Fotografía: Juan Ruano con su pincel y la paleta en
el Muelle del Puerto de la Cruz, antes la mirada de portuenses.
El amigo del Puerto de la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS.
Remitió entonces (26/09/2021) estas notas de su amigo JOSÉ MIGUEL MOLOWNY que
tituló; “EL ESTADIO DE ATLETISMO “JUAN RUANO””: “…Hace algo más de sesenta años yo era un joven atleta
del Colegio de San Ildefonso, en el que daba clases de Educación Física un
elegante profesor, con un chandal rojo, moderno para entonces, que se llamaba
Juan Ruano (1923). Se concentraba en los cursos de Bachillerato y un buen día
nos puso a todos los de mi clase a hacer un salto de longitud. Nos fue
separando en dos grupos y me tocó el minoritario. Ante mi preocupación de estar
entre los malos le consulté y me explicó que se trataba de ver con qué pierna
se batía al dar el salto, por lo que vine a saber que yo era zurdo, por botar
precisamente con la derecha.
No tardó en llamarme
para que me pusiera a saltar altura, y poco después para hacerlo con una vieja
pértiga de bambú. Empecé a destacar en ambos saltos y a ganar alguna
competición escolar, hasta que me convocó para decirme que tenía que abandonar
el estilo habitual del “rodillo interior” en el salto de altura y adoptar el
nuevo del “rodillo ventral”, que duró hasta que en la Olimpiada de Méjico de
1968 Dick Fosbury lo cambiara
todo e impusiera su nuevo estilo, ya único en todo el mundo. En aquel
inolvidable entrenamiento mejoré veinte centímetros y ese entusiasta entrenador
me pareció un “gurú” del atletismo.
Con el tiempo gané
los escolares en ambos saltos en el Campo de la Manzanilla y bajo su magisterio
logré los records juveniles de Canarias de aquellos saltos en el Estadio de
Martín Freire de Las Palmas. En nuestras buenas charlas, en las que Ruano me
hablaba de sus ya conocidas pinturas, hoy reputados cuadros de marinas y otros
temas, se interesaba ya en mis progresos con el dibujo, pues ya yo apuntaba a
la carrera de Arquitectura. Desde entonces, no paraba de hablar de su lucha por
conseguir un estadio de Atletismo para Santa Cruz y de sus gestiones con las
autoridades locales, pero las ayudas de entonces eran inexistentes.
Comprobé también que
Juan Ruano arrastraba la frustración de haber sido reiterado campeón de España
de 100 metros lisos, con mínimas para las Olimpiadas de Londres y Helsinki, a
las que no pudo asistir por falta de ayudas estatales, o federativas. Era de
todos conocido que se costeaba los desplazamientos a las competiciones en la Península
con la venta de sus cuadros. Era, sin lugar a dudas, el paradigma del
“amateurismo”.
Lo pude comprobar a
nada que pasé a entrenar con el inolvidable Club Aguere, que llevaba el padrazo
atlético D. Miguel Feria en aquella cuarteada pista de La Manzanilla.
No existían subvenciones,
ni técnicos que entrenaran,
las pistas se nos quebraban,
sólo había corazones
Pasaron los años y
me fui a estudiar Arquitectura a Barcelona, donde también estuve saltando como
externo en la Residencia Blume, a la que tuve que renunciar con mucha pena
porque mi responsabilidad de estudiante aplicado hacía imposible su
compatibilidad con la actividad de competición, mucho más exigente que cuando
me iniciaba en esta isla.
Ya en pleno
ejercicio profesional volví a ver a mi admirado Juan Ruano y me seguía contando
de la enorme dificultad de conseguir una pista - ni siquiera estadio - para
Santa Cruz.
Al poco tiempo tuve
la fortuna de entrar como miembro de la primera Corporación democrática del
Cabildo de Tenerife (1979-83) y pasé a convertirme en el primer Consejero
Insular de Deportes. Desde aquella posición y tras luchar y mendigar ante el
Consejo Superior de Deportes se logró la subvención para instalar la primera
pista de “tartán” en el Estadio de la Manzanilla. Juan Ruano, tiempo después,
se congratuló con aquel logro, pero me decía que Santa Cruz seguía sin un
estadio de atletismo.
Todos los que por
aquellas pistas nos conocimos fuimos envejeciendo y ya faltan muchos, pero en
1993 hubo un homenaje a dos geniales atletas, D. Miguel Feria y D. José María
Mendoza, y a ellos dediqué un corto poemario, en el que otra cuarteta decía:
Porque un atleta lo es,
desde que aprende a sufrir,
y lo lleva en su vivir,
aunque llegue su vejez.
Mi corolario
personal es que el Atletismo me imprimió carácter, como a tantos otros que lo
han practicado con entrega, y me ha servido para mantener una férrea disciplina
en la vida, y sobre todo y en los últimos años, ante un contratiempo
irreversible que va mermando mi movilidad, a la que contrapongo mis esfuerzos
periódicos de ejercicio. ¡Qué bueno haber sido atleta!
Ya fuera del Cabildo
vine a conocer el buen proyecto para el Estadio de Tíncer y su posterior
ejecución, que fue bautizado como CIAT, o Centro Insular de Atletismo de
Tenerife.
Hace escasos meses
un grupo de atletas veteranos, entrenadores nacionales, empezaron un
movimiento, al que no tardé en sumarme, para conseguir que ese estadio llevara
el nombre de Juan Ruano Rojas. Me pusieron al frente, no por méritos deportivos
sino por edad, y empecé a remar con todos ellos y con la Asociación de
Periodistas de Tenerife, así como con las Federación de Atletismo de Tenerife y
la Canaria, hasta que confeccionamos una documentada solicitud, con una
biografía de Juan Ruano, y la presentamos en el Cabildo y en el Ayuntamiento de
Santa Cruz.
En estos días ya
están en marcha los trámites ante Cabildo y Ayuntamiento de Santa Cruz para la
concesión del nombre de ese extraordinario atleta a ese estadio de Tíncer. Ese
gran hombre, paradigma, como he dicho, del “ameteurismo”, jamás cobró peseta
alguna por ir a competir donde se le invitara, algo que ya muchos modernos no
comparten por aceptar la mercantilización del Atletismo.
Me considero
enormemente satisfecho de haber luchado por un deportista ejemplar, que nos
dejó en 2004 sin haber conocido el fruto de sus esfuerzos.
Va aquí mi homenaje
personal a Juan Ruano, al que seguro se suman otros muchos atletas, actuales y
veteranos.
José Miguel Molowny…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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