El amigo de la Villa de La Orotava desde la infancia;
EVARISTO FUENTES MELIÁN “ESPECTADOR”, remitió entonces (26/04/2019) estas notas
que tituló; “VILLAR,
TITO DEL PINO Y MANRIQUE”: “…A
los aficionados orotavenses les entraba cagalera cada vez que el CD Puerto
Cruz-- años sesenta/setenta--, aquella formación agresiva, inspirada y
dicharachera, atacaba en tromba la portería de El Peñón, La Roca
emblemática; aquello era Troya. La cagalera en la afición villera se
podía materializar en cualquier momento...
Tito del Pino era uno de aquellos demonios familiares con los
que tenía pesadillas Villar, el medio enlace de la UD
Orotava. Villar ha muerto recientemente; Del Pino,
que murió hace tiempo, peloteaba y tocaba las pelotas al
contrincante, con frases desmoralizantes por lo agresivas, a los enemigos que
se tropezaba en su camino obsesivo de hambre de gol, hacia la meta bajo El
Peñón. Tal le sucedía a Quillo, ese medio fabuloso sempiterno de los de la
Villa, treinta años de titular; pongamos que hablamos de Quillo, que
hoy está postrado y al que deseamos de todo corazón que se mejore, que vuelva
por sus fueros de madridista acérrimo…
Del Pino, por sus partes, murió hace tiempo. Las
últimas veces que intenté hablar con él, fue en ese Lago tan controvertido de
Manrique, que según algunas opiniones obscenas está, El Lago, peleado con el
ecologismo de aquellos Bajíos rocosos llenos de cangrejos, burgados y otras
especies marinas de la fauna y la flora autóctona...
Del Pino, Tito del Pino, terminó la etapa final
laboral de su vida de adulto, poniendo colchonetas en El Lago manriqueño. En
cierta ocasión, yo estaba de bañista mirón (voyeur, en el lenguaje semántico de
la gente rica), mirando de soslayo o de frente (según) a las tetas de las
chicas veinteañeras en monoquini, cuando se cruzó en mi mirada Tito del Pino
con una hamaca, una colchoneta. Intenté saludarlo y decirle unas palabras como
recordatorio de su naturaleza interior izquierdista del Pequeño Real Madrid
(léase CD Puerto Cruz ); me contestó con un murmullo que movía a la
conmiseración; ya no coordinaba una frase hecha, tenía el coco lleno de dribles
metafóricos; seguramente estaba embebido en el recuerdo de sus lances peligrosos
y gambeteos fantásticos, cada vez que atacaba la portería sita al socaire
emblemático de El Peñón, con la cagalera correspondiente de los
aficionados de la Muy Noble y Leal Villa, que tenían los ‘coooojines’ de
sentarse en la grada junto al mar Atlántico, los días del enfrentamiento del
Derby del Valle.
Villar y Tito, descansad en paz. Y César también, por
supuesto…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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