ELENA
JOSEFA DEL ROSARIO JIMÉNEZ GARCÍA— PEPITA JIMÉNEZ— nació en Las Candias (La
Orotava), en 1943. Su padre, de origen andaluz, era José Jiménez Fernández,
cartero del barrio; su madre, África Edelmira García Mesa, ejerció de enfermera
y maestra, enseñando a leer y a escribir a niños y niñas humildes de la zona.
La familia se trasladó a La Luz a mediados de los años 50. Por aquel entonces
La Luz era un pequeño rincón rural, rodeado de plataneras y alejado del centro
de La Orotava. En 1967 contrajo matrimonio con Pedro Delgado Díaz, también del
barrio, con quien tuvo tres hijos: Elena, Rafael y Cristina.
Pepita
Jiménez se dedicó a la docencia. Empezó a trabajar en la Escuela de la Luz, y
tras culminar sus estudios en Teología, pasa a dar clases de Religión en el
nuevo colegio. Además, siempre estuvo integrada en el barrio y desarrolló
numerosas actividades con los vecinos, hecho por el que muchos mantienen un
buen recuerdo de ella y por el que se le rinde este homenaje.
Desde
principios de 1960 comenzó a participar en las actividades de la Iglesia de la
Luz como catequista, siendo párroco José Siverio. Posteriormente continuaría su
trabajo con el padre Salvador Quintero, con quien aprendió a tocar la guitarra,
lo que daría lugar a la creación del Coro de la Parroquia, que llegó a
interpretar la Misa Campesina Nicaragüense. La actividad concentrada en torno a
la iglesia atrajo a numerosos jóvenes, que pronto se unieron a la vida
parroquial. Sin embargo, las inquietudes artísticas de Pepita Jiménez no
quedaron ceñidas al templo, sino que se expandieron a los actos festivos,
participando niños y jóvenes en obras de teatro, en los festivales de las
fiestas o en la Rondalla de la Luz. Ésta no fue la única agrupación que fundó,
pues llegó a crear otra con la Familia Salesiana, enseñando a niños y mayores a
tocar la guitarra y el timple.
Pepita
no necesitaba locales para desarrollar todas estas actividades: su casa era la
casa del barrio, la asociación de vecinos en la que se ensayaban las obras de
teatro, en la que enseñaba a tocar algún instrumento o en la que se celebraban
reuniones. Su hogar siempre estaba lleno de gente, con la puerta
permanentemente abierta para la vecindad de La Luz.
Madrina
de los niños más desfavorecidos del barrio, ayudaba especialmente a quien
acudía a ella para solicitar ayuda. Sus aficiones estaban vinculadas con el
mundo artístico y creativo: le gustaba la música, el teatro, el arte, las
manualidades, coser, bordar, la cocina… Y, cuando tenía algo de tiempo libre,
le encantaba viajar.
Aunque
tranquila en apariencia, era una mujer llena de vitalidad; ávida de
conocimientos, nunca dejó de estudiar y de aprender diversas materias, así como
de transmitir al resto su sabiduría; aunque siempre guapa y elegante, su
principal cualidad era su amabilidad y su bondad, pues ofrecía lo que tenía con
una sonrisa.
A
pesar de que ya han pasado once años de su fallecimiento, su recuerdo sigue muy
presente, tanto entre los mayores como entre los jóvenes, lo que llena de
orgullo a su familia. Su carisma y, especialmente, su generosidad, se mantienen
vivos en la memoria de los vecinos de La Luz, que se lo devuelven ahora,
mediante el gesto de recordarla permanentemente con el nombre de este lugar. A
partir de este mes de septiembre de 2017, esta plaza, su lugar favorito donde
iba siempre a pasear y a charlar, llevará su nombre: Plaza de Pepita Jiménez.
Así
el acto de rotulación de la plaza se cerró con la nota musical Sonrisas, letra
de María Ángeles Marrero e interpretada por José Luis Estévez (Güicho), vecino
del barrio y muy buen amigo de Pepita y de la familia, quien asegura: “Pepita
Jiménez nos enseñó a sonreír”.
PROFESOR MERCANTIL
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