En el muro del FACEBOOK del amigo de la Villa de La Orotava
JESÚS ROCÍO RAMOS, aparece un magnífico y extraordinario trabajo suyo que
comparto con su permiso, adaptado por ÁNGELA PÉREZ ROCÍO, que se titula “EL CALDERO DE LAS NATILLAS”: “…En tiempos de mi
adolescencia, las repartidoras de la leche, las llevaban a las casas, dándoles
un gran movimiento a las calles. Recuerdo, entre las que yo conocí a Gloria, Tomasa,
Otilia, Ifigenia, Lourdes, Lala y Domingo a las hermanas Carmen y Felicia, a
Domingo el Benijero, que se daba un tonito con la lechera grande en la cabeza,
y en la manos la medida. También de otra manera a Andrés el de Laura, con el
furgón, en la Torrita a Don Pedro Díaz en la calle del Marqués, y a los
Pascasios que venían de la Perdoma. Estos tres últimos vendían por aquí y la
llevaban a Santa Cruz.
A mi casa la traía Eufemia,
hija de José Barreto, un amigo de mi padre. Cuando secaban a las vacas, mi
madre me mandaba a comprar a la gañanía en los trazos que estaba, donde más
tarde fabricó Marcelino Correa, o la Candelaria del lomo a la casa de Doña
María la Cruzantera. Muchas veces regresaba con la cacharra vacía, al decirme
Doña María, que ya no le quedaba. La de cabra nos la traían de regalo algunos
de los clientes del campo, o mi madre se la compraba a Adrián, el cabrero, que
pasaba todos los días por mi casa con las cabras, y si no lo veía me mandaba
otra vez con la cacharra al campo de la garrota, que era donde allí paraban por
las mañanas.
Mi madre para hacer las
natillas, prefería la leche de cabra, y si no la conseguía, las hacía con la de
vaca. Usaba un sobre de tamatina del barco, como la llamaban en aquel tiempo, y
con galletitas menudas que eran de la fábrica Saydo, que venían a granel ¡qué
buenas le quedaban! había que vernos como nos peleábamos en casa después de
hechas por las raspas del caldero.
Me gustaría saber: ¿en qué casa
no pasó lo mismo? También hacía un arroz con leche riquísimo. Les puedo
asegurar que si no tenía leche de cabra, no lo hacía. Se daba el caso que en
aquel tiempo, se conseguía leche, pero el arroz era escaso, hoy aquellas
repartidoras y aquellos ganaderos, desaparecieron, dando paso, a la leche en
polvo, que empezó a venir. Recuerdo en latas de 25 kilos, y era racionada,
confieso que a mi no me gustaba, lo mismo que con el dichoso queso, que nos
daban en las raciones; no nos gustaba porque decíamos que daba olor a patas
sudadas.
Con el tiempo, llegó la leche
en polvo en paquetes de 1kilo, conocida por los Negritos de JSP, y más tarde,
para mayor comodidad, líquida en tetrabrik de 1 litro, conocida como leche
Millac también de JSP. Aunque no era leche, sino un derivado también
desapareció; afortunadamente hoy estamos abastecidos, con otras marcas. También
vienen hoy las natillas y el arroz con leche ya elaboradas, serán muy buenas,…,
pero como las que hacía mi madre,…, ni hablar…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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