El amigo de la ciudad de Tacoronte; NICOLÁS PÉREZ
GARCÍA, Remitió entonces (14/08/2011) estas notas que tituló; “TACORONTE 100
AÑOS CIUDAD (1911 – 2011): “…Un siglo atrás, en la generalidad de los pueblos de la isla, al acontecer
local estaba inmerso en una dinámica rural donde la subsistencia no era fácil
ni difícil, simplemente se vivía al dictado del hecho agrícola de una forma
pacífica y en agitación, con escasos signos de cambio y sin mirar a penas al
futuro; si acaso al mañana inmediato. Cuando menos era así para la gran mayoría
de sus moradores. Hoy, en nuestra actualidad, la memoria del tiempo nos trae
aquellas reminiscencias con una mezcla de nostalgia y romanticismo.
Respecto al municipio de
Tacoronte, la versión de su acontecer nos habla de cómo, en los primeros
lustros del siglo XX, algunos hechos novedosos hacen que la inveterada vida del
lugar entrevés otras perspectivas y comience a transformarse tímidamente. El
nuevo protagonismo que cobra el pueblo se impregna en la mentalidad de buena
parte del vecindario y el tiempo empieza a dibujar un escenario que no dejará
de alumbrar un porvenir distinto y cambiante.
El prologo de esta nueva
producción del amigo Nicolás Pérez García reza que en el año 2011 el
municipio de Tacoronte cumple un importante centenario. Fue el 23 de marzo de
1911 cuando el Rey Alfonso XIII concedió el título de Ciudad al pueblo, donde
el monarca había hecho breve estancia al comienzo de la primavera de 1906. La
efeméride es acreedora de la debida conmemoración al cumplirse un siglo del
reconocimiento más relevante que ha recibido el pueblo, y merece asimismo el
recuerdo y la difusión de tan valioso galardón patrimonial. La rúbrica del
decreto real se produjo cinco años después de que el Rey de España y su séquito
hicieran un alto en Tacoronte para luego proseguir su periplo hacia el norte de
la Isla. Todo ello con motivo del viaje oficial de varios días al archipiélago
de las Islas Canarias, que por primera vez en su historia tuvo la ocasión
de contar con la visita de un rey de la nación española.
Al despuntar el siglo XX el
municipio de Tacoronte cuenta con una población de 4.204 habitantes de hecho y
4.241 de derecho, más mujeres que hombres en una proporción aproximada del 55
y. 45 por ciento respectivamente. Es la imagen de un pueblo que nos muestra su
mejor virtud en la agricultura, en el laboreo de los campos de cultivo como
medio de subsistencia principal.
Una época en que la mayor
parte de sus habitantes viven ajenos a otros conceptos de la vida exterior,
prácticamente recluidos en su feudo por falta de comunicaciones y estímulos.
Contados son los vecinos que
tienen la oportunidad de traspasar la frontera del término para adquirir
capacitación, formación y estudio. La gran mayoría no conoce lo que está más
allá y su única opción es el quehacer cotidiano de la familia aferrada al
campo, o emigrar en busca de mejor fortuna.
Existe gran necesidad de
canalizar el agua -problema secular- por el mal estado de la atarjea principal
que la trae desde la Madre del Agua en el monte de Toledo. No hay farmacia ni
veterinario aunque el aspecto sanitario está al cuidado de una junta municipal
elegida entre los vecinos, y el único facultativo que existe es el profesor
médico -así se le nombra- Rafael Clavijo Estupiñán. Las cocinas hogareñas
funcionan con el carbón que se elabora en el monte mediante subastas que
controla la Jefatura de Montes, y las casas se iluminan con velas, capuchinas
de petróleo o carburo.
Cada dos años se realiza la
renovación parcial de los miembros del Ayuntamiento, siendo los puntos de
votación una caseta de camineros que está en Los Naranjeros (distrito Sur) y la
sala capitular del Consistorio (distrito Norte). El Pósito realiza una función
social y sin ánimo de lucro a favor de la agricultura mediante pequeños
préstamos a metálico al 6 por ciento de interés; para cantidades importantes se
exige garantía hipotecaria. El tipo de interés citado viene a ser el
equivalente a los dos cuartillos de trigo por fanega que se cobraba en otros
tiempos del pasado.
Una mirada retrospectiva a
los comienzos del siglo XX un Tacoronte donde predomina la campiña
abierta y arbolada, con casas dispersas por todo el término conectadas a través
de veredas, caminos sinuosos y serventías que también sirven de enlace para el
trajín de los labradores. Destaca en su fisonomía orográfica la
torre-campanario de Santa Catalina y solitaria espadaña del Santuario del
Cristo. Por la carretera general que atraviesa el término (Carretera
Provincial), carros, carretas, bestias y cabalgaduras son los medios de
transporte Y locomoción en la actividad del día a día. El centro cívico y de
mayor concurrencia se encuentra en la plaza de San Agustín (actual plaza del
Cristo), al pie del ayuntamiento que se ubica en el que había sido convento de
los frailes agustinos, expropiado por partida doble a la comunidad religiosa en
los años treinta del siglo XIX en virtud de leyes desamortizadoras del
Gobierno. El entorno religioso principal se halla en Santa Catalina, iglesia
matriz y más antigua del lugar. La santa mártir de Alejandría es la patrona titular
del pueblo, si bien la imagen del Santísimo Cristo de los Dolores le ha ganado
protagonismo por la mejor inmediación Y acceso de su santuario y por la
devoción generada por la singular imagen desclavada a través del tiempo.
Fuera de la ocupación agraria
de subsistencia existen pocas alternativas dignas de mención, pues lo habitual
y cotidiano es la labranza, fuente del sustento primordial. El deporte se ciñe
a la lucha canaria, y en el aspecto cultural algún ambiente social en el primer
casino que tuvo Tacoronte en una casa del entorno de la plaza, cuyo nombre se
ignora, así como la de su primer presidente. Posteriormente se fundó otro
casino en la Fuente del Alcalde que se llamó "Juventud Tacoronte",
presidido por Rafael Galván Torres y cuyo secretario fue José Galán López,
también con cargo homónimo en el juzgado municipal.
No tardó en surgir otro
centro de reunión y de actividad socio recreativa, "La Unión y
Amistad", fundado por Maximino Hernández, que tuvo su sede en las casas de
Cristóbal López y de doña Adela, ambas en la calle segunda del Cantillo,
popular y frecuentado barrio debido a sus chorros y abrevaderos, tanto en el
lugar cercano a Casas Altas como en la Fuente del Alcalde.
A todo ello se complementa
la distracción de las escasas festividades que se celebran, especialmente la
del Cristo de los Dolores en el mes de septiembre, imagen de gran fervor en
toda la Isla; y algunos conciertos de las dos pequeñas bandas de música que
existen en la localidad.
Prácticamente el centro del
pueblo se encuentra en la plaza del Convento o de San Agustín, conocida con
estos nombres, una explanada de tierra en ligero declive desde las fachadas del
santuario y antiguo convento, circundada por los árboles que se plantaron a
finales del siglo XIX. Hasta la plaza confluyen varias calles, que son las más
céntricas del pueblo: el callejón del Convento en descenso desde la carretera
Provincial, los callejones Amargura y Angustias ascendientes en paralelo desde
la calle Calvario, y el Camino Nuevo que lo hace desde la iglesia parroquial de
Santa Catalina salvando el barranco de las Granadas. Está perfectamente
definido el triángulo histórico-tradicional del municipio en el perímetro que
abarca estas calles, entrelazando el paraje más emblemático del término el
Calvario y las dos históricas alhóndigas del Pósito. En el tramo de calle que
va desde el Calvario hasta la iglesia matriz se hallan la casa que albergó el
museo o gabinete de Sebastián Casilda y el cementerio católico municipal.
Frente a la puerta sur de la
iglesia de Santa Catalina se encuentra la Casona, una construcción de interés
arquitectónico de comienzos del siglo XVIII.
Hacía cuatro años que se
había construido el Hotel Camacho (1), un edificio de estilo angloluso en el
que tomó parte como constructor el tacorontero Juan Fariñas bajo las órdenes de
su promotor, el madeirense Louis Gomes Camacho, hospedando a gente de paso y
los pocos turistas que visitan los alrededores, ocasionalmente los montes de
laurisilva de Agua García, siendo aliciente notable el clima bonancible del
lugar. El hotel trajo consigo que se instalara el teléfono en Tacoronte mucho
antes que en otros pueblos importantes de la Isla gracias a los buenos oficios
del señor Camacho.
En los atardeceres, la
distracción habitual se limita a los corrillos de parroquianos en la plaza
frontera del convento y en las inmediaciones de la puerta de ánimas de la
iglesia de Santa Catalina.
(1) La primera noticia
que se tiene sobre el proyecto de construcción del Hotel Camacho en Tacoronte
es de fecha 23 de junio de 1894, cuando en la sesión municipal de este día se
ve la instancia de Louis G. Camacho solicitando la cesión en venta de
941'25 metros cuadrados que mide el sobrante de camino existente junto a una
casa y sitio propiedad de su esposa, Rosa González, en el punto denominado Hoya
Machado, el cual le es necesario como ampliación de superficie para edificarlo.
El Ayuntamiento actúa con rapidez a través de la Comisión de Caminos y siete
días más tarde aprueba la enajenación del terreno convencido de la utilidad que
reportaría al municipio la instalación de dicho establecimiento. El citado
solar fue tasado en 84'75 pesetas y el hotel aparece ya construido en 1896. En
los dos años siguientes el industrial Camacho tramita licencias pidiendo
autorización para instalar una línea telefónica que conecte con el hotel que
posee en Santa Cruz de Tenerife, solicita el justiprecio de un solar anexo al
establecimiento para su parcelación y obtiene permiso para pasar una tubería de
hierro por el Camino Real al objeto de conducir agua al edificio. En 1899
consta que la comunicación telefónica es operativa…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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