Fotografía:
UD. Orotava en el estadio Municipal del Quiquirá, año 1948. Colección
particular.
En
estos tiempos de pandemia, sobreviviendo a ese bicho atómico mortífero, el
amigo de la Villa de La Orotava; EVARISTO FUENTES MELIÁN “ESPECTADOR”, remitió
entonces (04/03/2021) estas notas que tituló; “EL CAMPO DE FUTBOL QUIQUIRÁ DE LA OROTAVA Y UNA ANÉCDOTA”: “…El
viejo antiguo campo de futbol Quiquirá de La Orotava está situado cerca del
Paseo Domínguez Alfonso y de la avenida/ carretera de Las Araucarias, una de
las salidas y entradas desde la autopista del Norte al casco urbano
principal de la Muy Noble y Leal Villa.
La cancha del Quiquirá estaba entonces rodeada de
plataneras, con un muro perimetral de casi dos metros de alto hacia el interior
de la cancha, pero que su altura se incrementaba hasta tres metros por el lado
exterior, por el lado que daba a las plataneras.
Pues bien: en el trascurso del año 1949 (antes de
la inauguración del definitivo Estadio Los Cuartos, que lo fue en 1954, con la
bendición sacerdotal del párroco y arcipreste del distrito, don
Manuel Diaz-Llanos y Bautista) estaban jugando un partido de futbol en el
Quiquirá. La gente joven, del género masculino, locos muchachos muy atrevidos,
se sentaban con las piernas colgando, en la parte más alta del muro,
para ver los partidos. Pero en una ocasión, un fuerte balonazo desviado
fue a dar de plano en el rostro de uno de los muchachotes que había
sobre dicho muro perimetral. Y le dio con tal fuerza y potencia, que el
muchacho quedo colgado del revés con la cabeza hacia abajo y la espalda contra
el muro en vertical y trabado milagrosamente por los tobillos, “mirando” a la
platanera…
La anécdota no tuvo más trascendencia que el susto
suyo y las risas de sus amigos, que le ayudaron a salir de aquel amargo trance,
izándolo cual bandera a su posición normal, con su gran estatura, que a sus 17
años de edad era de 1,90 m.
Y ahí terminó la cosa. Pero yo recuerdo
perfectamente quién era ese muchacho: se llama Pepe, tiene actualmente 86 años
de edad y lleva afincado en el interior de Venezuela, a casi mil kilómetros de
Caracas, allá donde el diablo perdió los calzones, hace más de sesenta años, y
a lo largo de ellos, ha venido de vacaciones a Tenerife solamente una vez. Se
fue muy joven a la diáspora, como tantos y tantos isleños canarios emigraron a
Cuba y luego a Venezuela durante más de un siglo.
Y aquí paz y en el cielo…gloria…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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