domingo, 31 de julio de 2022

EL CALDERO DE LAS NATILLAS

En el muro del FACEBOOK del amigo de la Villa de La Orotava JESÚS ROCÍO RAMOS, aparece un magnífico y extraordinario trabajo suyo que comparto con su permiso, adaptado por ÁNGELA PÉREZ ROCÍO, que se titula “EL CALDERO DE LAS NATILLAS”: “…En tiempos de mi adolescencia, las repartidoras de la leche, las llevaban a las casas, dándoles un gran movimiento a las calles. Recuerdo, entre las que yo conocí a Gloria, Tomasa, Otilia, Ifigenia, Lourdes, Lala y Domingo a las hermanas Carmen y Felicia, a Domingo el Benijero, que se daba un tonito con la lechera grande en la cabeza, y en la manos la medida. También de otra manera a Andrés el de Laura, con el furgón, en la Torrita a Don Pedro Díaz en la calle del Marqués, y a los Pascasios que venían de la Perdoma. Estos tres últimos vendían por aquí y la llevaban a Santa Cruz.

A mi casa la traía Eufemia, hija de José Barreto, un amigo de mi padre. Cuando secaban a las vacas, mi madre me mandaba a comprar a la gañanía en los trazos que estaba, donde más tarde fabricó Marcelino Correa, o la Candelaria del lomo a la casa de Doña María la Cruzantera. Muchas veces regresaba con la cacharra vacía, al decirme Doña María, que ya no le quedaba. La de cabra nos la traían de regalo algunos de los clientes del campo, o mi madre se la compraba a Adrián, el cabrero, que pasaba todos los días por mi casa con las cabras, y si no lo veía me mandaba otra vez con la cacharra al campo de la garrota, que era donde allí paraban por las mañanas.

Mi madre para hacer las natillas, prefería la leche de cabra, y si no la conseguía, las hacía con la de vaca. Usaba un sobre de tamatina del barco, como la llamaban en aquel tiempo, y con galletitas menudas que eran de la fábrica Saydo, que venían a granel ¡qué buenas le quedaban! había que vernos como nos peleábamos en casa después de hechas por las raspas del caldero.

Me gustaría saber: ¿en qué casa no pasó lo mismo? También hacía un arroz con leche riquísimo. Les puedo asegurar que si no tenía leche de cabra, no lo hacía. Se daba el caso que en aquel tiempo, se conseguía leche, pero el arroz era escaso, hoy aquellas repartidoras y aquellos ganaderos, desaparecieron, dando paso, a la leche en polvo, que empezó a venir. Recuerdo en latas de 25 kilos, y era racionada, confieso que a mi no me gustaba, lo mismo que con el dichoso queso, que nos daban en las raciones; no nos gustaba porque decíamos que daba olor a patas sudadas.

Con el tiempo, llegó la leche en polvo en paquetes de 1kilo, conocida por los Negritos de JSP, y más tarde, para mayor comodidad, líquida en tetrabrik de 1 litro, conocida como leche Millac también de JSP. Aunque no era leche, sino un derivado también desapareció; afortunadamente hoy estamos abastecidos, con otras marcas. También vienen hoy las natillas y el arroz con leche ya elaboradas, serán muy buenas,…, pero como las que hacía mi madre,…, ni hablar…”

 

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU

PROFESOR MERCANTIL

 

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