El amigo del Puerto de la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS
remitió entonces (22/02/2020) estas notas que tituló; “PARA
LOS POBRES, NI LA MISA DE ALBA”:
“…En junio de 1821, teniendo en cuenta que unas tres
mil quinientas personas, aproximadamente, oían misa en el Puerto de la Cruz,
era indispensable oficiar siete para que todas pudiesen cumplir con el
precepto. Surge entonces un problema al que las autoridades de la época
buscaron solución a la que se refiere en sus apuntes el cronista oficial del
municipio, Nicolás Pestana Sánchez.
Ocurría que los religiosos de
la orden de San Francisco existentes en el municipio portuense tenían que
trasladarse al convento de La Orotava, donde habían sido destinados. La
carencia de sacerdotes para atender los servicios espirituales del pueblo era
evidente, sobre todo si se marchaban antes de que llegasen tres nuevos
dominicos, cuya llegada parece ser que había sido anunciada aunque se tenían
noticias de que nunca vendrían.
Relata Pestana que la situación
en que se encontraba el convento franciscano facilitaba “a la mayor parte de la
población pobre” la posibilidad de oír la misa de alba que se oficiaba en dicho convento pues aquella
“no podía presentarse de día por su miseria en el vestir y en el convento
dominico no cabía ni la mitad de las personas que estaban obligadas a oír misa de alba, si faltase la
iglesia de San Francisco”.
Tiene que intervenir el
Ayuntamiento, claro. No se había consultado la conveniencia pública de
procederse a la elección del convento que debía ser suprimido. La corporación,
por acuerdo adoptado el 25 de junio de aquel año, se dirigió al Jefe Superior
Político haciéndole ver la necesidad de que no se cerrase el convento
franciscano. Se evitaba con ello el traslado de los tres sacerdotes que
quedaban en el pueblo, hasta tanto no llegasen los de La Orotava de Santo
Domingo, haciendo que se trasladasen éstos a vivir en el convento de San
Francisco, “por razón de la comodidad pública, por su situación y por la
capacidad de la iglesia, de la que carecía el dominico”.
Tres días después, siempre
según la aportación de Pestana, el Ayuntamiento trató de suspender, por sí
mismo, la salida de los tres religiosos franciscanos, a propuesta del síndico
personero de segunda elección, “pero, atendiendo a la gravedad de este asunto,
se acordó aplazar la resolución hasta el día 3 del próximo mes de julio, para
elevar consulta”.
Entonces, una comisión del
Ayuntamiento visitó al padre prior dominico, con el fin de recabar información
sobre la fecha señalada por las autoridades para incorporarse al convento los
religiosos que hubiesen sido destinados. Era el 9 de julio cuando debían
reunirse los dos religiosos que se hallaban en el convento de Garachico. Pero
la información no satisfizo del todo porque el prior ignoraba cuándo habrían de
verificar lo mismo los de las otras islas al desconocer la fecha de la orden
para que empezara contarse el plazo de treinta días que tenían señalado.
Llega el 3 de julio. Y como
resultas de la contestación del Jefe Superior Político, el Ayuntamiento
entendió que no debía oponerse a la salida de los religiosos franciscanos “para
no desacatar los soberanos decretos”, de acuerdo con los apuntes del cronista.
Claro que el Ayuntamiento no
podía permanecer indiferente ante la práctica supresión de la misa de alba en el convento
franciscano, al que concurría la parte más pobre de la gente del pueblo que era
ya la del barrio de La Ranilla. Por ello, dirigió una petición del Provisor del
Obispado, rogándole atendiese a esta necesidad espiritual…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ
ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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