El amigo de la Villa de La Orotava; JAVIER LIMA ESTÉVEZ Graduado
en Historia por la Universidad de La Laguna, remitió entonces (17/03/2019)
estas notas y fotografía que tituló; “LA PROSPERIDAD DEL VALLE DE LA OROTAVA”.
Publicado el día 16 de Marzo de 2019 en La Opinión de Tenerife: “…Consultando fuentes hemerográficas de la Biblioteca
Municipal de La Orotava, localizamos un interesante ejemplar del periódico Excelsior.
Tal publicación tenía su sede en la calle Blanco del núcleo turístico de Puerto
de la Cruz, correspondiendo sus publicaciones a los martes, jueves y sábados.
Benjamín Padrón y García fue su
director-propietario. Bajo el título “Nuestra prosperidad”, tal medio
recoge el 30 de abril de 1912 una interesante reflexión en la que se analiza el
significado de las aguas subterráneas en el Valle de La Orotava, aportando como
referencia diversas cuestiones históricas. Se muestra, en primer lugar, algunos
aspectos relacionados con el Puerto de la Cruz como ejemplo de esfuerzo en
cuanto a la realización de actividades de negocios frente a otros pueblos de la
provincia, tal y como podía suceder con núcleos como Santa Cruz de Tenerife,
ocurriendo tal situación desde la etapa de esplendor de los vinos isleños hasta
los siglos XVII, XVIII y XIX. Como ejemplo de tal importancia y, ante la época
de esplendor, se apunta la presencia de numerosos depósitos y empaquetados de
frutas. De esa etapa añade además lo ocurrido en Garachico a inicios del siglo
XVIII como consecuencia de la erupción y la atención del núcleo portuense que,
al observar tal situación –apunta el artículo- alzó la mirada a la agricultura.
El suelo volcánico y las particularidades de la orografía derivaron en la
necesaria búsqueda de terrenos para efectuar tal labor, realizando por ello la
construcción de huertas artificiales. A ello se unía la falta de agua y los
problemas que ese motivo generaba entre los habitantes. A partir de ese hecho
se apunta como fecha importante 1853, momento en el que se constituyó la
sociedad bajo el título “Las Aguas”. El objetivo de ello sería dar a luz la
mayor cantidad posible de agua, con cantidades importantes que se perdían en
las playas de Burgado y Gordejuela. Al mismo tiempo, se abrieron pozos y
galerías subterráneas con extensión de algunos kilómetros en la jurisdicción de
Realejo Alto. Tras grandes esfuerzos y sin excepción de dificultades surgió un
inmenso caudal de agua que llegaba hasta la orilla del mar. En esa labor
participaron portuenses, junto a algunos orotavenses, teniendo la fortuna de
encontrar un raudal de treinta mil pipas que tendrían como destino el riego.
Tras terminar los trabajos de alumbramiento, empezaron los trabajos de
canalización, llevando esta práctica a un importante acueducto que tendría su
extensión desde Realejo Alto hasta el rincón portuense de La Paz, en torno al
Jardín Botánico, continuando hasta el núcleo de El Rincón, perteneciente a la
jurisdicción de La Orotava. El coste de la construcción de galerías y acueductos
se elevó a cuarenta mil duros. En el año 1859, se instaló en el Puerto la
Sociedad “El Patronato” y en el año 1865 la de “Palo Blanco”, teniendo ambas la
misma finalidad. Cada una de ellas llegaría a aportar de seis a siete mil pipas
de agua, siendo de utilidad para el riego de La Orotava y el Puerto de la Cruz.
En ello se llegaría a invertir más de treinta y cinco mil duros por parte de
cada uno de los dos lugares. En tal contexto y bajo la convicción de la poca
rentabilidad de los productos agrícolas canarios, decidieron actuar mediante
colectividades, trabajando, de esa forma, para el bien común del lugar y las
generaciones futuras. El precio de los productos obtendría resultados
positivos, siendo tal factor un hecho a destacar. No duda en apuntar en
reiteradas ocasiones el artículo la importancia y el progreso del Valle de La
Orotava por el descubrimiento de aguas subterráneas, siendo iniciativas
individuales las que lograron materializar tal proceso. Interesante es el
apunte que se señala en atención a los momentos de sequía, donde el hambre
tendría como resultado la necesidad de acudir ante manantiales como “El
Heredamiento”, “La Azadilla” y “Los Príncipes”, cuya presencia se situaba junto
a tierras amayorazgadas. Ese hecho obligaba a que sus dueños fueran los únicos
en hacer uso de ellas “poniéndose a cubierto de la miseria o ruina que
necesariamente alcanzaba a los poseedores de predios de secano”…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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