y descubriendo todas las singularidades.
El pintor surca el camino como un grito sugerentemente desgarrador en defensa
de la Naturaleza con mayúscula. Le dio tiempo a hacer efectivo el pensamiento
del polifacético artista francés Henri Matisse:
“El color debe ser pensado, soñado,
imaginado”.
Este camino representa una etapa de la
fecunda producción pictórica de Estévez. Cuando abrazó el verde, abrió la
opción de sincronizar con su espíritu humano, con su personalidad, con el
bucolismo al que andaba apegado desde que su padre, Marcos, ejerciera una
magisterio que no conoció de cansancios ni de adversidades climáticas ni de
transportes escasos o limitados, como cuando acompañaba a los bachilleres del
Puerto, de Icod, del norte, que hacían el examen de grado en aquel instituto
capitalino.
En sus entregas anteriores, en las
miradas, en las burbujas, en los murales, en su peregrinaje cultural e
institucional y en esta colección tan verdecida, se palpa la evolución de un
artista al que un color ha hecho percutir en su propio estado de ánimo.
Sabíamos del verde botella, esmeralda,
olivo, de Venus, diosa de la belleza, azulado o amarillento, hasta de mil distintos tonos de los paisajes
de la criolla Catamarca y del valle añorado del refrán... pero ahora habrá que
hablar también de verde bosque, el camino escogido por Estévez.
Cuando el escritor, arquitecto y
naturalista francés que desarrolló la
mayor parte de su obra en Argentina, Carlos Thays, escribió que “la felicidad
anida más en la nobleza de un bosque que en el lujo sin verde”, pareciera que
había visto estos cuadros de Jaime Estévez y estaba pensando en él.
Pensó, soñó, imaginó... Con nobleza, con
sentimientos. Con originalidad. Como los grandes artistas…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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