En el muro del FACEBOOK del amigo de la
Villa de La Orotava JESÚS ROCÍO RAMOS, aparece un magnífico y extraordinario
trabajo suyo que comparto con su permiso, adaptado por ÁNGELA PÉREZ ROCÍO, que
se tituló “LOS
PIRULINES DE JOSÉ Y OFELIA”: “…En la calle de
la Estopa, en La Orotava vivía el matrimonio José y Ofelia; él era mampostero y
ella ama de casa, y aparte del trabajo rutinario se dedicaban a hacer
pirulines: una golosina para los chic@s.
Los hacían
poniendo en unos pequeñitos cucuruchos de papel de seda de varios colores en
unos moldes, y después de ponerle una especie de caramelo cristalizado con
esencias, le ponía un palillo para poderlo coger. No solo que valía una perra
de las antiguas pesetas (diez céntimos), sino lo que costaba quitarle el
dichoso papel.
Recuerdo que las
latas que venían con las galletas Ki Ki Ri Ki, y un cordón era lo que usaban.
Dicho matrimonio José y Ofelia para transportar de un lado para otro sus
pirulines. José los repartía a casi todas las ventas de aquel tiempo. Ofelia
era de Garachico, y ella iba en la guagua a vender sus pirulines a toda la isla
baja.
Un poco más abajo
de mi casa, enfrente donde está la entrada para la barriada de San José tuvo la
venta Don Domingo Pérez; lo conocí a él y su esposa Doña María, a su hija
Carmencita y a su yerno Don Buenaventura Pulido, también conocí a su hijo Don
Domingo Pérez y a Doña Maximina su nuera, pero no en su venta por aquel
entonces la venta la tenía arrendada Don Inocencio Navarro, que también vendía
los pirulines.
Un día estábamos
jugando en la calle, fui con un amigo a comprar uno, y cuando se lo despacho me
pregunto a mí: ¿y tú no quieres uno? le dije que no, que yo no tenía perras
(dinero), y me dijo “cómo va a ser eso, yo te lo voy a dar y cuando tengas las
perras me lo pagas” y lo cogí, después no hacía nada más que pensar que si mi
madre se enteraba…Estuve más de una semana, sin pasar por su venta, me daba
vergüenza, y el domingo cuando me dieron las perras (dinero) para el Cine, fui,
se lo pagué, y me dijo “así es como son los niños formalitos”, y sin esperarlo
riéndose me regaló otro.
En verdad parece
un cuento, pero nada de eso amigos, es la triste realidad de aquel tiempo que
siendo niños, nos tocó vivir…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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