En el muro del FACEBOOK del amigo de la Villa de La Orotava
JESÚS ROCÍO RAMOS, aparece un magnífico y extraordinario trabajo suyo que
comparto con su permiso, adaptado por ÁNGELA PÉREZ ROCÍO, que se tituló “LA CANDELARIA DEL LOMO”: “…Hoy en mi paseo, me apeteció ir a La Candelaria del Lomo y por el camino
me hizo trasladar a mis años de adolecente y me vino a mi memoria como era
antes, La Candelaria. Cuantas cachetadas me lleve de mi madre por ir a jugar al
improvisado campo de fútbol, que estaba dentro del barranco de La Candelaria.
Allí nos juntábamos todos los chicos para jugar a la pelota. Llegábamos a las
casas de tierra hasta los topes y con las lonas todas rotas. Después me puse a
contar las casas que aún quedaban y los que vivían en ellas. En aquel tiempo,
algunas retocadas, pero siguen estando. La calle la Candelaria era de un solo
sentido, pero en aquel entonces no había mucho problema, porque pasaban más
bestias que coches y camiones.
Empecé por la entrada a La
Candelaria, antes: “Tira la Manga”. Por aquel entonces, las calles eran de
tierra y piedras, pude comprobar que siguen estando las siguientes: La casa de
Siña María German (Chano y Olegaria), La panadería de los Nuñez, la de Siña
Carmen Estirada(Antonio Rivero), la de Siña Nicolasa (Ramón Nieto), la de
Pancho Barranco, la de Herminia (la Salera), la de Siña Ana (la Coronada), la
de Siña Consuelo y Siño Agustín Rivero pasando el callejón del pico, la de
Candelaria la de Valentín (Cecilia ), las chicas de la Fariña y haciendo
esquina con el callejón de la fariña: Victoria la de la venta, los cruzanteros
Ángel (el lela) y en la entrada al callejón del lomo, donde estaba la venta de
Mariquita y Eugenio; Silverio, Siño Rafael Amaro, Argelio y Sofía; y la de Siño
Urbano, que sin perder su estilo, hoy convertida en centro de mayores.
Todas las fincas de aquel
tiempo, se convirtieron en edificios y urbanizaciones, como las de la fariña:
la de Doña Antonica (Herreros). Esta tenía la entrada por la casa de los
medianeros que sobresalía un poco de la calle y en un lado de la pared había un
pequeño nicho con una imagen de la Virgen de La Candelaria. En aquel entonces
eran los medianeros: Prudencio Morales, Carmen y familia. Después llegaron
Domingo e Irene. Tenían vacas y le comprábamos la leche que la traía a mi casa
su hija Mercedita. Un poco más allá estaba la casa de los Cruzanteros, una
familia muy numerosa y muy amigos de mi casa. En frente tenían un portalón, que
era la entrada a su finca. Recuerdo ir a su casa todos los días, a traer la
leche que me la despachaba su madre Doña María. Yo no conocí a su marido y
recuerdo ver a sus hijos Guillermo, Manolo el (remache) y Antonio paseando por
las calles a lomos de un precioso caballo. También a sus hermanos Domingo,
Pedro, Pepe, Augusto y a las hermanas Bárbara, María, Nieves y Rafaela. Solo
está con nosotros, Augusto.
Referente a la ermita ignoro
quién eran los propietarios de la finca donde estaba. Como siempre he dicho, no
soy un historiador ni cosa parecida, me limito a contar mis vivencias. Allí
vivían Don Jesús, Don Lorenzo, Doña Matilde y demás familiares y eran los
encargados de la ermita. No sé si de las fiestas que se celebran el día dos de
febrero, día de la Virgen. Pegada a la derecha de la ermita había un callejón
que llegaba hasta la Cancela, llamado “callejón del risco”. Una semana antes
por mi casa veía pasar a varios hombres, tal vez de la comisión cargando a
hombros las plumas que eran de madera, pintadas de azul y blanco que las
llevaban prestadas de la Iglesia de San Juan y después las adornaban al pie con
ramas de haya y con hojas de palmas y de una pluma a otra le colgaba un
barquito hecho de cañas y papel de seda juntos con otras banderitas que
adornaban la calle hasta la ermita y por fuera uno grande, donde lo llenaban de
fuegos artificiales y los quemaban a la entrada de la Virgen y los hacia el
vecino conocido como: Ángel (el lela). A la entrada de hoy la calle de La
Candelaria, esperaba uno de la comisión la llegaba la banda de música con unos
cañones y tocando un pasacalle llegaba hasta la puerta de la ermita para
acompañarla en procesión a la Virgen que la traían al callejón de la estopa
(hoy calle de la estopa) y la subían por la calle del Castaño (hoy Domingo
Glez), siendo acompañada por mucha gente, sobre todo, por los vecinos del
Montijo, del Paso y del Camino de Chasna que le tenían mucha devoción a la
Virgen y algunos a cumplir las promesas.
Al siguiente año era al revés,
bajaba por la calle del Castaño (hoy Domiingo Gonzales) y subía por el callejón
de la Estopa (hoy calle de la Estopa), al paso de la Virgen por las casas era
tradición echarles unas ruedas de fuego. También celebraban festejos populares.
Recuerdo como niño, nos encantaban las carreras de saco y las sortijas a
burros; las cintas regalaban las chicas del barrio, algunas pintadas, bordadas
o con flecos y poniendo su nombre, tal vez algún curioso conserve. Alguna
siempre aparecía con su burro, Prudencio Morales medio entonado cogiendo las
cintas con la mano, el burro se paraba debajo del palo que colgaban las cintas
y no había forma de que caminara el que sí y el burro que no era todo un
espectáculo provocando las risas a todos. Mis amigos y yo nos trepábamos en los
muros de la finca los cruzanteros que, en aquel tiempo daban para la calle y
allí lo veíamos todo.
Así eran las fiestas que yo
recuerdo, más tarde, como todos sabemos que nuestro querido párroco Don Domingo
Hernández Fabricó la nueva Iglesia y las fiestas fueron muy mejoradas con
festivales, conciertos, Verbenas, etc.
Mi paseo me salió redondo,
porque de vuelta a mi casa al pasar por el callejón del Romero (hoy calle
romero), donde vive mi hermana me invitó a almorzar y me sorprendió con unas
papas rellenas exquisitas, como se dice vulgarmente, para chuparse los dedos y
allí terminé mi paseo evocando aquellos bonitos recuerdos.
Mi comentario lo enriquece la
voz del gran vocalista y amigo Arístides Galán, con la orquesta Casablanca…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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