domingo, 29 de enero de 2023

LAS TORTAS DE ACEMITE DE CATALINA BAUTE (LA ROSQUETERA)

Fotografía de mi colección particular tomada de  mi cámara.

 

En el muro del FACEBOOK del amigo de la Villa de La Orotava JESÚS ROCÍO RAMOS, aparece un magnífico y extraordinario trabajo suyo que comparto con su permiso, adaptado por ÁNGELA PÉREZ ROCÍO, que se tituló “LAS TORTAS DE ACEMITE DE CATALINA BAUTE (LA ROSQUETERA)”: “…Hoy como todos los días, salí a caminar y fui por la ruta, que por ser más llana lo hago con mucha frecuencia. Salí de mi casa directo a la casa azul, y de allí

por la calle del Marqués; ya en ella, me vi sorprendido por un ligero sereno, y me acogí debajo del balcón de la casa de Don Leoncio Estévez, conocido como el comisario, y mientras esperaba a que se quitara, me vino a la memoria cómo era aquella calle en mi adolescencia.

Empecé a recordar por la dulcería de Siña Nicolasa, enfrente estaban Ambrosio y Luciana, que se dedicaban a la matazón y venta de carne de cochino; la venta de Don José Reyes, la Panadería de Pancho el cojo, el bar que estaba en lo bajo de

la casa de Don Leoncio el comisario; la panadería de Catalina Baute (la rosquetera) enfrente la tiendita de Fernanda, las costureras Ángela y María; la venta de Doña Eusebia, D. Domingo Delgado (Febles), la zapatería de Siño Manuel chasnero, la carpintería de maestro Agrícola; el taller de costura de Obdulia Quijada; Don Emiliano Illada; la venta y panadería de Siña Graciliana, la venta y frutería de María la de Ramón el de Matilde; Manolo el sastre, la escuela de Doña Ángeles, en la que yo estuve de niño, D. Lucio Polo, la sociedad del Team Victoria (después depósito de Don Pedro el Tonelero), y por último, la casa de Pedro Estevez.

El reparto de leche de Pedro Díaz, terminando en la casa de D. Ángel Díaz y Doña Cleria, y en lo bajo la venta de Juan el de la esquina (más tarde de Mariana).

Quiero destacar la panadería de Catalina Baute (la rosquetera).

En aquel tiempo, aparte del pan y los exquisitos rosquetes, hacía unas tortas de acemite granditas, y estofadas, con una cruz en el centro harinadas. Eran riquísimas, muy solicitadas, de las que mi hermana Onelia fue una de sus mejores clientes. Las vendía en su negocio del Camino de Chasna.

En aquel tiempo, al no haber servicios de guaguas para los altos, nos era difícil enviárselas, porque solamente subían los coches con los turistas, y nosotros nos valíamos yendo al recodo (en la torrita) con el saco con ellas, y aprovechábamos los camiones que subían por el sisco para que se las llevaran, ya que ellos siempre paraban en la venta (tal vez pensando mal) a tomarse la mañana. Unas veces era Francisco barandilla, otras Pepe el ronco, o Sebastián Suárez, que siempre le acompañaba su señora Asencion Sánchez.

Por aquel entonces venían de la Isla Cristina (Huelva) las sardinas saladas, llamadas de barril. Las comprábamos y las envolvíamos en papel, llamado de vaso y les quitábamos la piel escachándolas en las puertas, y las comíamos con las tortas, y se largaban dos taponazos de vino; digo que se “largaban” porque la edad no me lo permitía.

Desde aquel tiempo, no las he vuelto a comer. De todo lo que he contado lamentablemente, ya solo quedan los recuerdos…”

 

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU

PROFESOR MERCANTIL

 

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