El amigo del Puerto de la Cruz ex alcalde
de la ciudad; SALVADOR GARCÍA LLANOS remitió entonces (23/03/2019) estas notas y
foto que tituló; “BARRIOS, EL TIGRE”: “…JOSÉ ANTONIO BARRIOS, el Tigre
(Ediciones Aguere e Idea) es el título del libro de Rafael Lutzardo en el que
glosa la biografía humana y deportiva del que fuera destacado jugador
tinerfeño, internacional olímpico. La obra será presentada el próximo lunes 29
de abril en el Casino de Tenerife. Este es el prólogo:
"Los más jóvenes bromeaban con él,
en la cancha y fuera de ella, cuando le veían alardear, en un salto, en un
choque, en un esprint...
-¡Tigre! La voladora...
(Alusión irónica a algún estímulo
externo, a algún elixir secreto que alargaba los valores de su garra y de su
potencia).
Barrios, a José Antonio Barrios Olivero
le apodaron el Tigre. Desde que en la calle San Juan Bautista, en el capitalino
barrio de El Toscal, jugaba, entre otros, con Justo Gilberto, Luzbel y Jorge
Fernández, atentamente observados por Enrique Sanfiel, el Sordo, entrenador
inolvidable que llegó a ser Campeón de España de Aficionados, desde entonces
Barrios ya enseñaba su poderío, unas aptitudes físicas portentosas.
Si además de correr y de no dar un balón
(o una pelota) por perdida, metía goles, ahí fraguaba el delantero. Se comprobó
cuando ingresó en los juveniles y en el Tenerife Aficionado. Bullicioso era un
adjetivo que utilizaban mucho los cronistas de la época: así le calificaban,
porque, en efecto, no paraba, lucía una viveza fuera de lo común. El Tigre se
perfilaba como un futbolista distinto que se proyectaba a base de brío y garbo,
de superar las marcas más crueles, de remates inverosímiles y de goles de todas
las facturas que celebraba primorosamente.
Por eso le llamó Riera, para que debutase
en el primer equipo, con dieciocho años, cuando Erasto fue baja por lesión.
Después, Ramón Cobo le renovó la confianza y Barrios se hizo un fijo. Fue mediados
los sesenta del pasado siglo, con la Segunda división dividida en dos grupos,
norte y sur. La alegría de ser Pichichi en el sur fue menor cuando, al
registrar un punto menos, que el Mestalla, el Tenerife perdió la categoría.
Pero después daría un salto deportivo
importante. El pasado mes de octubre se cumplió medio siglo de aquella
participación en el equipo nacional que disputó los Juegos Olímpico de 1968.
España ganó dos partidos (contra Brasil y Nigeria) y empató con Japón que, al
final, sería medalla de bronce, arrebatada a los anfitriones. El seleccionado
hispano perdió precisamente con México (2-0) en cuartos de final.
Tras el entorchado olímpico, a su
regreso, suscribió ficha profesional con el Tenerife. Veinticinco mil pesetas
de la época. “Fui corriendo a ver a mi madre, quien creyó que las había
robado”, confiesa espontáneamente mientras repasábamos algunos episodios de su
trayectoria. Su identificación con el equipo de la tierra, naturalmente, se
acentuó. Domingo Ledesma le ayudó muchísimo. De él habla con apreciable afecto,
igual que de Julio Plasencia, su orientador en los infantiles Weyler y Toscal.
Con el reajuste de las categorías, jugó once partidos en Tercera división,
hasta que en diciembre de aquel 1968 fue traspasado al Granada, entrenado por
el francés Marcel Domingo, y en el que ya figuraba el arquero tinerfeño
Cipriano González Rivero, Ñito. En aquella plantilla, que terminó en octavo
lugar de una Liga de dieciséis equipos y en semifinales de la Copa (donde cae
con el Athletic Club de Bilbao), también se integraban Ruiz Sosa, Porta y
Vicente González.
Tres años y medio permaneció Barrios en
la ciudad de La Alhambra. Los técnicos del Barcelona se fijaron en él. A estas
alturas, el jugador ya ha completado sus perfiles: rompedor, valiente, moledor,
capacidad rematadora... un auténtico 'saco de los golpes'... para Johann
Cruyff, indiscutible estrella blaugrana. El Tigre jugaba de espaldas y el
holandés se beneficiaba -y mucho- del aguante del tinerfeño, con quien se
abrazaba efusivamente cuando anotaba. Barrios hizo doce goles en los dos años
que jugó en el Barça. “Marinus Michels, el mejor entrenador que he tenido”,
confesó.
Próxima estación: Alicante. Cuatro años.
Posiblemente, el mejor Hércules de su historia, con Arsenio Iglesias Pardo al
frente, un meritorio quinto puesto en la Liga. El Abrelatas, otro apodo. Allí
coincidió con Juanito el Vieja. La dupla isleña del Hércules causaba estragos.
Aún es recordada en la ciudad mediterránea.
Muy cerca, en Valencia, le aguardaba el
Levante Unión Deportiva, en Tercera, donde estuvo dos temporadas, una de ellas
la del ascenso. Ya hacía gala de su veteranía.
Y el retorno a Tenerife, temporada
1980-81, con José López Gómez en la presidencia del club y Justo Gilberto aún
con gasolina para transitar por el 'callejón del 8', cuando aún no estaba
bautizado así por el periodismo especializado. Jugó gratis. Ahí le conocimos y
le tratamos, descubriendo sus rasgos y su personalidad. En las transmisiones
para Radio Popular de Tenerife, seguíamos hablando del 'saco de los golpes'. A
su lado, los jóvenes lucían habilidades y le respetaban al margen de la cancha.
Por su entrega y por su trayectoria, el directivo Guillermo La Serna redactó
una carta proponiéndole como director deportivo.
Tras abandonar el Tenerife, viste los
colores blancos de la Unión Deportiva Orotava, su último equipo. Le
convencieron el doctor Buenaventura Machado, presidente; y Nolito Sánchez,
preparador. Volvió a hacer gala de su entrega, tal fue así que los rectores del
club de la Villa le confía la dirección técnica. En un viaje a La Palma,
coincidimos antes de un encuentro con el Mensajero: Barrios seguía siendo puro
nervio, continuaba enseñando durante el almuerzo y se desgañitaba en el
banquillo como si de un principiante se tratara.
Demasiada experiencia atesoraba como para
que Javier Pérez no le reclamara. En la temporada 1986-87, acepta la
vicepresidencia de lo que fue el germen de una etapa histórica del Club
Deportivo Tenerife: Alternativa. Junto a Benito Joanet, Martín Marrero, Feria y
Andrés Mateos forja un dirección deportiva de lujo.
Esta es su vida, a grandes rasgos, la que
ha querido desgranar Rafael Lutzardo en este volumen en el que reúne opiniones
y testimonios que acentúan la trayectoria de un un futbolista singular, todo
corazón y todo entrega. No es exagerado decir que estamos ante una auténtica
leyenda deportiva. Los textos con que Luis Padilla, Juan Galarza, José Manuel
Pitti y José Antonio Pérez, primeras firmas y voces del fútbol albiazul de los
últimos tiempos, desmenuzan en las siguientes páginas sus cualidades, sus
números, sus hitos y sus interioridades así lo acreditan.
-¡Tigre! La voladora...
Resuenan aún las expresiones de ánimo y
admiración que subrayaban aquella pasión de un delantero al que no importó
hacer de 'saco de los golpes', de blanquiazul, de rojiblanco, de blaugrana o de
olímpico con tal de que su equipo saliera beneficiado"…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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