Fotografía de mi
colección particular tomada de mi
cámara.
En el muro del FACEBOOK del amigo de la Villa de La Orotava JESÚS ROCÍO
RAMOS, aparece un magnífico y extraordinario trabajo suyo que comparto con su
permiso, adaptado por ÁNGELA PÉREZ ROCÍO, que se tituló “LAS TORTAS DE ACEMITE DE CATALINA
BAUTE (LA ROSQUETERA)”: “…Hoy como todos
los días, salí a caminar y fui por la ruta, que por ser más llana lo hago con
mucha frecuencia. Salí de mi casa directo a la casa azul, y de allí
por la calle del Marqués; ya en
ella, me vi sorprendido por un ligero sereno, y me acogí debajo del balcón de
la casa de Don Leoncio Estévez, conocido como el comisario, y mientras esperaba
a que se quitara, me vino a la memoria cómo era aquella calle en mi
adolescencia.
Empecé a recordar por la
dulcería de Siña Nicolasa, enfrente estaban Ambrosio y Luciana, que se
dedicaban a la matazón y venta de carne de cochino; la venta de Don José Reyes,
la Panadería de Pancho el cojo, el bar que estaba en lo bajo de
la casa de Don Leoncio el
comisario; la panadería de Catalina Baute (la rosquetera) enfrente la tiendita
de Fernanda, las costureras Ángela y María; la venta de Doña Eusebia, D.
Domingo Delgado (Febles), la zapatería de Siño Manuel chasnero, la carpintería
de maestro Agrícola; el taller de costura de Obdulia Quijada; Don Emiliano
Illada; la venta y panadería de Siña Graciliana, la venta y frutería de María
la de Ramón el de Matilde; Manolo el sastre, la escuela de Doña Ángeles, en la
que yo estuve de niño, D. Lucio Polo, la sociedad del Team Victoria (después
depósito de Don Pedro el Tonelero), y por último, la casa de Pedro Estevez.
El reparto de leche de Pedro
Díaz, terminando en la casa de D. Ángel Díaz y Doña Cleria, y en lo bajo la
venta de Juan el de la esquina (más tarde de Mariana).
Quiero destacar la panadería de
Catalina Baute (la rosquetera).
En aquel tiempo, aparte del pan
y los exquisitos rosquetes, hacía unas tortas de acemite granditas, y
estofadas, con una cruz en el centro harinadas. Eran riquísimas, muy
solicitadas, de las que mi hermana Onelia fue una de sus mejores clientes. Las
vendía en su negocio del Camino de Chasna.
En aquel tiempo, al no haber
servicios de guaguas para los altos, nos era difícil enviárselas, porque
solamente subían los coches con los turistas, y nosotros nos valíamos yendo al
recodo (en la torrita) con el saco con ellas, y aprovechábamos los camiones que
subían por el sisco para que se las llevaran, ya que ellos siempre paraban en
la venta (tal vez pensando mal) a tomarse la mañana. Unas veces era Francisco
barandilla, otras Pepe el ronco, o Sebastián Suárez, que siempre le acompañaba
su señora Asencion Sánchez.
Por aquel entonces venían de la
Isla Cristina (Huelva) las sardinas saladas, llamadas de barril. Las comprábamos
y las envolvíamos en papel, llamado de vaso y les quitábamos la piel
escachándolas en las puertas, y las comíamos con las tortas, y se largaban dos
taponazos de vino; digo que se “largaban” porque la edad no me lo permitía.
Desde aquel tiempo, no las he
vuelto a comer. De todo lo que he contado lamentablemente, ya solo quedan los
recuerdos…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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