Foto de la izquierda, don José Hernández Quevedo (Pepe Quevedo) en su
juventud. La de la derecha, trabajadores de la ebanistería – tapizaría de “Pepe
Quevedo” y del taller de chapas y pinturas “Mesa – Portocarrero”. En la fila de
arriba vemos a los ebanistas: Juan Estévez, Fernando Linares, Jesús Delgado. En
la fila de abajo, vemos a los chapitas: Mesa (gremio), Sálamo, Antonio
Portocarrero y su tío (gremio) etc.…
Ambos talleres pernotaron casi dos décadas, los cincuenta y sesenta del
siglo XX en lo bajo de la t6ristemente desaparecida Terraza del Teatro - Cine
Atlante. Aquí están sin tener en cuenta la edad: La escuela (entonces, lo que
hoy llamamos Formación Profesional), el trabajo, la pobreza, la providencia y
la vida de aquella época de unos trabajadores (muchos de ellos aún en edad
infantil, vistiendo los pantalones de tirantes de color azul, los llamados
“monos”, otros aún con pantalones cortos mal vestidos) que se ganaban el pan
diario en el trajinar de sus oficios, probablemente estemos pasando unos
momentos iguales o peores, no lo sé.
Por fin me llega la biografía del querido y recordado ebanista – tapizador
de La Villa de La Orotava José Hernández Quevedo conocido por “Pepe Quevedo”,
precisamente y después de muchísimas gestiones con sus hijos; Pepito y Pili,
recibo entonces (2013) de esta, este providencial correo: “… Hola Bruno, soy
Pili la hija de “Pepe Quevedo”. Perdona mi retraso en enviarte este correo.
Seguidamente te expongo muy a groso modo algunas vivencias de la vida de mi
padre relacionadas con su niñez y parte de su juventud. La mayoría de estos
datos me los facilitó mi tía Luz Hernández Quevedo, su hermana…”
Evidentemente, tanto a mi amiga y convecina de la Villa de La Orotava Pili
y a su tía Luz Hernández Quevedo residente en Santa Cruz de Tenerife, le
agradezco prósperamente la confianza depositada en mi persona para relatar la
vida y la obra de este gran hombre orotavense.
Don José Hernández Quevedo antiguo tapizador de La Villa, le conocíamos por
Pepe Quevedo, su padre fue redoblante de la banda Municipal y un prodigioso
menestral de los de antaño. Pepe fue un instructor que a nadie negaba ofrecerle
trabajo, a todos los recibía con los brazos abiertos en su taller. Pepe fue un
hombre que dio todo por sus discípulos. Los tapiceros de La Orotava deben su
ejercitamiento y perfeccionamiento a este hombre compasivo e ingenio, una
obligación que se debería finiquitar en veneración y que jamás quiso recibir en
la sensatez de su existencia.
A Pepe le conocí siendo niño, cuando tenía su taller anexo a de mi padre
Juan Álvarez Díaz en la calle El Calvario, taller que se convirtió en
amaestramiento de los mejores artesanos orotavense en el bello arte de la
tapicería y luego se consideró un trampolín de emigrantes hacía América Latina
concretamente Venezuela, posteriormente trasladó su taller a la Calle de Juan
Padrón donde tuvo uno de los percances más graves de su vida en el mundo
laboral y empresarial, - simplemente por el hecho de ser un gran instructor, un
gran operario y sobretodo un persona caritativa -, por ultimo lo desplazó a los
sótanos de la desaparecida tristemente Terraza - Cine Atlante, en este ultimo
taller lo visité de parte de mi padre en varias ocasiones para que me
suministrara recortes de listones para la construcción de gallineros en el
patio de mi casa.
El gran trabajo salido de sus gubias de tapicería – ebanistería, las
butacas tapizadas en tercio pelo del Paraninfo de La Universidad de La Laguna.
Y la construcción de las primeras guaguas para el servicio urbano de La Orotava
al mediado de los años cincuenta del siglo XX, que cariñosamente se le llamaron
Las “Carduchas”. A título anecdótico la primera de ella la fabricó en su taller
de la calle Juan Padrón (antigua de San Sebastián), la realizó a la medida del
salón, que cuando la fueron a sacar no cabía por la puerta principal, lo que se
produjo una reacción de sus operarios de irla alcanzando al ritmo de la
paciencia, hasta el último suspiro. Debido a este percance, las otras guaguas,
las tuvo que montar en el viejo campo de fútbol del Colegio de San Isidro,
según me contó mi amigo y convecino de la Villa de La Orotava arquitecto
técnico – aparejador jubilado Ángel García.
Pepe perteneció a la Peña "El Tin" que se reunían en la parada de
Taxis "El Llano", todos los domingos celebraban grandes comilonas en
las Fincas de Mestres Juan de La Florida y el Pozo del Rincón, en La Casa de
Don Casiano en Las Cañadas del Teíde.
La Peña la formaban; Los Taxistas; Agrícola González, Miguel Toste,
Cristóbal González, Angelito Sálamo (Junior), Miguel Linares, Justo Hernández.
El técnico Villavicencio, el camionero Chanito "El Cubano", y los
señores; Don Fernando Méndez de Ponte, Don Sebastián Fernández Perdigón, Don
Casiano García Barlet y Don Lorenzo Machado Méndez y Fernández de Lugo. El
guitarrista popular Eustaquio Regalado Cairós conocido por el “Cojo Regalado”,
el cocinero Rafael Hernández "El Moneda" y el chofer Don Eduardo
Gutiérrez Delgado.
Pepe está reunido con ellos en el edén perpetuo, en el camino infinito,
allí seguro que se reunirán todos los domingos para discutir lo agradable que
fueron en la vida y lo bien que lo pasaron en aquellas tertulias de la
histórica calle orotavense El Calvario sentado en el muro de Franchi Alfaro al
lado del antiguo Hotel El Suizo.
Pepe pasó su últimos años de su vida encerrado en su casita de la calle de Juan
Padrón (antigua El Loro) muy cerca del añejo Barranquillo (orotavense Barranco
de Araujo), allí entre las cuatros paredes de su morada solo con su familia,
con su esposa, pasó su cruel enfermedad que se lo llevo al eterno paraíso,
donde le esperaban sus amigos de la peña "El Tin", allí le recibieron
para reunirse en el otro muro perpetuo de la histórica plaza de Franchi Alfaro.
José Hernández Quevedo “Pepe Quevedo”. Nació en La Orotava, en la calle
Claudio, el día 26 de Julio del año 1917. Posteriormente se trasladó a Santa
Cruz con sus padres y sus hermanas Rosa y Luz, todos muy pequeños. Una anécdota
graciosa de este viaje fue que el coche en el que viajaban se movía mucho
debido al estado de las carreteras de aquel tiempo, y al propio coche que carecía
de las comodidades de los de ahora, y Pepe decía: "¡Estate quieto
coche!". Lo que Pepe no sabía es que el conductor de aquel vehículo,
Antonio Perdomo Bello (cariñosamente apodado "EL GÜÍSPERO" con todo
el respeto), sería su futuro suegro a lo largo del tiempo.
En Santa Cruz, estudió con Los Salesianos y con Los Hermanos de las
Escuelas Cristianas (La Salle), cuyo colegios estaban en los aledaños del
templo parroquial del Pilar (calle El Pilar).
Ya mayorcito acompañaba a su padre al taller y hacía trabajitos como abrir
crin. Cuando sólo contaba doce años, un médico, Don Manuel Betancourt del Río
(conocido por el médico de Los Pobres, que fue concejal del Ayuntamiento de La
Orotava en la década de los años veinte del siglo XX, fundador del partido
Socialista, oriundo de Las Palmas de Gran Canarias, según biografía escrita por
mi buen amigo el doctor don José Vicente González Betancourt), había tenido
consulta en La Orotava y entonces en Santa Cruz de Tenerife (tras pasar
tergiversaciones motivadas por la contienda incivil española), le pidió a su
padre que el niño le forrara un sofá, cosa que hizo muy bien y por lo cual le
pagó tres duros de plata.
Regresaron de nuevo a vivir a La Orotava en el año 1932, él con quince
años. Ya sabía trabajar.
Empezó trabajando en la ebanistería “García y Cruz”, cuyos socios eran don
Eustaquio García y don Isidro Cruz. Al poco tiempo, ya lo hizo por su cuenta en
la orotavense calle El Calvario.
Al tiempo de su padre morir (falleció muy joven y casi repentinamente), se
fue a Venezuela regresando a Tenerife al poco tiempo, nueve meses
aproximadamente, porque él decía que Venezuela lo tenía en La Orotava.
Casó en la Villa de La Orotava en el templo parroquial de Nuestra Señora de
la Concepción, el día cuatro de junio de 1953, con la dama orotavense Irene
Perdomo Martín, pernotando su domicilio matrimonial en la calle Juan Padrón
(antigua El Loro). Tuvieron cinco hijos, cuyos nombres por orden cronológico
son: Pili, José Antonio, Máximo Manuel, María Isabel y Domingo Jesús.
Falleció el día uno de julio del año 1993, a los 76 años de edad, a
consecuencia de una trombosis la que le mantuvo unos nueve años enfermo.
Mis recuerdos de este hombre los tengo grabados en mi cerebro de una forma
que me lleva al pasado. En primer lugar Pepe Hernández Quevedo creó una gran
escuela taller en esta villa, lo que cincuenta y tantos años después conocemos
por La Formación Profesional. En segundo lugar, soy testigo, de la presencia en
su taller en lo bajo de la Terraza – Cine Atlante, de entonces muchachos aún
con pantalones cortos, mal vestidos calzando alpargatas, con fe de hambre en su
rostros, pedirle al maestro Pepe Hernández Quevedo, ¿don Pepe nos da trabajo…?
sin pensarlo y a la vuelta de la palabra, nunca pensó en la producción de su
taller (era un ente de todos y para todos), en los famosos erre de la moda
empresarial de hoy, en el paro etc., contestaba, mañana a la primera hora los
quiero aquí en el taller a trabajar. Esto supuso para muchos habitantes de La
Orotava, el matar el hambre de aquella época. Y en tercer y último lugar,
referente a las dos primeras tipologías, deseo expresar, así lo pienso yo, no
todos se portaron con el maestro - entre comillas- como se le merecía, no
todos. Muchos están totalmente agradecidos, sean operarios, proveedores,
clientes, lo que sea. Pero el pueblo de La Villa de La Orotava, pueblo que a lo
largo de su historia destacó por sus ilustres carpinteros, e industrias de
carpinterías y ebanisterías, algo le deben a este hombre que le conocíamos por
maestro Pepe Quevedo y que se llamaba don José Hernández Quevedo.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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