El amigo del Puerto de la Cruz; SALVADOR GARCÍA
LLANOS remitió entonces (26/08/2022) estas notas que tituló; “ELSIE”: “…“En pos de la
libertad/ abrazaré el ocaso/ y en la poesía nítida/ que no reflejó el papel/
cerraré los ojos/ y mis labios musitarán/ sin darme cuenta/ el prólogo de una
despedida”, escribió Elsie Ribal, fallecida ayer, con el título 'Mensaje' uno
de las estrofas contenidas en ‘Pensamientos
sin límites’, el poemario que firmó junto a su hijo, Eladio Tavío,
y que fue presentado en vísperas de la Navidad de 2015 en un abarrotado
Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC),
Vimos,
entonces, sinceramente, a la mejor Elsie, a una Elsie pletórica, fiel a su
estilo de siempre a la hora de recitar, pero como más estimulada, acaso por la
concurrencia activa de su hijo Eladio que ahora incursiona en el género,
procedente de la pintura y la plástica. Hay madera de artista, de creador,
desde luego.
Era como si Elsie, natural de La Victoria, intuyera sin fatalismos
el final del camino, que se agotaban los apegos que la unieron toda la vida a
la poesía. Su intimismo, sus adentros, sus sentimientos, sus querencias, sus
ánimos… Como en tantas otras apariciones públicas, Ribal había ido desgranando,
poema a poema –escribimos entonces-, la delicadeza con la que ha interpretado
su propia existencia hasta volver a reencontrarse con sus valores de siempre.
Pero
Elsie quería escribir y seguir recitando. Por eso, aparecieron desde ‘Torres de arena’ a ‘Acantilados de papel’ pasando
por ‘Crepúsculos’, ‘Cuando se
quiebra el silencio’, ‘Paréntesis azules sobre el asfalto’ y ‘Poemas a voces’, que
firmó junto a su hija, Elsie Tavío Ribal. Hasta completar el conjunto de su
producción bibliográfica, hay todo un vuelo de poetisa que es capaz de superar
adversidades de la vida y seguir acreditando entereza al dejar en el papel una
idea, un verso lleno de sutileza y sencillez que llevó a varios escenarios de
la geografía norteña.
Y así, sin necesidad
de demostrar nada, lució su identidad poética, consciente de que la mejor
manera de enhebrar sus versos era respetar su clasicismo y refrescar sus
fuentes de inspiración. Se sabía “hoja, tránsito”, la “silueta de la alborada”
que hacía lo que más le gustaba en una soledad productiva, en las horas que
aprovechaba para amar esta forma de escribir y decir las cosas. Lo suyo ha
sido la modestia, lucir sus dotes sin alardes, en sus libros, en sus recitales,
en sus cometidos públicos. No es de extrañar que en uno de sus últimos libros
hubiera insertado estrofas dedicadas a un Puerto de la Cruz que ella vio
evolucionar. Revelaba no solo su amor por la ciudad sino la voluntad de
corresponder a ese afecto. Cuando la autora habla de belleza, lozanía, paz y
algarabía, alude a los encantos del “viejo relicario” que pintores y poetas
llevaron a sus lienzos y a sus páginas con el ánimo de quien descubría un mundo
que fascina por tantos atractivos.
Sabía
lo que la “palabra destila” en un instante. En los silencios de esa soledad,
están los secretos. Pero están también los rumores, las sombras, la brisa
perceptible, los sueños, las olas de la mar cercana, los suspiros, los oníricos
mensajes, la frondosidad anhelada de las lecturas y relecturas inagotables. Por
eso se lanzó “una vez más/ a remar con los luceros/, mientras convergen
colores/ que desnudan mi alma/ con plegarias de silencios”…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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