Fotografía compartida:
Conversación con Jesús Bravo Bethencourt de Juan José Bacallado Aránega
(Barranco Hondo, Diciembre 2009).
El amigo de La Villa de La Orotava;
EVARISTO FUENTES MELIÁN, “ESPECTADOR”, remitió entonces (17/03/2022) estas notas
que tituló; “JESU
(PRONÚNCIESE YESU)”: “…Querido
Jesu:
Te veía
alguna vez en la playa de Martiánez, por los años setenta, copiando las
andanzas (<nandanzas>) de tu inolvidable padre, don Telesforo Bravo, que
se atrevía de joven a cruzar la marea y bordear el acantilado de Martiánez,
hasta la Laja de la Sal, acantilado que llamábamos también <La Fuga>, por
donde de pequeños los de la Villa, más de una vez, bajamos andando
peligrosamente, hasta llegar a la arena movediza y cambiante de la playa de
nuestros amores.
La
línea de flotación no existía, la mayoría de los días del año era sustituida
por un oleaje agresivo, espumoso y rompiente, con similar peligro que el que
corría en la película “Moby Dick”, el caza ballenas Gregory Peck, en el papel
de capitán Ahab, en el barco ballenero Pequod, película rodada en aguas de
Canarias, en 1956.
Yo, un
cobarde nacido en el interior, relativamente lejos del mar, te admiraba y
miraba desde lejos…y te envidiaba incapaz de acompañarte por mi cobardía, en
esa aventura marinera, en la que tú llegabas más allá del Risco de la Restinga,
mientras yo tomaba un Orange Crush en el pequeño bar que por aquellas fechas
habían instalado al borde de las escaleras de bajada hacia el Charco de la
Soga, que hizo las delicias de nuestra infancia, cuando la mar estaba llena y
eternamente alborotada.
Una vez
quise acompañarte, adentrándome en la marea, pero yo, que soy relativamente de
tierra adentro, no pude físicamente seguirte tras tus olas y me quede
cobardemente en la orilla.
Estuviste
en Madrid varios cursos, de estudiante de la licenciatura de Geología,
especialidad que incongruentemente no había en la Universidad de La
Laguna (ULL), en una tierra canaria llena de volcanes de todas las
marcas y tamaños.
Al
terminar tu carrera en la Complutense, te enrolaste de profe en la ULL y allí
pasaste unos buenos años impartiendo clases de teórica y prácticas a un
alumnado que te quería como docente y como compañero. Hubo
chicas que se enamoraban de ti, pero tú preferiste ir de flor en flor, como un
abejón singularmente pacífico, que en vez de <picar> a sus admiradoras
abejitas, prefería comentar y abrir diálogos y debates en temas tan
interesantes en un mundo ambiental agresivo desconsiderado, del que no se sabía
si iba a ver un mañana en paz, como desgraciadamente está ocurriendo con esa
guerra de Ucrania, inconsecuente, inexplicable y reñida con tu pacifismo
interior innato.
Esa tesitura
belicosa casi universal, seguro que te atormentaba interiormente; tu corazón
falló más de una vez y te repusiste internado en el hospital durante
un mes, entre la vida y la muerte. Eso fue hace unos veinte años, pero
conseguiste rehacerte con la paciencia y filosofía habitual que te caracteriza,
y volviste al Puerto de tus amores, Puerto de la Cruz, con tus amistades
femeninas casi todas, con las que conseguías, con tu verbo y sapiencia,
conquistarlas para ser oído como un catedrático que va bien por la vida,
impartiendo útiles lecciones de cultura general.
Al final,
estos últimos años, yo te tenia <calado> (argot canario), vigilado de
lejos, sin tú saberlo, cuando te veía bajar a la Plaza del Charco,
aproximadamente a las diez y veinte AM de cada jornada, a tomar tu cafetito,
pedido en la barra del lado sur del Dinámico, para tomártelo a sorbos en una
mesa de la cafetería de enfrente, lado este de la plaza…Y te veía leer la
prensa o alguna revista científica de categoría superior.
Yo, un
villero irrepetible, me enamoré del Puerto y me casé en el Puerto
porque me enamoré de una chica risueña, de las que se reían conmigo cuando la
batalla de flores y sortijas de las Fiestas Patronales de Julio.
Tú preferiste
seguir enamorado del entorno, pero soltero, célibe eternamente, a lo largo de
tu currículum vitae. Esa fue tu decisión, que todos respetamos como no podía
ser de otra manera.
Y hace
pocas semanas, ingresaste de nuevo en el Hospital General con alguna
cardiopatía, y al sentir que te morías tuviste la valentía de pedir que te
regresaran al Puerto de tus amores. Con el tiempo suficiente para descansar definitivamente
en paz aquí, junto a tu hogar familiar, aquel en el que tu también inolvidable
campechano progenitor, freía papas para la cena de Navidad, cuando invitaba a
la familia más cercana a celebrar la Navidad y a partir el Fin de Año y por el
Día de Reyes, cuando tú repartías abundantes regalos casi siempre libros, que
regalabas espléndidamente a tus sobrinos carnales, que jamás van a olvidar
–como yo—la presencia imprescindible e imperecedera, presencia física y mental
de tu persona en nuestras vidas.
Descansa en
paz, Jesús Bravo, Yesu para los amigos y familiares…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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