El amigo desde
la infancia de La Villa de La Orotava; ANTONIO LUQUE HERNÁNDEZ. Remitió
entonces (30/04/1995) estas notas que tituló; “A DON GUILLERMO CAMACHO Y PÉREZ
GALDÓS”.
Publicadas en LA PRENSA, EL DÍA (SANTA
CRUZ DE TENERIFE), domingo 30 de abril de 1995: “…EL día tres de abril 1995, cercano a cumplir los 97 años, se
extinguió la vida de don Guillermo Camacho. De la tristeza que nos produce su
muerte, consuela la fortuna de haber podido contarse, a sí mismo, la razón de
su propia vida, desde una clarividente vejez, ausente de ella esa decrepitud
que tantas veces oscurece y hace casi vegetal la vida de los ancianos. En mis
frecuentes visitas a su casa, podía comprobar la pervivencia de su memoria, de
su inteligencia y de su espíritu.
Escucharle fue asistir a una amena lección, su conversación
llana ya la vez humanista nos traía a la mente figuras bien dibujadas,
historias finas y sentenciosas, dichos llenos de buen sentido, y siempre las
ejemplares vivencias de un caballero cristiano. No pude acudir a la última
despedida, pero al conocer su muerte vinieron a mí los gratos recuerdos de su
amistad ahora definitivamente perdida. Poseía el amigo desaparecido una extraordinaria
inteligencia, una vastísima cultura, unidas a una memoria formidable,
cualidades que le conferían una personalidad difícilmente superable, porque
además unía a estas cualidades humanas, virtudes teologales, fe profunda, que
afloraba y daba un tono trascendente y bondadoso a su trato.
Había nacido en Santa Cruz de Tenerife, el 12 de mayo de 1898,
hijo del general de Artillería don
Guillermo Camacho, y de doña María del Carmen Pérez Galdós y
Ciria, sobrina de don Benito. En la capital tinerfeña realizó sus primeros
estudios, en los P.P. del Corazón de María, «los padritos», como el gustaba
llamarles. Después, a la muerte de su abuelo materno el teniente general don
Ignacio Pérez Galdós, la familia se trasladó a Las Palmas, y allí, en el Colegio
de San Agustín, terminó su bachillerato, con calificación de sobresaliente.
Con dieciocho años ingresó en la Academia de Infantería de
Toledo; durante esa época pasó muchas de sus vacaciones en Madrid, donde trató
familiarmente a su tío abuelo don Benito Pérez Galdós, por entonces escritor
consagrado y famoso. En 1919 recibió el despacho de alférez y realizó su
bautismo de guerra participando en acciones tan importantes como el
desembarco de Alhucemas.
Fue en 1928 cuando alcanzó el empleo de capitán, e ingresó posteriormente
en la Escuela
Superior de Guerra, obteniendo en ella el diploma de Estado
Mayor. En el Regimiento de Artillería de Las Palmas realizó las prácticas reglamentarias,
para ser destinado más tarde al Protectorado de Marruecos. Una grave lesión,
en acto de servicio, le motivó la amputación de su pierna derecha, y la separación
del Ejército; antes pasó un corto período en el Servicio Topográfico Militar,
del que fue retirado, ingresando entonces en el Cuerpo de Mutilados de Guerra
por la Patria. Con
ocasión de nuestra Guerra Civil (1936-39) volvió a prestar servicios auxiliares
en el Estado Mayor del Gobierno Militar de Las Palmas.
Después de nuestra contienda, deseoso de completar su formación
humanística, inició estudios superiores en la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad
de La Laguna,
concluidos brillantemente en 1944. Ejerció después como profesor de Historia,
Filosofía y Lenguas Clásicas, en la capital de la provincia oriental, en los
colegios masculinos de San Antonio de Padua, San Ignacio de Loyola, Viera y
Clavijo, este último dirigido por el inolvidable genealogista don Pedro Cullen
del Castillo; y en los femeninos del Sagrado Corazón, y de las Teresianas, en
ellos trabajó hasta su jubilación, dejando en sus alumnos un excelente
recuerdo como pedagogo.
Don Guillermo había casado en Barcelona, en 1935, con la distinguida
dama catalana doña Pilar de Alós y Fontcuberta, hija de los marqueses de Dou.
De ellos proceden doña Concepción, fallecida en 1989; doña María del Carmen,
casada con don Juan Domingo Jiménez Fregel; y doña Mercedes, licenciada en
Historia, esposa de don Manuel Sarmiento Peñate.
Camacho fue escritor eminente, que comprendió las aspiraciones
de su tiempo y se unió a los más auténticos intereses de su tierra;
investigador capaz, y autor de buenos trabajos periodísticos, además de
elocuente conferenciante; tuvo la amabilidad, para el que escribe estas
líneas, de hacerle una magistral presentación de su libro «Las familias de
Chaves y Montañés de Tenerife», en 1990. Su prosa es erudita, espontánea y
clara, proyectan la imagen de un individuo sincero e inteligente, pleno de
equilibrio moral y de autodominio, pero por encima de todo son los trabajos de
un fervoroso creyente. Nunca participó activamente en la vida pública, pero en
privado dio testimonio de sus opiniones que eran las de un hombre prudente y
tolerante, siempre fiel a sus convicciones monárquicas y liberales.
Poseyó don Guillermo numerosas distinciones y condecoraciones,
así la Cruz y
Placa de la Real
y Militar Orden de San Hermenegildo; dos Cruces Rojas al Mérito Militar en
Campaña; fue Hijosdalgo a Fuero de España; de la Noble Esclavitud
de San Juan Evangelista, de La
Laguna; Hijo Adoptivo de la Villa de Los Realejos, municipio que perpetúa su
nombre en una de sus más características vías públicas, cercana a la Hacienda de los Príncipes,
que en vida fue su residencia realejera.
Su conocimiento fue para mí continua enseñanza y fuente de armonía,
porque como afirma Michel Yquen de Montaigne (1533-1592) «La relación y
correspondencia la crean las amistades verdaderas y perfectas».
Nuestros temperamentos afines, su desinterés y llaneza, propiciaron
el mutuo entendimiento, así como lo intachable y generoso de su afecto.
Montaigne también dijo que: «El último extremo de la perfección
en las relaciones que ligan a los seres humanos, reside en la amistad; por lo
general, todas las simpatías que el amor, el interés y la necesidad privada o
pública forjan y sostienen, son tanto menos generosas, tanto menos amistades,
cuanto que a ellas se unen otros fines distintos a los de la amistad
considerada en sí misma».
En fin, volviendo al principio, digo que Dios concedió a este
singular canario larga vida, este hombre que supo hermanar en su amor nuestras
dos provincias, siempre enraizados y conocedor de ellas, gozó hasta el último
instante de una esplendida luz mental; envidiable conversación amena y
erudita.
Campechano y afable, para con todos; la muerte se llevó con él
una parte de nuestra memoria colectiva, y aunque su magisterio permanece en
sus escritos, desconsuela su ausencia. Pero nos conforta la esperanza del
creyente, y el pensamiento de aquella frase, tan repetida por él, «Dios es
sobre todo un padre amante», y en esa seguridad, estoy seguro, habrá acogido
Dios el alma de este varón de virtud que en vida fue Guillermo Camacho…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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