Fotografía referente a la exposición antológica de Carlos Gracia.
El amigo del Puerto de la Cruz ex alcalde
de la ciudad; SALVADOR GARCÍA LLANOS remitió entonces (23/02/2019) estas notas y
fotos que tituló; “LA
ANTOLOGÍA DE GRACIA”: “…Han transcurrido casi
cuarenta años de aquella primera vez. José Carlos Gracia se estrenaba en
Tenerife. Y quien les habla, saltando desde la información deportiva, leía su
primera presentación de una obra pictórica. Fue en La Orotava, en sede del
Banco de Bilbao, entonces sin la uve de Vizcaya, siendo Sosa su director y
Francisco Sánchez, también presente, el alcalde. El texto, mecanografiado,
existe. Hubiera sido formidable rescatarlo para esta ocasión pero no ha sido
posible. Aparecerá, seguro, entre las carpetas de documentos apilados e igual
le damos alguna utilidad.
El caso es que en el curso de
estos cuarenta años han sido varias las ocasiones en que hemos repetido aquel
cometido y hemos presentado otras colecciones de este pintor madrileño que se inició
en el género del cómic y terminó convertido el retratista mayor de la realeza,
según puede comprobarse con diecinueve de los sesenta y cinco cuadros que
integran esta Antológica
(1960-2018), la antología de Gracia, reflejo de la fecunda producción de
diferentes etapas.
Así, hemos visto y contemplado,
hemos admirado y glosado, en algunos casos, series que reafirmaron la
personalidad artística de un pintor que conoció la calle, como ha recordado en
su blog el historiador del arte, natural de Tenerife y afincado en Barcelona,
Zoilo López Bonilla; se movió en los entresijos de los medios de comunicación;
recorrió pasillos palaciegos; recreó ambientes romeros para actualizar el
costumbrismo vernáculo y nos obsequió su particular visión de goyescas no sin antes
plasmar los paisajes rurales y urbanos de la isla; registrar para una
excepcional obra editorial ejemplares de numerosas razas de perros (acaso
todas); exaltar la plasticidad aquietada o galopante de los caballos; y
acercarnos a parterres y zonas de vegetación frondosa o ajardinadas, sin
olvidar su querencia por el mar y las marinas.
Aunque su gran obra son los
retratos. José Carlos Gracia captó miradas y gestos de personajes históricos,
de reyes y reinas, de figuras de la vida pública y política, de las ciencias,
del arte, de la cultura, del mundo empresarial y profesionales de toda
condición. Pero también de uno más de cualquier romería, del bodeguero, del
campesino, del mago, de los niños en su inocencia y de jóvenes en la eclosión
de su proceso vitalista.
Dicen los cánones que el
retrato es la representación de una persona en su esencia, en donde se expresan
características que le identifican y que van desde el género a los rasgos
fisonómicos o a su identidad social. Es entonces cuando el artista lleva al
lienzo su esencia, su capacidad para componer, la fuerza de la pincelada, los
trazos, los tonos, configurando, en definitiva, su propio estilo.
El retrato, según la leyenda
contada por Gayo Plinio segundo, conocido como Plinio el Viejo (escritor,
científico naturalista y militar romano), nace el día en que una joven fija con
carboncillo la sombra del perfil del rostro de su amado que la luz proyectaba
sobre la pared, antes de que este partiera a tierras lejanas. Ese deseo de
capturar la presencia anclando lo efímero fue lo que la ayudó a vencer la
ausencia de su amado, el origen legendario del retrato unido así al mito del
amor.
En los retratos seleccionados
para esta Antológica, se
descubre una máxima de José Carlos Gracia: quiere representar la esencia
interior del sujeto, no solo la apariencia externa. De ahí la fuerza de sus
miradas, de ahí los valores que transmiten, como si de una invitación se
tratara para ser adivinados. El retratista, en ese sentido, traduce los
pensamientos de Aristóteles: “El objetivo del arte -escribió- no es presentar
la apariencia externa de las cosas, sino su significado interno; pues esto, y
no la apariencia y el detalle externos, constituye la auténtica realidad”.
Si en el retrato podemos
encontrar el reflejo de una época, sus rasgos, los arquetipos, la estilística,
la situación de un momento determinado, Gracia lo acredita en una memorable
aportación, su colección de alcaldes que, desde los años ochenta, cuelga en el
salón noble del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, la primera de las vistas en
Canarias, emulada a posteriori en otras instituciones.
En esta Antológica, acaso la culminación
del recorrido artístico de un creador nacido para triunfar, se contrasta la
capacidad para encuadrar de pies a cabeza la figura del personaje (lo que se
llama el Plano entero o figura); el Plano medio, que recorta el cuerpo a la
altura de la cintura; el denominado Tres cuartos o Plano americano, que se
suele emplear para plasmar a varias personas interactuando; el Busto o Plano
medio corto, que retrata el cuerpo desde la cabeza hasta la mitad del pecho, lo
que permite concentrar la atención al aislar una sola figura dentro de un
recuadro, llegando a descontextualizarla de su entorno; el Primer plano, que
recoge el rostro y los hombros, empleado para mostrar confidencia e intimidad
respecto al personaje y el Plano detalle que recoge una pequeña parte de un
cuerpo u objeto, donde se concentra la máxima capacidad expresiva y utilizado
para enfatizar algún elemento de esa realidad.
Pero el retratista mayor de la
realeza, título ganado a pulso, ha inmortalizado también en sus lienzos a John
Fitzgerald Keneddy, al venezolano Carlos Andrés Pérez, a Charles de Gaulle, al
mejicano Miguel de la Madrid y al costarricense Figueres Ferrer, Juan Pablo II
o Benedicto XVI, estadistas y líderes políticos y religiosos que los óleos de
José Carlos Gracia resaltan con las características que hemos ido desgranando.
Un consumado acuarelista,
además. Un artista galardonado, con el premio nacional del Ministerio de
Cultura de 1988; el primer premio de la Asociación de Acuarelistas de Madrid;
el de la Fundación Solana; la distinción especial Berlitz, a la mejor ilustración; el premio Notre Damede París y el de grabado
instituido por las imprentas Mougins, de los hermanos Piero y Aldo Grommelynck.
Un autor constante, en fin, que
huyó del encasillamiento e incursionó en campos muy diferentes porque su
inagotable capacidad para la búsqueda de los motivos le acercó, con un lenguaje
pictórico muy personal, a las realidades que descubrió con fruición y la
meticulosidad de los grandes. Aquí está la antología de Gracia para
corroborarlo, en un marco que se corresponde, desde luego, con el valor de la
exposición.
Innatas dotes pictóricas para
cuadros extraordinarios de todos los tamaños que llenan los ojos. Fue
historietista -si se nos permite el término- y sigue siendo un formidable
dibujante, como se acredita en buena parte de la colección aquí expuesta. El
Gracia antológico condensa su arte y su afán por la excelencia: “Sus pinceles y
espátulas -como escribimos cuando dio a conocer la colección Color y Forma-siempre descubrieron
motivos y plasmaron sobre los lienzos el talento de quien se empleó con
sutileza y gallardía pictóricas”. Nunca faltó inspiración al artista, luego es
natural su incesante producción. De aquel tributo al dúo de elementos
primordiales en la pintura, y dado que ha rescatado para la ocasión algunas de
las obras de entonces, originales de óleos y acuarelas que sobresalen por su
viveza, reproducimos estas apreciaciones:
“Permiten meternos en la
anatomía de una romería, por ejemplo. O descubrir miradas profundas de ancianos
entre envolventes flores de mundo que desnudan la gama cromática. O contrastar
las transparencias rocosas -vistas con ojos de gaviota, como atinadamente las
definió alguien- en plena faena de varado. Aquí hay algunos retratos en
acuarela y sus retoques de acrílicos con los que logra efectos modernistas”.
La antología de Gracia reafirma
su propósito de haber querido ir más allá del artificio compositivo. Su última
aportación al género del retrato, los 'chefs' que hacen gala de sus habilidades
en espacios televisivos y ferias o salones gastronómicos, pone de relieve su
percepción del color como un hecho estético muy llamativo. Pero en sus marinas,
en su melonar, en sus niños y en sus ancianos, en las inigualables miradas de
canes o caballos, en los gestos, en la gracilidad, en los envolventes ambientes
bucólicos, en la severidad monumental, en la realidad palpable de sus personajes,
el lenguaje expresivo del dibujo y del color de José Carlos Gracia, siempre tan
pulcro, se hace arte con mayúsculas.
Permitan entonces que
esta Antológica merezca
los honores de un reconocimiento señero a una trayectoria que engloba la
producción desde 1960 a 2018. Déjennos agradecer a José Carlos Gracia su
amistad, claro, sus reiteradas invitaciones para que nos interesáramos por
cualquier actividad y por cualquier género pictórico; pero, sobre todo,
agradezcamos su arte, su esmero, su creatividad, su identificación con los
motivos que la inspiraron, su prestancia con quienes aceptaron posar y su amor
al arte, aquí, en este Museo, tan espléndidamente manifestado.
Es toda una vida haciendo lo
que la vocación le dictaba. Con sus etapas diferenciadas, su aspecto de bon vivant o de maduro
intelectual, sus apariciones televisivas en plena faena, sus retratos en los
periódicos tinerfeños, con su voluntad de perfeccionamiento, con sus
caballetes, sus lienzos, sus pinceles, sus mezclas, sus probaturas...
Lo suyo fue una apuesta por la
excelencia. Y a fe que la ganó con creces.
Salud y suerte…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ
ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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