Fotografía compartida con
BASKETMANIATENERIFE.es.
Ramón Moliné con José Carlos Cabrera ex
del CB Real Club Náutico y CB. Canarias.
El amigo del Puerto de la Cruz; SALVADOR
GARCÍA LLANOS, remitió entonces (09/05/2024), estas notas que tituló; “¡CANASTA
DE MOLINÉ!”: “…Ramón Moliné vino a la isla para cumplir el servicio
militar y ya se quedó para toda la vida, en la que integró la práctica del
baloncesto con el ejercicio profesional en el sector de seguros. Fue
componente de aquel entusiasta e inigualable Náutico que le podía al Barcelona
y al mismísimo Joventut de Badalona, equipo del que procedía y que se proclamó
campeón de Liga en la tempotrada 1966-67
--¡Canasta de Moliné!-,
exclamaba Pascual Calabuig, relator de Televisión Española, aún en blanco y
negro en cualquiera de las transmisiones que conducía los domingos al mediodía
desde la vieja cazuela de la avenida de Anaga, inequívoca seña del costumbrismo
dominical isleño en la década de los sesenta/setenta del pasado siglo.
--Dos puntos más de Moliné, que
aumenta la ventaja tinerfeña a diez puntos-, seguía narrando Calabuig, mientras
apagaba su voz el clamor de las cuatro paredes de Anaga, por donde aparecerían,
igualmente, Paco Álvarez Galván y el siempre joven José Manuel Pitti.
Tiempos heroicos y años dorados
del basket tinerfeño.
Ramón, cuando dejó el deporte
de la canasta, después de ocho años con los colores nautas, ya se había
convertido en uno de los nuestros, sufriendo como el que más cuando esa
disciplina entró en crisis y cuando los esfuerzos por superarla se
multiplicaban en el área metropolitana. Hasta que cristalizaron. Y ahí también
estuvo Moliné para apoyar como uno más, para disfrutar con el interminable
desfile de canastas en el que también terminó participando, por cierto, su hija
Yolanda que prolongaba así la senda familiar, adornada con la vitola de
internacional absoluta con el equipo nacional hasta en cincuenta ocasiones.
El periodista
deportivo Agustín Arias, editor de basketmanía.com, un
completísimo digital de baloncesto, ha escrito que Moliné reunía “los diez
valores humanos más importantes: el respeto, la empatía, la responsabilidad, la
solidaridad, la voluntad, la honestidad, la compasión, el amor, el perdón y la
gratitud, si bien quienes le conocimos desde aquellos partidos memorables en la
cancha de La Marea,
podríamos añadir la tolerancia, la humildad, la sensibilidad… Aquí, en nuestra
tierra guanche, resumiríamos estos elogios en una frase: Un puntal y bonachón”.
Lo fue dentro y
fuera de la cancha. Calabuig lo hubiera relatado, más o menos así:
-Su paso por esta
vida y sus canastas es memorable…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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