El
amigo desde la infancia de la Villa de La Orotava y compañero de docencia en el
IES La Orotava Manuel González Pérez; ADOLFO PADRÓN PACHECO remitió entonces
(11/05/2018) estas notas y foto que tituló; “MAESTRO IGNACIO, EXTRAORDINARIO
EBANISTA Y CARPINTERO”, que reproduzco hoy 27 de Mayo del 2024, por su
fallecimiento a los 96 años de edad, un abrazo maestro hasta siempre: “…Quiero
reflejar en este escrito la figura de un artesano que, a sus noventa años,
aportó al mundo laboral una enorme profesionalidad en cuanto a conocimientos y
técnicas del mundo de la ebanistería y la carpintería. También como persona ha
sabido transmitir su afecto a cuantos han querido apreciar su amistad. Me
refiero a DOMINGO IGNACIO BENÍTEZ HERNÁNDEZ. Ebanista y carpintero con una extraordinaria
agudeza en el manejo de las herramientas, en el acabado de muebles y todos los
trabajos para la edificación que pasaron por sus manos. En todo el tiempo que
lo tuve como maestro, junto a mi querido padre, no fue sino un sinfín de
conocimientos aportando a mi formación una gran experiencia. Trabajó en nuestra
industria familiar treinta y un años, mostrando interés y empeño en el quehacer
diario del negocio hasta su jubilación. Emigró a Venezuela, donde vivió durante
bastantes años, teniendo mi padre la suerte de contratarlo cuando regresó a su
tierra. Allá acrecentó la maestría, que ya había adquirido aquí, y que supo
transmitir a los que trabajaron con él. Por el taller pasaron muchos
profesionales que con el tiempo montaron sus empresas, pero “Maestro” Ignacio
no quiso seguir los pasos de sus compañeros de oficio.
Su temperamento no era para enfrentarse al
mundo de los negocios porque ya conocía los pros y contra del mundo
empresarial. Hombre de una gran serenidad y templanza, solventando cualquier
eventualidad que surgiera y que ya yo quisiera para mí. Supo enfrentarse con
honestidad, en los momentos difíciles en que la industria pasó por situaciones
de crisis, defendiendo su puesto de trabajo con valor. Respetaba la puntualidad
y si por circunstancias del trabajo había que dedicar más tiempo de la jornada,
ahí estaba él para “arrimar el hombro”. En todo el tiempo que estuvo en el
taller solo causó baja una vez, recuerdo, y no por enfermedad sino por una
necesidad apremiante como era operarse de cataratas. Guardo muy buenos
recuerdos con él, en el que junto con otro gran compañero y profesional
ebanista y carpintero Tomás Pérez González, disfrutamos momentos inolvidables
que compartimos cuando el oficio quedaba relegado para el siguiente día. Desde
aquí quiero transmitir nuestra más sincera gratitud, junto con la de mis
hermanos, a este extraordinario maestro ebanista y carpintero, por haberlo
tenido como referente, del que su sabia profesionalidad supo calar en mi
formación…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
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