El amigo del Puerto de la Cruz; CELESTINO GONZÁLEZ HERREROS, remitió entonces (20/01/2014) estas notas que
tituló, “PARADA NOSTÁLGICA EN LA BARRACA DE ISIDRO”: “Hoy es un día distinto para mí, tuve que trasladarme a La Orotava para
cumplimentar unas diligencias rutinarias y al resolverlas fui atraído por
nostálgicos recuerdos de viejos tiempos que no volverán, recordar, aunque sólo
fuera fugazmente, tantas vivencias y ocasiones entrañables que no se deben
olvidar. Aquellos años de paz e ilusión, cuando en nuestra Sociedad había menos
tensión. Al menos a mí me lo parecía, entonces las gentes sonreían, éramos
menos desconfiados y lo veíamos todo muy distinto, sin los miedos de hoy ni las
tensiones y desesperanzas inspiradas por nuestro incierto futuro…
Vine hasta aquí,
a visitar el Bar Restaurante La Barraca, a saludar a mi viejo amigo don Isidro
(foto) y su familia. No estaba abajo, en el negocio, pero si tuve ocasión de
saludar a su hija Isabelita. Doña Concha estaba ocupada en la cocina,
preparando un bacalao… No quise interrumpirle, no sé si lo haré antes de irme.
Sólo estoy de paso. Pero sin que ella se diera cuenta, le tomé una foto en
plena faena, a pesar del flash de la cámara, escapé sin que me viera.
Esta estupenda
familia los transito desde hace muchos años, desde cuando trabajé en La
Orotava, en la Casa de Socorro y Urgencias de la Seguridad Social. Entonces
siempre iba a comer, primero abajo, en la finca, la primera “Barraca” de donde
guardo tan buenos recuerdos, luego en la actual dependencia, sita en la Calle
Dr. Sixto Perera, núm. 2, esquina con la antigua Calle Tomás Zerolo, en El
Mayorazgo. Un lugar ideal para degustar los ricos platos elaborados por doña
Concha y el trato familiar de todos ellos, que hacen del ratito que estemos
disfrutando, las delicias insospechadas del momento.
Les trato desde
hace muchos años, más de treinta, más, siento como si me quedara corto al
calcular. Es que el tiempo para tan rápido… Aquellos ratos ya no es posible
repetirlos, primero que ya somos mayorcitos, luego con los persistentes y
desmedidos controles de alcoholemia, uno ya no puede “extenderse” como era
antes, cuando éramos más libres y dueños de nosotros mismos, responsables de
nuestros actos.
Al cabo del
tiempo, muchos amigos que conocimos en “La barraca” se han quedado en mitad del
triste camino tantas veces andado, con los que amigablemente departíamos, en
aquellos encuentros inolvidables, la experiencia sana de la solidaridad,
animosamente. A ellos, los que se fueron para siempre, recordándoles, aún me
parece estarles acompañando.
Ya me voy, sólo
vine atraído por la nostalgia, me voy según llegué, de puntillas, sin saludar a
los demás, en silencio, no sin antes contemplar las paredes del lugar, sus
múltiples títulos ganados, trofeos bien merecidos por su exquisita cocina. La
mesa que solía ocupar seguramente seguirá reservada para mis sueños
nostálgicos. Me voy sin decir adiós, ojala sea hasta siempre…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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