En el muro del
FACEBOOK del amigo de la Villa de La Orotava JESÚS ROCÍO RAMOS, aparece un
magnífico y extraordinario trabajo suyo que comparto con su permiso, adaptado
por ÁNGELA PÉREZ ROCÍO, que se tituló “LA CRUZ DE TEIDE”: “…Mi paseíto de hoy fue por la
Cruz del Teide, en La Orotava, y paseando me vino a la memoria como era en mi
adolescencia. Recuerdo que por un lado, donde está hoy el despacho de las papas
de Benjamín (el del burrito), vivía en una casa terrera D. Adolfo Padrón
(padre) y su señora Quiteria; de su patio salía para la calle un frondoso
damasquero. Engrandecía la zona, los Almacenes de D. Jesús Rodríguez Franco, y
por otro lado en un gran portón D. Calixto Chávez casado con Doña Eufemia,
vivían con ellos sus sobrinas Ángela y Manuela, y trabajaba en su casa Olga,
conocida como (la chavita).
Vivían en una
casa de teja con un bello patio, lleno de plantas variadas, entre ellas unas
grandes helechos, begonias, geranios, etc.
Pegado a la casa,
había una torna a la que le llegaba el agua en abundancia; desde allí se
distribuía para el riego de las fincas de la zona, y ellas aprovechaban y
regaban sus flores.
Ignoro quiénes
eran los propietarios de las fincas, lo que sí sé es que en aquel tiempo las
del camino de la derecha eran cultivadas por D. Calixto y la de la izquierda
por D. Julián Machado, conocido por el del majuelo, y su esposa Doña Agustina y
familia, padres de nuestra querida amiga Concha Machado.
En su finca había
un estanque, y como no les faltaba el agua para el riego, sembraban papas y
hortalizas, y siempre tanto una finca como la otra, se veían embellecidas con
un bonito verdor.
Al final estaba
la Capilla de la Cruz del Teide, se encargaba de ella Doña Soledad. Le seguía a
un extremo, el camino del Monturrio, y al otro extremo la venta de Siña
Bernarda, la famosa casa de comidas de Doña Margarita la balaya (madre de Doña
Soledad); la venta de Doña Mercedes, el matadero, y la venta de Emiliano y
Milagros, la gañanía de Benito y Candelaria, donde mi madre me mandaba a por la
leche, y la famosa dulcería de la mano buena, y cerca la escuela de Doña
Herminia Mesa, en la que yo de niño fui alumno.
Recuerdo que
cuando las lluvias eran intensas, iba con todos los
amigos a ver como
corría el agua por el barranco del matadero. Un año fue tanta, que se llevó
casi todo el puente ocasionando un caos, cortando la circulación hacia La
Perdoma.
Seguí mi paseo
recordando esta vez las últimas fiestas de la Cruz del Teide que yo gocé. No sé
quién era el presidente en aquel entonces, pero sí que en la comisión estaba el
maestro Ángel, Oscar y Lolo el Balayo, y Calixto, la procesión con la Cruz la
sacaban por los alrededores. Las sortijas eran a burro, las cucañas en el
estanque, y casi siempre las ganaba Paco.
La carrera de
sacos que las organizaba con gran humor Calixto, en una de las casas terreras
que estaban pegadas a los Almacenes de Rodríguez Franco. Tenía instalado
Carmelo Reyes, los altavoces eran unas bocinas grandes, y nos dejaba cantar por
el micrófono a los chic@s.
En aquel tiempo,
estaba de moda la canción de Jorge Sepulveda, Campanitas de la Aldea. Montaban
una tarima junto al muro, donde estaba el chorro, casi a la entrada del Monturrio
dejando la carretera libre. La ponían en alto dentro de la finca de D. Julián,
que servía de escenario para la actuación de la Banda de Música, y para que las
orquestas amenizaran las verbenas. En aquella ocasión fue la Orquesta Alegría,
que era del barrio, cuyos componentes eran mis dos primos, los hermanos Jesús y
Perico Calzadilla, Lolo el Sierra, los hermanos Hermógenes y Gregorio (los
llamados “mil reales”), y el vocalista era Juanito Otazo.
En la parte baja
de la casa de mi tío Alejandro Calzadilla, que da para la calle de Meneses,
donde tuvo la Academia mi primo Félix Calzadilla; ese año pusieron un
ventorrillo, mi hermano Justo y mi tío Marcos.
Como anécdotas a
la fiesta vino un churrero; estábamos Domingo García (el ciego) y yo, nos
llamó, y nos enseñó una mata, nos dijo que se llamaba celidonia que soltaba una
agüita amarilla y que le había dicho que se daba por esa zona, que si le
conseguíamos una poca, nos regalaba una rueda de churros. Salimos corriendo a
buscarla; preguntamos y nos dijeron donde había. Fuimos directos detrás de la
Iglesia de la Concepción, pegado a la casa de Lercaro, donde en aquel tiempo
había una entrada para la finca de la tenería, y allí la conseguimos. Se la
llevamos y nos dio la rueda de churros; nos la comimos entre los dos. Que yo
recuerde, nunca he comido tantos churros.
Y así con nostalgia,
terminé mi paseo. Ya de todo lo que he contado solamente queda en pie la Cruz
del Teide, y los restos del bonito portón de casa Calixto. Adjunto una
fotocopia de un programa de las fiestas del año 1923 por gentileza del gran
Villero y amigo, Paco Morales.
Como siempre,
solamente cuento mis vivencias…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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