Fotografía del amigo del Barrio orotavense - portuense LA VERA; JOSÉ PERAZA
HERNÁNDEZ.
El amigo del Puerto
de la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS, remitió entonces (09/01/2021), estas notas
que tituló; “DON PEDRO, EL CURA DE LA VERA”: “…Era agosto de 2000 cuando, ejerciendo la alcaldía del Puerto de la Cruz,
promovimos la concesión de honores al reverendo Pedro González Mesa (Los
Realejos, 1925-Puerto de la Cruz, 2020), que desarrolló una fecunda labor
pastoral durante más de veinte años en la parroquia de La Vera. La Comisión de
Gobierno municipal había expresado en junio de aquel año, en ocasión de haberse
hecho público el anuncio de jubilación, un reconocimiento, a la vez que
anticipaba la voluntad de conceder al sacerdote alguno de los honores
consignados en el Reglamento de Honores y Distinciones del Ayuntamiento de
aquella época. El pleno de la corporación aprobó por unanimidad, el 17 de mayo
de 2001, conceder al cura la rotulación de una de sus vías, Reverendo González
Mesa, que se corresponde con el tramo del nuevo trazado que, en la trasera del
campo de fútbol ‘Nuevo Salvador Ledesma’, partiendo del Camino Cañón, conecta
este con la autopista del norte
González Mesa falleció en los
últimos días del pasado año. Recordemos hoy algunos rasgos de su personalidad.
Fue consagrado sacerdote en La Laguna el 10 de junio de 1951, siendo obispo de
la Diócesis Domingo Pérez Cáceres. La vocación y su rica formación se reflejan
en su expediente académico, sin duda uno de los más brillantes de los registrados
en el seminario diocesano. Su trayectoria –escribimos en la propuesta- es un
compendio de dedicación y responsabilidad. Ejerció como cura ecónomo de los
Santos Reyes de Valle Gran Rey (La Gomera) y como encargado de Nuestra Señora
de Candelaria, en la misma isla. Con posterioridad, fue también el ecónomo de
Granadilla de Abona y encargado de Vilaflor. Dotado de una especial
sensibilidad para expandir el mensaje de la Iglesia católica, durante varios
años, ya como párroco, concentra sus afanes en la construcción de nuevos
templos, como el de San Pablo Apóstol y San Antonio de Padua, en los portuenses
barrios de Las Dehesas y San Antonio, así como el de Nuestra Señora de
Guadalupe en Los Realejos. Su vocación pedagógica, otra de las cualidades de su
trabajo pastoral, ha quedado de manifiesto en su dedicación como director
espiritual del antiguo instituto de enseñanza media de Los Realejos y como
profesor de griego y literatura en el seminario diocesano de San Cristóbal de
La Laguna.
El cura compartió las
inquietudes de la población hasta convertirse en una referencia para el
desenvolvimiento de tantas aspiraciones religiosas y humanas. Su indeclinable
espíritu de trabajo, fortalecido por el respaldo de la feligresía y su
constante predisposición para ayudar a los semejantes, han sido los mejores
activos que aquélla haya podido encontrar para cumplir con sus deberes y su
fervor.
Fue la suya una trayectoria
rica en vivencias. Viajaba cada verano a diferentes países del mundo. Asistía a
los banquetes de la bodas o bautismos que oficiaba. Conocía los entresijos y
los caminos de un barrio que abarca los tres municipios del Valle y en cada
agosto compartía las celebraciones de sus festejos, acompañando a la procesión,
en alguna edición hasta altas horas de la madrugada.
El sábado 11 de agosto de 2001
tuvo lugar el acto del descubrimiento de la placa que identificaba la vía
urbana que lleva su nombre. Los tres periódicos de la época publicaron
informaciones al respecto. Miembros de la corporación, ex alcaldes, el vicario
de la Diócesis, representantes de entidades y vecinos de La Vera se dieron cita
en la trasera del campo de futbol. Allí dijimos, entre otras cosas:
“El nombre de Pedro González
Mesa se integra desde hoy en la historia del barrio y del municipio. En
realidad ya lo estaba, solo que sin una calle que lleva su nombre. El lugar se
lo había ganado, se lo ha ganado a pulso, con el diario infatigable trabajo,
durante más de cuarenta años. Impartiendo bendiciones, atendiendo a enfermos,
escuchando, predicando, animando, solucionando, compartiendo como uno más los
afanes y las inquietudes del sector de La Vera.
“Todos los que aquí estamos
sabemos que la personalidad de este cura trasciende los convencionalismos más
al uso. No porque incurra en díscola o estrafalaria sino porque, al contrario,
siempre desde las coordenadas del resto, tendió a la naturalidad más expresiva,
a la cercanía con los semejantes, a la sensibilidad del prójimo fuese cual
fuese su condición social. Caracterizado por la llaneza y la campechanía. En
suma, un humanista.
“Don Pedro, por ejemplo, es
deportista. Y quienes conocen de su pasión por el mar y por la a natación, por
el ejercicio y la gimnasia, están al tanto de que ese debe ser uno de los
secretos que explique su jubilación porque la edad así lo dicta, no porque
físicamente aparentara cansancio o sintiera ganas de acceder a ella. Las largas
caminatas en la azote de la que fuera su casa, entre el polideportivo y la
iglesia, memorizando, cultivando su intelecto y reflexionando sobre los
problemas cotidianos, constituyen otro rasgo de ese comportamiento que siempre
llamó la atención…
“También despertaba
reconocimiento que fuera uno más entre los numerosos invitados a una boda que
él había oficiado: no parecía el cura; o el primero en consolar a los
familiares de algún vecino fallecido en cuyas exequias volcó afecto y
sentimiento: era un deudo más; o que se esforzara en hacer ver a sus alumnos
que la literatura y el arte sacro no era tan difíciles: la vena profesoral
siempre le pudo; o que comprendiera la demanda y la entrega de tantos vecinos
en los trayectos procesionales que recorren las angostas calles y las modernas
vías del barrio: era la expresión del fervor…
Don Pedro, junto a Melchor, el
impenitente y fiel acólito, siempre don Pedro en estas manifestaciones del
pueblo, granjeándose la simpatía y hasta la condescendencia de todos. Ese
talante le hizo ser uno de esos personajes que terminan siendo consustanciales
al barrio. El talante que impregna de solidaridad su fecunda obra pastoral…”.
En agosto de 2020, cumplió 95
años. Hasta la Casa de Jesús de Nazaret, donde residía, marchó a felicitarle el
Obispo de la Diócesis. Por muchos motivos, Pedro González Mesa será recordado
siempre…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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