El amigo del Puerto de la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS
remitió entonces (06/11/2019) estas notas que tituló; “ADIÓS
AL CHAFLÁN CURVO (ESQUINA REDONDA)”: “…Hace algunas semanas
escribimos en el muro propio de una red social que pronto diríamos adiós a la
esquina redonda. Así, sin más, con algo de intriga o de enigma, a sabiendas de
que muchos usuarios, especialmente los portuenses, sabían/saben de qué rincón de
la geografía urbana estamos hablando.
Las obras de derribo han
comenzado y, en efecto, ese conjunto de edificaciones localizado en la
intersección de las calles Valois y Esquivel, en las inmediaciones de la Punta
de la carretera, justo enfrente del complejo 'Belair', pasará a ser historia.
Un chaflán curvo las identificó durante décadas y las integró en el lenguaje
coloquial: siempre tendremos algunos rasgos característicos, de los que nos
ocupamos en esta entrada, pero en unos meses la fisonomía urbanística será
otra.
Se trataba de un conjunto de
tres casas contigüas, gemelas, propiedad de la familia de Juana del Pino
Cabrera, sin olvidar la de Catuja Luis del Pino cuando casó con Miguel Tamajón.
Elementos distintivos, una cornisa de piedra y el parapeto elevado, típicos de
la arquitectura urbanística de principios de siglo. En los años cincuenta, el
arquitecto Félix Saénz Marrero se propone intentar la reforma con un proyecto
en el que se contemplan las dos alturas. Saénz se inspira en una de las fotos más
antiguas que se conservan: frente al citado complejo, inicialmente de uso
residencial turístico, un rascacielos de los sesenta, había un muro blanco
redondeado. Y se quedó 'esquina redonda'.
Dio nombre a la dulcería que se
mantuvo abierta durante años y algún que otro miembro de la familia que la tuvo
como medio de vida. El último morador fue Miguel Suárez Luis, activo y
destacado miembro de cofradías y celebraciones religiosas. La tía Dolores
(Lola) fue la verdadera 'alma mater', siempre presente, siempre atenta a la
confección, sus fórmulas celosamente guardadas, con las cantidades exactas de
azúcar, huevos, cacao, vainilla, guindas... en fin, todos los ingredientes que
distinguieron el sabor y los productos de la 'esquina redonda', además de un
inconfundible y gratificante aroma que embargaba a casi todo el barrio.
Entre esos productos -y no es
broma- estaban los célebres 'recortes de dulces', que los escolares devorábamos
para unas memorables meriendas., en la plaza de la Iglesia. O donde fuese.
Ahorrábamos y acudíamos al establecimiento para adquirir unos papelones que
surtían sobradamente.
Ya en los años ochenta, la
actividad comercial se amplió con una pequeña confitería, que continuaba la
tradición, y una oficina inmobiliaria, ya en los noventa, en régimen de
alquiler. Es probable que queden testimonios de su uso como vivienda de
alquiler turístico, cuando tras la reforma, igual que sucediera con otros
inmuebles espaciosos en el Puerto de la Cruz, acogía a turistas que convivían
con los propietarios durante sus vacaciones o durante una estancia más o menos
larga. Una suerte de pensión o residencia.
Pues ha llegado la hora de
decir adiós a la popular esquina redonda. El Puerto que fue, el Puerto que
conocimos y vivimos. La ciudad que ya es historia. El chaflán curvo que
distinguió a un sector de sus viales, entre clásicos (Esquivel) y modernista
(ampliación de Valois). Ahora, sin que sepamos si hay fuente inspiradora, una
nueva fisonomía. A ver…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ
ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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