martes, 5 de septiembre de 2017

TITO DEL PINO, UN JUGADOR DE FUTBOL SINGULAR E IRREPETIBLE



Foto histórica de la visita de Alfredo Distefano al Puerto de la Cruz, para rendirle homenaje a Tito del Pino.

El amigo desde la infancia en la calle El Calvario de la Villa de La Orotava; FRANCISCO SÁNCHEZ GARCÍA, remitió entonces (2013) estas notas que tituló; “TITO DEL PINO, UN JUGADOR DE FUTBOL SINGULAR E IRREPETIBLE”: “…Leí en la Prensa que se iba a celebrar en el Peñón del Puerto de la Cruz un encuentro de fútbol entre el C.D. Puerto Cruz y el Laguna, en homenaje a tu persona.
Me sorprendió la poca asistencia de público, y lo achaqué a lo precipitado de su organización, como así se lo comenté a Roberto Hernández, a Del Castillo y al propio Alcalde Salvador García. En mi interior  pensé que o bien tu gente  todavía no te ha comprendido o que ya ha olvidado lo que significaste no sólo para el fútbol norteño sino para el fútbol canario. Lo que no quiero permitir haciendo pública mi admiración hacia Tito del Pino.
Tuve la suerte de conocerte bien jugando y disfrutando a tu lado en el C.D. Puerto Cruz, Campeón de la Copa Archipiélago y Subcampeón de la Liguilla Interregional de 1967, cuando lo dirigía expertamente el querido y nunca olvidado Don Francisco Duque, y era su presidente Don Tomás Reyes. Tú, de ala derecha con  Mingole. Por el centro, “Torpedo” Marti, y por la izquierda,  Morales, conmigo. En la media nos suministraban fútbol Marina y Acevedo, y nos guardaban las espaldas, Felipe, Manolo, Falo y Nene con Platero y Del Castillo de porteros.
Seguramente que en pasión portuense o ranillera no le llegábamos a tu pequeño Madrid; pero técnicamente formábamos un equipo casi completo, que goleó al Ferreras y San Antonio, campeón y subcampeón de la provincia de Las Palmas de Gran Canaria por 0-6 y 0-5 en el Estadio Insular. Y al Firgas por 1-2, cuyo partido, recordarás, se tuvo que suspender hasta que se arreglara la portería, porque el gol que metí fue de tan fuerte pelotazo que al dar en el caño que trababa el larguero, lo desprendió. Yo quedé un poco tocado en la ingle y me afectó a pesar de los esfuerzos del Dr. Don Oscar García por recuperarme plenamente, en el partido del Toscal que perdimos en el Heliodoro Sorprendentemente por las cosas del fútbol, no fuimos campeones de la Liguilla, por los tropiezos en El Peñón. La cancha de tierra era perfecta pero sus limitadas dimensiones permitían al contrario hacernos unos marcajes efectivos que, no impidiéndonos brindar espectáculo, nos hacían difícil hacer gol, aunque oportunidades, todas.
Recuerdo que  nada más entrar en la caseta del equipo encontré en ti, mi principal aliado, seguramente porque consideraste el detalle de no haber tenido inconveniente en haber aceptado jugar con el equipo rival de mi pueblo de toda la vida.
Te había visto jugar en varios partidos. Nos habíamos enfrentado poco, tú con el Puerto Cruz y yo con el Orotava, porque mis padres para despistarme del fútbol me había mandado en aquella época a Madrid a estudiar junto con mi hermano Isidoro y mi tío Eduardo. Pero ya te admiraba y te respetaba porque eras un jugador con unas cualidades muy singulares. De igual forma que te resultaba muy fácil, con tus habilidades futbolísticas y gestos, despertar pasiones en tu gente, producías un serio  temor deportivo entre tus rivales, y un gran cabreo en la afición rival.  En El Peñón, bastaba uno de tus regates, o una internada de las tuyas para que tu ranilla se pusiera en pie enardecida. Conseguiste un grado de compenetración y comunicación tales con tu gente que cuando marcabas un gol de falta o de jugada, creabas un éxtasis en tus aficionados y aficionadas que era como si fueran ellos los que lo hubieran metido.
Y no eran sólo tus genialidades como futbolista las que originaban tales sentimientos. Creo que conseguías doblegar al contrario e incluso al árbitro,  provocando la euforia entre tus aficionados, con un juego único en el campo: el de tu sonrisa socarrona y astuta, tu mirada burlona e inocente, y tus expresiones vacilonas y provocativas. A la afición contraria la desconcentrabas silenciándola o poniéndola a mil. Llegaban hasta olvidarse de animar a su equipo, pendiente de ti, sólo preocupados de emplazarte para el partido de vuelta. Parecías invencible en tu Peñón; de ahí vino seguro lo de “pequeño Real Madrid”.
Cuando jugabas fuera, no dejabas de hacer de las tuyas con tu juego, pero con menor grado de intensidad, por si acaso. Los marcajes eran más férreos o severos, porque tu marcador se protegía en su afición  para no ser víctima de tu especial juego, cuya moderación no te impedía realizar alguna que otra diablura que dejaba sin aliento a la torcida contraria.
El hecho de que el irrepetible Alfredo Di Stéfano se acercara al Puerto para tu despedida futbolística no deja de ser significativo al coincidir en ambos, a las respectivas escalas, la cualidad de un juego singular que tanta influencia producía en el compañero como en el contrario, en la afición propia como en la rival.
Ese juego cazurrón lo mantenías también con tus amigos. Una vez, y para compartir la tarde,  me visitaste con Mingole y un garrafón de vino de La Cuevita, al Batallón de Maniobras, cuando estaba haciendo las prácticas de Alférez. Al estar mostrándote sus instalaciones, hubo un momento que pusiste tal cara de teniente al dirigirte a un recluta que éste se lo creyó, cuadrándosete de inmediato con toda seriedad; no te quedó otro remedio que con la misma cara de teniente mandarle con energía el descanse. Terminamos esa noche en el Golden Club de Jean Paul Raguet (q.e.p.d.), que según los periodistas Melchor Miralles y Ricardo Arques, fue otra víctima del GAL. No dudó en invitarnos porque nos reconoció como jugadores del Puerto Cruz y también porque yo aún no me había quitado la ropa militar. Menos mal que la Policía Militar no pasaba por el Puerto.
Otra vez nos fuimos con Miguel, el periodista y tu compañero de carga de tu Virgen del Carmen, a comer a Los Altos de La Orotava. Terminamos paseando con un baifo que nos habían regalado, por la Avenida de Colón. Incluso le dimos de comer con un biberón en la Cafetería Oasis. Los turistas y tus incondicionales que nos veían no paraban de reírse y todos disfrutamos de una tarde inolvidable.
Con todas esas cualidades deportivas y personales nunca comprendí que el C.D. Tenerife no te fichara. Sé que ese rechazo no se lo tuviste en cuenta, porque  en tu época nuestro representativo carecía de técnicos y directivos que conocieran de la materia, por lo que comprendiste que tal rechazo no fue efecto de una desconsideración, sino de la ignorancia, que por excusable no dejó de hacer daño a muchos de nuestros jóvenes que con extraordinarias cualidades futbolísticas y grandes ilusiones y esperanzas, y mereciéndolo, no fueron incorporados al representativo.
Y quien me confirmó tu extraordinaria personalidad fue uno de tus admiradores, el propio Alcalde de la Villa de la Orotava, Isaac Valencia. Me preguntó un día del pasado año, mi parecer acerca de hacerte un partido de recuerdo en la Villa de la Orotava. Le contesté que lo más apropiado era hacerlo en tu Peñón, y de acuerdo con tu Alcalde Salvador García. Hablé con Roberto Hernández quien se puso en contacto con Salvador a quien le pareció extraordinaria la idea de dirigirse al Presidente del C.D. Tenerife, para tratar que el partido semanal de entrenamiento lo hicieran en El Peñón frente a una selección de promesas del Norte de Tenerife, para que se te recordara. Sé que tanto Isaac como Salvador contactaron con el Presidente que mostró su disposición siempre y cuando le cuadrara a su entrenador Sr. Benítez. Como no le cuadró (de seguro porque ignoraba lo que has significado para el fútbol tinerfeño, hace tiempo, tan falto de motivación), no se pudo celebrar dicho encuentro que hubiera llevado a muchos jóvenes futbolistas a preguntarse quién es y quién fue Tito del Pino, y a tratar de conocer su juego tan peculiar.
Ahora, en la final del Trofeo Teide que jugará nuestro representativo, espero que tanto éste como el fútbol norteño te recordarán como es debido. Una buena idea, pienso, sería la de instituir para los venideros Trofeos Teide, un trofeo para su mejor jugador, a denominarse TITO DEL PINO, aquel jugador chico ranillero que con sus singulares mañas podía con el grande.
El encuentro que dejamos pendiente espero haberlo cumplimentado con estas letras de admiración y recuerdo a tu persona y a tu familia que tan bien te cuida, en estas pesadas horas que te ha tocado vivir, por lo de que Dios escribe muchas veces con renglones torcidas, que cuestan tanto leer si no es con la ayuda de tu Virgen del Carmen, a la que tan bien supiste cargar…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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