El
amigo de la ciudad del Drago Milenario Icod de los Vinos; ÁLVARO FAJARDO HERNÁNDEZ,
remitió entonces (2015) esta notas que tituló; “CANTO A LA PLAZA DE LA PILA”.
Publicadas
en el matutino EL DIA, Tenerife,
domingo, 18 de noviembre de 1990, en la sección “La Prensa”: “…Había
recorrido la distancia hasta mi infancia. El recuerdo traía a ráfagas
incontroladas la imagen serena y fresca de una plazoleta de tierra ,y aromas de
singular fragancia. La fuente central llovía, entre frondosa ñamera, purísima
agua,que rebosaba en cascada solitaria para perderse en las entrañas de la
tierra.
Como gigante maniatado con sus siete
brazos, tensos como las cuerdas de una lira, una insólita palmera festonea su
follaje en la altura. Retorcidos y verrugosos laureles de indias cegados en su
viaje hacia la luna, que es su mejor luz, parecían candelabros mutilados. Sus
raíces habían roto el brocal de piedra para hundirse firmes en la tierra que
les vio nacer.
Simétricos, cómodos y repintados bancos de
pino-tea, configuran su imperfecta cuadratura, sus bordes desconchados por los
años, sus varillas tatuadas por navajas
de enamorados, han aguantado las posaderas frías de los viejos, en las tardes
cálidas del verano, y las ardientes nalgas de los jóvenes que se ocultaban para
besarse en las frías noches invernales,
¡Cuantas palabras han oído y callado!
La tierra de la plaza está ya cansada, no
quiere morir sepultada por la baldosa. Ha vivido fija al tiempo y al recuerdo,
y prefiere quedar empobrecida, que no
humillada, por la piedra tosca que asoma desordenada. La tierra vieja esta
celosa de la hierba porque le robó el cercano y fresco abrazo con el agua
derramada.
Rodeando a la plaza, de calles empedradas,
testigos de los años de herradura, frente a vetustas casonas, de arcana
belleza, con balcones y ventanas ateadas, la custodian celosamente .No quieren
que los años se la lleven.
Venero, manantial de compases agua-marinos,
lluvia imprecisa y cortante. Figura lapidaria verdinegra musgosa y lisa por las blandas moléculas de
agua que ,en rebosantes ondas chocan silenciosas lamiendo cada átomo de roca
que, día tras día, va perdiendo su agresividad dejándose esculpir por los blandos
pero precisos cuchillos de agua que sabe a furnia, ñame y cobre. Dejándose
acanalar caprichosamente, puliendo las piedra que manos artesanas, de canteros,
no tuvieron tiempo de acabar. Cualquier arista insignificante es pulida por el
agua que se resiste a ser desalojada, y no quiere que su integridad
molecular se rompa. El agua, casi muda,
sin los ancestrales ruidos, permanece efímera en la fuente hasta su penoso
viaje de regreso a la furnia. Su estancia en el lecho de piedra el provisional,
y cada gota lucha por permanecer aferrada al fondo, pero son arrastradas a la
superficie y derramadas a la tierra sedienta que le espera, donde cada año
regresa para recorrer las mismas sendas, las mismas grietas cada vez más
profundas de la Pila. Son heridas toleradas que atestiguan su pasado. Son orgullo
de la roca al desafío impertinente del agua que reposar quiere entre la piedra
y el plomo que restaña todo su cuerpo de arquitectura .Atarjeada, desde los
manantiales, quiere brotar precipitada pero se ahoga en una exuberante ñamera
que se ha adueñado de la altura, desplegando un amplio abanico verde,
por
donde, como gotas de cinabrio patinan cristalinas y redondas partículas de
agua, el resto se precipitada en tubular cascada, que se rompe con la suave
brisa mañanera .Un egoísmo involuntario
la hace volar incontrolada hasta caer plácidamente en el lecho circular de la
pila, en cuyo fondo reposan , por desafortunados y trágicos naufragios,
infantiles barcos de papel,
No tiene luces de colores que desafíen a la
Luna, no hay surtidores mecánicos. Es sólo una fuente-pila en una plaza de
pueblo noble que bebe su agua pura y fría.
Nota.- la ñamera desapareció hace años. Fue
plantada en 1973 bajo la dirección del Concejal de Parques y Jardines, Doctor
Santiago G. Guzmán. El agua de la Pila sigue refrescando y
colmando la sed a los que a ella se acercan. La palmera, de siete brazos, que
se menciona es una “livistona chinensi”,
según información de Jesús Fernández, propietario del palmetum más grande de Canarias, y de Hugo Luengo, arquitecto enamorado del
Drago de Ycod y otras especies arbóreas…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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