Fotografía correspondiente a la calle Cólogan
de la Villa de La Orotava, de los cincuenta del siglo XX. Tomada desde en la
confluencia con la histórica calle Viera.
Observamos las característica de la
misma, el histórico Chorro de hierro forjado exportado de Inglaterra en los
años veinte del siglo XX, siendo alcalde e ilustre letrado de la Villa el
recordado DON AGUSTÍN HERNÁNDEZ Y HERNÁNDEZ.
El amigo y compañero
de docencia de la Villa de La Orotava JUAN J. MARTÍNEZ SÁNCHEZ, en su libro “LA
OROTAVA, SUS CALLES, SU HISTORIA”, en las páginas; 98 y 99. Con la colaboración
del heraldista y militar orotavense don MELCHOR DE ZARATE Y CÓLOGAN, detalla
las características más importantes de esta histórica calle villera, como el
empedrado original de la vía y sus casonas: “…Esta vía une, de Sur a Norte, las plazas de Casarlas y
de Patricio García, con la calle Viera; por su orientación, dada la orografía
de La Orotava, es de acusada pendiente. Fue una de las vías que, por encargo
del Licenciado Juan Ortiz de Zarate, acordeló, el memorable día 29 de mayo de
1506, el capitán Diego de Mesa.
Por su
calzada transcurría la acequia que conducía el agua de los regantes, de la zona
de poniente, al estanque regulador de los San Martín, situado en el lado Norte
del inicio del camino al Realejo, por la Luz Con el paso de los años, esta vía
pública conoció varias denominaciones. La más antigua de ellas fue "del
Hospital", en ella establecido, prácticamente desde la fundación del
lugar, pues funcionaba en 1520. Este hospital de la Santísima Trinidad, estaba
por aquellos años situado al inicio de la calle; en 1624, Don Nicolás de Cala
fundó en su vecindad un convento de monjas dominicas, cuya iglesia confinaba
con la casa del hospital, por lo que ambas instituciones estaban estrechas; por
ello, dado el auge del monasterio, la enfermería se mudó a un edificio construido
más abajo, siempre en la misma acera, esquina con la calle Viera. Allí lo
conoció, en la segunda mitad del siglo XVIII, el memorialista Don Juan Antonio de
Anchieta y Alarcón, que llegó a ayudar en su capilla a misa; desde allí se
mudó, afínales de ese siglo, al Llano de San Sebastián, donde se había
fabricado un nuevo emplazamiento, cuyo edificio aún subsiste.
También
se conoció a esta calle con el nombre de las Monjas, por el Monasterio de San
Nicolás, al que antes hemos aludido. Heredó su patronato Don Pedro de Cala, que
renunció a él, adquiriéndolo Don Diego Benítez de Lugo Grimaldi y Westerling,
tronco de los marqueses de Celada, por escritura ante Juan González de
Franquis, en 4 de septiembre de 1639, y se comprometió a erigir la capilla
mayor de la iglesia, a ensanchar y enriquecer el convento, por lo cual adquirió
las propiedades colindantes y, entre éstas, la casa del hospital, que
trasladaron.
En
1716, un gran incendio destruyó la vecina mansión de Celada, residencia principal
de los patronos, y también gran parte del monasterio, que luego fue reconstruido,
corrigiendo, entonces, su alineación con la calle, ganando ésta en amplitud. Un
nuevo incendio, en 1761, dañó otra vez el cenobio, que restaurado, se adueñó
ahora de la totalidad de la manzana, comprendida entre las calles de Viera, La
Paloma (hoy Magistrado Barreda), el callejón que lo separaba de las ruinas del
palacio de Celada y la propia calle de las Monjas. Ese convento de San Nicolás
Obispo, no constituía un edificio apretado, sino un conjunto, formado por la
iglesia, comunicada con las dependencias monásticas, refectorio, claustro, cocina
y celdas, separados por huertas y patios; todo ello, aislado del exterior por gruesos
y altos paredones. El templo, situado como ya dijimos en el extremo Suroeste,
hizo de parroquia durante los años que duró la construcción de la actual; del
convento sólo subsiste en la actualidad el extremo Noroeste.
Las
sucesivas ampliaciones y remodelaciones del monasterio de dominicas 98 dieron
mayor anchura a la calle, que de vía angosta pasó a ser ancha, con el inconveniente
de su acusada pendiente, pero la ventaja de permitir la contemplación de una
hermosa perspectiva urbana y paisajística.
Un
tercer incendio, ocurrido en 1815, hizo difícil la continuidad en el edificio de
la comunidad religiosa. Pocos años después sobrevino la desamortización y el monasterio
fue en gran parte municipalizado y transformado en "edificio
multiuso": la iglesia pasó a ser teatro y cine, el claustro mercado de
vituallas, en otras dependencias se instalaron la cárcel del Partido Judicial,
depósitos municipales, escuelas, etc.
En la
segunda mitad de este siglo XX comenzaron a ser demolidos sus restos, y su
suelo, en esta calle Cólogan, lo ocupan hoy los edificios de Correos, Casa de Socorro
y el Dispensario de la Seguridad Social; el resto del solar lo constituyen viviendas
unifamiliares y escuelas.
La
acera de Poniente está formada por viviendas de porte, fabricadas en épocas
diversas: el número 1 es edificio terminado en 1960, según planos del afamado arquitecto
grancanario Don Miguel Martín - Fernández de la Torre, propiedad de la familia
Zárate Altamirano; su vecina es una interesante casa, muestra de arquitectura
vernácula, en la que nació, el 12 de agosto de 1914, Doña Elisa González de
Chaves, fundadora del primer Colegio de Sordomudos de Tenerife; la número 5, es
una mansión construida en 1630, por Doña Marina de Franchi, destruida por un
incendio en 1745, y reconstruida por Don Carlos de Franchi; con el transcurso
del tiempo, ésta fue de Doña Rosalía de Franchi, III Marquesa de la Candía, de
quien la obtuvo Don Tomás Fidel Cólogan, esposo de Doña Laura Cólogan Franchi y
Heredia, IV Marquesa de La Candias, sus sobrinos, que reformaron el edificio;
en vida de sus nietos Doña Ana Cólogan y su marido Don Melchor de Zarate, la casa fue
notablemente mejorada; hoy es propiedad de sus hijos. Alquilada a las Monjas de
la Asunción de 1916 a 1920, sirvió de colegio y residencia de esta comunidad de
religiosas, durante esos años. Este inmueble tiene adosada a su fachada, en su puerta
principal, una plataforma de piedra, continuada con una escalera,
particularidad que le ha conferido el nombre popular de "casa de los
escalones". En su jardín existió un singular castaño que, según Viera,
databa de la Conquista y que derribó un huracán, en 1953…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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