martes, 5 de septiembre de 2017

CANTO A LA PLAZA DE LA PILA



El amigo de la ciudad del Drago Milenario Icod de los Vinos; ÁLVARO FAJARDO HERNÁNDEZ, remitió entonces (2015) esta notas que tituló; “CANTO A LA PLAZA  DE LA PILA”.
Publicadas en el matutino EL DIA, Tenerife, domingo, 18 de noviembre de 1990, en la sección “La Prensa”: “…Había  recorrido la distancia hasta mi infancia. El recuerdo traía a ráfagas incontroladas la imagen serena y fresca de una plazoleta de tierra ,y aromas de singular fragancia. La fuente central llovía, entre frondosa ñamera, purísima agua,que rebosaba en cascada solitaria para perderse en las entrañas de la tierra.
Como gigante maniatado con sus siete brazos, tensos como las cuerdas de una lira, una insólita palmera festonea su follaje en la altura. Retorcidos y verrugosos laureles de indias cegados en su viaje hacia la luna, que es su mejor luz, parecían candelabros mutilados. Sus raíces habían roto el brocal de piedra para hundirse firmes en la tierra que les vio nacer.
Simétricos, cómodos y repintados bancos de pino-tea, configuran su imperfecta cuadratura, sus bordes desconchados por los años, sus varillas tatuadas  por navajas de enamorados, han aguantado las posaderas frías de los viejos, en las tardes cálidas del verano, y las ardientes nalgas de los jóvenes que se ocultaban para besarse en las frías  noches invernales, ¡Cuantas palabras han oído y callado!
La tierra de la plaza está ya cansada, no quiere morir sepultada por la baldosa. Ha vivido fija al tiempo y al recuerdo, y prefiere quedar empobrecida, que  no humillada, por la piedra tosca que asoma desordenada. La tierra vieja esta celosa de la hierba porque le robó el cercano y fresco abrazo con el agua derramada.
Rodeando a la plaza, de calles empedradas, testigos de los años de herradura, frente a vetustas casonas, de arcana belleza, con balcones y ventanas ateadas, la custodian celosamente .No quieren que los años se la lleven.
Venero, manantial de compases agua-marinos, lluvia imprecisa y cortante. Figura lapidaria verdinegra  musgosa y lisa por las blandas moléculas de agua que ,en rebosantes ondas chocan silenciosas lamiendo cada átomo de roca que, día tras día, va perdiendo su agresividad dejándose esculpir por los blandos pero precisos cuchillos de agua que sabe a furnia, ñame y cobre. Dejándose acanalar caprichosamente, puliendo las piedra que manos artesanas, de canteros, no tuvieron tiempo de acabar. Cualquier arista insignificante es pulida por el agua que se resiste a ser desalojada, y no quiere que su integridad molecular  se rompa. El agua, casi muda, sin los ancestrales ruidos, permanece efímera en la fuente hasta su penoso viaje de regreso a la furnia. Su estancia en el lecho de piedra el provisional, y cada gota lucha por permanecer aferrada al fondo, pero son arrastradas a la superficie y derramadas a la tierra sedienta que le espera, donde cada año regresa para recorrer las mismas sendas, las mismas grietas cada vez más profundas de la Pila. Son heridas toleradas que atestiguan su pasado. Son orgullo de la roca al desafío impertinente del agua que reposar quiere entre la piedra y el plomo que restaña todo su cuerpo de arquitectura .Atarjeada, desde los manantiales, quiere brotar precipitada pero se ahoga en una exuberante ñamera que se ha adueñado de la altura, desplegando un amplio abanico verde,
 por donde, como gotas de cinabrio patinan cristalinas y redondas partículas de agua, el resto se precipitada en tubular cascada, que se rompe con la suave brisa  mañanera .Un egoísmo involuntario la hace volar incontrolada hasta caer plácidamente en el lecho circular de la pila, en cuyo fondo reposan , por desafortunados y trágicos naufragios, infantiles barcos de papel,
No tiene luces de colores que desafíen a la Luna, no hay surtidores mecánicos. Es sólo una fuente-pila en una plaza de pueblo noble que bebe su agua pura y fría.
Nota.- la ñamera desapareció hace años. Fue plantada en 1973 bajo la dirección del Concejal de Parques y Jardines, Doctor Santiago  G. Guzmán.  El agua de la Pila sigue refrescando y colmando la sed a los que a ella se acercan. La palmera, de siete brazos, que se menciona  es una “livistona chinensi”, según información de Jesús Fernández, propietario del palmetum  más grande de Canarias, y  de Hugo Luengo, arquitecto enamorado del Drago  de Ycod y otras especies arbóreas…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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