Foto
histórica de la visita de Alfredo Distefano al Puerto de la Cruz, para rendirle
homenaje a Tito del Pino.
El amigo desde la infancia en la calle El
Calvario de la Villa de La Orotava; FRANCISCO SÁNCHEZ GARCÍA, remitió entonces (2013)
estas notas que tituló; “TITO
DEL PINO, UN JUGADOR DE FUTBOL SINGULAR E IRREPETIBLE”: “…Leí en la Prensa
que se iba a celebrar en el Peñón del Puerto de la Cruz un encuentro de fútbol
entre el C.D. Puerto Cruz y el Laguna, en homenaje a tu persona.
Me sorprendió la poca asistencia de público, y lo achaqué a lo
precipitado de su organización, como así se lo comenté a Roberto Hernández, a
Del Castillo y al propio Alcalde Salvador García. En mi interior pensé que o bien tu gente todavía no te ha comprendido o que ya ha
olvidado lo que significaste no sólo para el fútbol norteño sino para el fútbol
canario. Lo que no quiero permitir haciendo pública mi admiración hacia Tito
del Pino.
Tuve la suerte de conocerte bien jugando y disfrutando a tu lado
en el C.D. Puerto Cruz, Campeón de la Copa Archipiélago
y Subcampeón de la
Liguilla Interregional de 1967, cuando lo dirigía
expertamente el querido y nunca olvidado Don Francisco Duque, y era su
presidente Don Tomás Reyes. Tú, de ala derecha con Mingole. Por el centro, “Torpedo” Marti, y
por la izquierda, Morales, conmigo. En
la media nos suministraban fútbol Marina y Acevedo, y nos guardaban las
espaldas, Felipe, Manolo, Falo y Nene con Platero y Del Castillo de porteros.
Seguramente que en pasión portuense o ranillera no le llegábamos
a tu pequeño Madrid; pero técnicamente formábamos un equipo casi completo, que
goleó al Ferreras y San Antonio, campeón y subcampeón de la provincia de Las
Palmas de Gran Canaria por 0-6 y 0-5 en el Estadio Insular. Y al Firgas por
1-2, cuyo partido, recordarás, se tuvo que suspender hasta que se arreglara la
portería, porque el gol que metí fue de tan fuerte pelotazo que al dar en el
caño que trababa el larguero, lo desprendió. Yo quedé un poco tocado en la
ingle y me afectó a pesar de los esfuerzos del Dr. Don Oscar García por
recuperarme plenamente, en el partido del Toscal que perdimos en el Heliodoro Sorprendentemente
por las cosas del fútbol, no fuimos campeones de la Liguilla, por los
tropiezos en El Peñón. La cancha de tierra era perfecta pero sus limitadas
dimensiones permitían al contrario hacernos unos marcajes efectivos que, no
impidiéndonos brindar espectáculo, nos hacían difícil hacer gol, aunque
oportunidades, todas.
Recuerdo que nada más
entrar en la caseta del equipo encontré en ti, mi principal aliado, seguramente
porque consideraste el detalle de no haber tenido inconveniente en haber aceptado
jugar con el equipo rival de mi pueblo de toda la vida.
Te había visto jugar en varios partidos. Nos habíamos enfrentado
poco, tú con el Puerto Cruz y yo con el Orotava, porque mis padres para
despistarme del fútbol me había mandado en aquella época a Madrid a estudiar
junto con mi hermano Isidoro y mi tío Eduardo. Pero ya te admiraba y te
respetaba porque eras un jugador con unas cualidades muy singulares. De igual
forma que te resultaba muy fácil, con tus habilidades futbolísticas y gestos,
despertar pasiones en tu gente, producías un serio temor deportivo entre tus rivales, y un gran
cabreo en la afición rival. En El Peñón,
bastaba uno de tus regates, o una internada de las tuyas para que tu ranilla se
pusiera en pie enardecida. Conseguiste un grado de compenetración y
comunicación tales con tu gente que cuando marcabas un gol de falta o de
jugada, creabas un éxtasis en tus aficionados y aficionadas que era como si
fueran ellos los que lo hubieran metido.
Y no eran sólo tus genialidades como futbolista las que
originaban tales sentimientos. Creo que conseguías doblegar al contrario e
incluso al árbitro, provocando la
euforia entre tus aficionados, con un juego único en el campo: el de tu sonrisa
socarrona y astuta, tu mirada burlona e inocente, y tus expresiones vacilonas y
provocativas. A la afición contraria la desconcentrabas silenciándola o
poniéndola a mil. Llegaban hasta olvidarse de animar a su equipo, pendiente de
ti, sólo preocupados de emplazarte para el partido de vuelta. Parecías invencible
en tu Peñón; de ahí vino seguro lo de “pequeño Real Madrid”.
Cuando jugabas fuera, no dejabas de hacer de las tuyas con tu
juego, pero con menor grado de intensidad, por si acaso. Los marcajes eran más
férreos o severos, porque tu marcador se protegía en su afición para no ser víctima de tu especial juego,
cuya moderación no te impedía realizar alguna que otra diablura que dejaba sin
aliento a la torcida contraria.
El hecho de que el irrepetible Alfredo Di Stéfano se acercara al
Puerto para tu despedida futbolística no deja de ser significativo al coincidir
en ambos, a las respectivas escalas, la cualidad de un juego singular que tanta
influencia producía en el compañero como en el contrario, en la afición propia
como en la rival.
Ese juego cazurrón lo mantenías también con tus amigos. Una vez,
y para compartir la tarde, me visitaste
con Mingole y un garrafón de vino de La Cuevita, al Batallón de Maniobras, cuando estaba
haciendo las prácticas de Alférez. Al estar mostrándote sus instalaciones, hubo
un momento que pusiste tal cara de teniente al dirigirte a un recluta que éste
se lo creyó, cuadrándosete de inmediato con toda seriedad; no te quedó otro
remedio que con la misma cara de teniente mandarle con energía el descanse.
Terminamos esa noche en el Golden Club de Jean Paul Raguet (q.e.p.d.), que
según los periodistas Melchor Miralles y Ricardo Arques, fue otra víctima del
GAL. No dudó en invitarnos porque nos reconoció como jugadores del Puerto Cruz
y también porque yo aún no me había quitado la ropa militar. Menos mal que la Policía Militar no
pasaba por el Puerto.
Otra vez nos fuimos con Miguel, el periodista y tu compañero de
carga de tu Virgen del Carmen, a comer a Los Altos de La Orotava. Terminamos
paseando con un baifo que nos habían regalado, por la Avenida de Colón. Incluso
le dimos de comer con un biberón en la Cafetería Oasis.
Los turistas y tus incondicionales que nos veían no paraban de reírse y todos
disfrutamos de una tarde inolvidable.
Con todas esas cualidades deportivas y personales nunca
comprendí que el C.D. Tenerife no te fichara. Sé que ese rechazo no se lo
tuviste en cuenta, porque en tu época
nuestro representativo carecía de técnicos y directivos que conocieran de la
materia, por lo que comprendiste que tal rechazo no fue efecto de una
desconsideración, sino de la ignorancia, que por excusable no dejó de hacer
daño a muchos de nuestros jóvenes que con extraordinarias cualidades
futbolísticas y grandes ilusiones y esperanzas, y mereciéndolo, no fueron
incorporados al representativo.
Y quien me confirmó tu extraordinaria personalidad fue uno de
tus admiradores, el propio Alcalde de la Villa de la Orotava, Isaac Valencia. Me preguntó un día del
pasado año, mi parecer acerca de hacerte un partido de recuerdo en la Villa de la Orotava. Le contesté
que lo más apropiado era hacerlo en tu Peñón, y de acuerdo con tu Alcalde
Salvador García. Hablé con Roberto Hernández quien se puso en contacto con
Salvador a quien le pareció extraordinaria la idea de dirigirse al Presidente
del C.D. Tenerife, para tratar que el partido semanal de entrenamiento lo
hicieran en El Peñón frente a una selección de promesas del Norte de Tenerife,
para que se te recordara. Sé que tanto Isaac como Salvador contactaron con el
Presidente que mostró su disposición siempre y cuando le cuadrara a su
entrenador Sr. Benítez. Como no le cuadró (de seguro porque ignoraba lo que has
significado para el fútbol tinerfeño, hace tiempo, tan falto de motivación), no
se pudo celebrar dicho encuentro que hubiera llevado a muchos jóvenes
futbolistas a preguntarse quién es y quién fue Tito del Pino, y a tratar de
conocer su juego tan peculiar.
Ahora, en la final del Trofeo Teide que jugará nuestro
representativo, espero que tanto éste como el fútbol norteño te recordarán como
es debido. Una buena idea, pienso, sería la de instituir para los venideros
Trofeos Teide, un trofeo para su mejor jugador, a denominarse TITO DEL PINO,
aquel jugador chico ranillero que con sus singulares mañas podía con el grande.
El encuentro que dejamos pendiente espero haberlo cumplimentado
con estas letras de admiración y recuerdo a tu persona y a tu familia que tan
bien te cuida, en estas pesadas horas que te ha tocado vivir, por lo de que
Dios escribe muchas veces con renglones torcidas, que cuestan tanto leer si no
es con la ayuda de tu Virgen del Carmen, a la que tan bien supiste cargar…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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