El amigo del Puerto de la
Cruz; AGUSTÍN ARMAS HERNÁNDEZ, remitió entonces (30/06/2018) estas notas y
fotografía que tituló; “EN EL XXXI ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE DON
LUIS GÁLVEZ MONREAL (ROMANCE DEL PUERTO DE LA CRUZ)”: “…Destapé el baúl de los recuerdos.
Rebuscando encontré algo muy interesante: dos trabajos
literarios de lo más lindo que se ha escrito sobre
el Puerto de la Cruz; pensé que se habían extraviado, pero no era así, sino que
dormían, en el fondo del arcón, el largo sueño de los tiempos.
Un romance y un poema, que muchos no
conocen, sobre todo la gente, más joven. Son de un valor extraordinario. Y,
permanecieron olvidados en el vetusto mueble, durante varias décadas. El
romance, que data de los años 40/50, dice mucho del pasado histórico
y glorioso, de la hoy Ciudad Turística de Canarias. Y, el poema otro
tanto de su belleza y ubicación.
Hoy vamos a entrar en el lindo romance, y
conocer el nombre de su autor y, también, algo de su biografía.
“Para propicia ocasión, pienso
no muy lejana, dejaremos el segundo poema, y
el nombre de su autor etc.”
D. Luis Gálvez Monreal, autor de este
primer trabajo literario, nació en Madrid el año 1911 y falleció en Puerto de
la Cruz (Venezuela) el 24 de Enero de 1987, a la edad de 76 años. Fue su esposa
Luisa Acosta Miranda (hija de D. Andrés Acosta). Fruto de dicho enlace fueron
tres hijos: Luis, Caridad y Andrés Gálvez Acosta.
Conocí, personalmente, a D. Luis Gálvez,
y a su familia, en los años 50 del siglo XX cuando andaban por estos lares.
Sabía que era profesor, Escritor y poeta muy famoso. Pero no lo traté
íntimamente, cosa que he lamentado mucho. Pero, si conozco muy bien a mi gran y
buen amigo Melecio Hernández Pérez, Memorista e historiador de temas isleños,
especialmente los que se refieren al Puerto de la
Cruz y sus avatares. Melecio fue alumno de D. Luis Gálvez cuando impartía sus
clases en la hoy Ciudad Portuense, (en aquel entonces pueblo). En la década de
los 40 –siglo XX- funda la Academia Gálvez en la casa familiar de su suegro,
calle Cólogan (concretamente en Junio de 1949. Melecio conserva,
aun. Un recibo de las clases recibidas en el mes de Junio de 1949,
su valor es 40 pesetas. Lleva firma.
Acudí a mi amigo Melecio en
busca de información sobre el personaje que estamos tratando. He aquí lo que me
transmitió, de sus escritos ya publicados en otros medios:
“Luis Gálvez Monreal, fue
personaje de grata memoria que, como profesor, dedicó gran parte de su vida a
la enseñanza por antonomasia; pero como hombre de letras, tuvo alcance
internacional como escritor y poeta qué compartió su obra entre las
dos orillas atlánticas.
Nuestro personaje, que
había nacido en Madrid, iba a quedar ligado para siempre al Puerto
de la Cruz al contraer matrimonio con una
portuense. En la población norteña estableció su
hogar en un ambiente liberal, muy propio de la
idiosincrasia del Puerto de mitad de siglo XX, que se abre a su
espíritu tertuliano. En tiempo de ocio,
ávido de la libertad que
le privaba el régimen de entonces, gustaba disfrutar
de dos espacios del mar y el campo.
De su creación literaria son buera
muestra sus dos novelas más conocidas
que guardan relación con el paisaje y la vida
de nuestros pueblos. «Dos mundos y un
volcán» (Editorial Oceánida, Madrid 1952), de
favorable critica y acogida, fue declarada
por la Universidad de Oxford, cómo obra de
interés para los estudiantes de lengua castellana y otros centros de estudios
superiores del Viejo Continente.
Como opina «El
Universal» de Caracas, el torbellino dé las
pasiones dé Gálvez se había serenado un poco, y era posible
escribir. En dicho periodo se
torna prolífero y alcanza varios
premios, de prestigio revelándose come escritor de garra
y carácter.
No hay que omitir que el intelectual
había sido un «ex cautivo, fichado como desafecto a un régimen de
fuerza».
Sería su convicción ideológica una
de las razones que le mueven a cruzar el Atlantito. Y así, en plena madurez, arriba
a Venezuela. Para entonces, Luis Gálvez gozaba de autoridad literaria en el
país venezolano, pues era ya conocido por sus trabajos en las
revistas caraqueñas «Tierra Firme» y << Lírica hispana», que
no duda seleccionar su nombre y una parte de
su obra en un número extraordinario dedicado a «Tres poetas
de la guerra de España».
El periodista, escritor y
vate, dirige allá por la década de los sesenta el diario «La Prensa>>
(Venezuela). Al radicarse en Anzoátegui, ejerce la docencia y el periodismo,
dos de sus mayores pasiones. Dirige también «El Tiempo», «La Voz Caribeña», «El
Barcelonés», entre 'otros medios de comunicación social, y es fundador del
desaparecido «Diario de Oriente».
Siendo director del Liceo Cajigal, de
Barcelona (Venezuela), publica un libro por iniciativa de sus alumnos que
recopilan parte del material literario y poético disperso en periódicos y
revistas. «Cosecha crepuscular» (1980) es el feliz resultado. La obra la
conforman cuatro capítulos que recogen romances, el relato «La casa del diablo»
y la novela corta «Eslabones y sortijas».
Muchos de sus romances siguen anidando
actualmente en la memoria del pueblo portuense. El dedicado al Puerto, que
lleva el nombre de la ciudad turística, es un vivo ejemplo”. Deleitémonos
leyendo el tan bonito y delicado romance.
Tenía
la tarde aquella
una cúpula de incendios
con claros de amaneceres
y verdes de mar abiertos.
una cúpula de incendios
con claros de amaneceres
y verdes de mar abiertos.
¡Madre,
que tarde más guapas
estas tardes de mi puerto:
cielo de tules rosados
sobre un mar de plomo inquieto.
estas tardes de mi puerto:
cielo de tules rosados
sobre un mar de plomo inquieto.
I
¡Ay,
Puerto, mi Puerto mío!
¡Ay, Puerto mío, mi Puerto!
¡Ay, Puerto mío, mi Puerto!
Espolón
lleno de casas,
que te fuiste, mar adentro,
buscando no sé qué rumbos
por no sé qué derroteros.
Ya perdiste tus castillos
y no tienes tus conventos.
Tus calles, ahora desiertas,
echan llorando de menos
pasos torpes y canciones
de marinos extranjeros
que te llenaban de plata
a cambio de vino añejo
sangre de venas inquietas
que regaba el mundo entero.
que te fuiste, mar adentro,
buscando no sé qué rumbos
por no sé qué derroteros.
Ya perdiste tus castillos
y no tienes tus conventos.
Tus calles, ahora desiertas,
echan llorando de menos
pasos torpes y canciones
de marinos extranjeros
que te llenaban de plata
a cambio de vino añejo
sangre de venas inquietas
que regaba el mundo entero.
II
¡Ay,
Puerto, mi Puerto mío!
¡Ay, Puerto mío, mi Puerto!
¡Ay, Puerto mío, mi Puerto!
En
mis delirios te busco
y en mis delirios te encuentro.
A mi conjuro, se pueblan
tus caserones, ya viejos,
y sus salas resplandecen
con festines versallescos.
y en mis delirios te encuentro.
A mi conjuro, se pueblan
tus caserones, ya viejos,
y sus salas resplandecen
con festines versallescos.
Oro
y plata en las pelucas;
plata y oro en los cubiertos.
“Tisus” y “muares” finísimos
en los escotes abiertos.
Ritmo alegre de pavanas,
reverencias y minuetos…
plata y oro en los cubiertos.
“Tisus” y “muares” finísimos
en los escotes abiertos.
Ritmo alegre de pavanas,
reverencias y minuetos…
Pulidos
maestros de baile
que de la Francia vinieron.
Deslumbradores estrados,
tertulias y mentideros
que se podían comparar
con cualesquier de su género.
(Lejos, en la mar inquieta,
lejos, en el mar incierto,
al rumor de los cordajes
arrancado por el viento,
evoca al marino rubio,
capitán de algún velero
horas felices, pasadas
cierta noche allá en el Puerto.)
que de la Francia vinieron.
Deslumbradores estrados,
tertulias y mentideros
que se podían comparar
con cualesquier de su género.
(Lejos, en la mar inquieta,
lejos, en el mar incierto,
al rumor de los cordajes
arrancado por el viento,
evoca al marino rubio,
capitán de algún velero
horas felices, pasadas
cierta noche allá en el Puerto.)
III
¡Ay,
Puerto, mi Puerto mío!
¡Ay, Puerto mío, mi Puerto!
embalsamado en ausencias,
en olvido y en el silencio.
Recostado en los encajes
que la mar te ha ido tejiendo
parece como que añoras
otra vida y otros tiempos.
Yo, mi Puerto, te llorara,
te lloraría como muerto
si no supiera que sufres
un letargo pasajero.
Tienes colores de joven
lozano, jugoso, fresco,
paisajes de maravilla,
alrededores de ensueño…
A los pies del viejo Teide,
coloso, ceñudo, serio,
pareces como una perla
que el Valle guarda en su seno.
¡Ay, Puerto mío, mi Puerto!
embalsamado en ausencias,
en olvido y en el silencio.
Recostado en los encajes
que la mar te ha ido tejiendo
parece como que añoras
otra vida y otros tiempos.
Yo, mi Puerto, te llorara,
te lloraría como muerto
si no supiera que sufres
un letargo pasajero.
Tienes colores de joven
lozano, jugoso, fresco,
paisajes de maravilla,
alrededores de ensueño…
A los pies del viejo Teide,
coloso, ceñudo, serio,
pareces como una perla
que el Valle guarda en su seno.
¡Ay,
Puerto, mi Puerto mío!
¡Ay, Puerto mío, mi Puerto!
¡Ay, Puerto mío, mi Puerto!
Luis Gálvez Monreal.
Posdata: el Romance fue premiado en los
juegos Florales celebrados en el Teatro
Topham el 25 de enero de 1947.
El 5 de agosto de 1997, siendo alcalde
Marcos Brito Gutiérrez, recibió de manos del portuense Gregorio
Llanos la donación de libros de Gálvez para la Biblioteca Iriarte de esta
Ciudad.
La letra del himno al Puerto de la Cruz
es de D. Luis Gálvez con música del compositor D. Enrique Ortiz (1807-1961).
Parte
de este escrito esta tonado de un artículo que, sobre el personaje,
Hace
mi querido amigo Melecio Hernández Pérez, en el rotativo “El Día” el
Sábado 2 de Agosto de 1997…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
No hay comentarios:
Publicar un comentario