En el muro del FACEBOOK del amigo de la Villa de La Orotava
JESÚS ROCÍO RAMOS, aparece un magnífico y extraordinario trabajo suyo que
comparto con su permiso, adaptado por ÁNGELA PÉREZ ROCÍO, que se titula “CÓMO APRENDÍ A BAILAR Y QUIEN ME ENSEÑO”, referente a sus vivencias en su juventud. Que el amigo
Jesús Rocío Ramos captó de notables fotografías que se encontró en el baúl de
los recuerdos: “…En el popular barrio de Santa
Catalina en La Orotava, en la entrada para el camino del sauce, en frente a la
casa grande tenía una pequeña venta Doña María Árbelo, conocida por “María
Castillo” o “la de Ramón” el de Matilde, la cual yo transitaba por ser amigo de
su hijo Chuque, por haber salido de pequeños juntos con Juan Antonio Guardia,
en la misma parranda, en la romería y más tarde, en la sala de su casa solían
hacer bailes y en unos de esos bailes en los que yo estaba, se acercó Doña María
y me dijo: “Jesús, ¿y tú porqué no bailas?”, y le conteste que no sabía y
sonriente me dijo: “ven que te voy a enseñar”, cogiéndome de un brazo me dio
una silla (no plegable) y diciéndome: “hazte la idea de que es una chica”. Me
puse más colorado que un tomate, la vergüenza se apoderaba de mí. Recuerdo que
me decía: “Agárrala fuerte. Ahora con el pie izquierdo, para un lado y después
arrastra el derecho al compás de la música varias veces”. Así se baila la isa,
que es igual que un vals. Me enseñó el pasodoble y el bolero, que eran lo que
más se bailaban en aquel tiempo.
Después, se mudaron a la calle
el Marqués y siguieron con la venta Chuque. Tenía una gran afición a la
guitarra por eso aprendió pronto y daba gusto oírlo, sin embargo yo me aburrí y
lo dejé, pero seguía yendo a la casa a oírlo y cantar con él. La madre me
llevaba con ellos por el día de San Juan con toda la familia, caminando a la
playa de Martiánez. Recuerdo que su marido Ramón, llevaba un burro con la
comida. No sé si era de él o de quien, y lo ataba en un tarajal, que estaba
cerca del charco de la coronela y regresamos de noche por el mismo equipo
camino y por el día de San Pedro. Íbamos para el campo en las mismas
condiciones, los poníamos debajo de un castañero hasta la noche y siempre
Chuque nos animaba con su inseparable guitarra. Iba con nosotros María Jesús
Morales que tenía mucha amistad con la señora María y nos enseñó este cantar:
VIVA LA SEÑORA MARíA
QUE NOS TRAJO A MERENDAR
A LA PLAYA DE MARTIÁNEZ
QUE BIEN BONITA QUE ESTÁ
Posteriormente, sufrieron un
incendio, destruyendo la parte trasera de la casa que lamentablemente, yo lo
presencié desde la azotea de mi casa porque en aquel tiempo, donde está
fabricado hoy, era la hermosa “huerta del Castaño”, y desde mi casa se
divisaban las traseras de todas aquellas casas, que daban para dicha huerta y
por eso pude ver el triste incendio. Luego la volvieron a arreglar y siguieron
con la venta. Su marido montó en la Magnolia, creo no equivocarme, la primera
tostadora de millo y trigo de La Orotava. También tenían una furgoneta que les
servía para traer leña, carbón, verduras y plátanos para la venta. Sus hijos
son: Anita, Tata, Chuque, Antonio, Carmelo, y Monse. Aunque lamentablemente,
Anita, Chuque, y recientemente Montse y ya no están con nosotros a todos les
gustaba la música; Chuque la guitarra, Antonio caja de la banda y el timple, a
Carmelo conocido por “el papaucho”, fué el fundador como batería de los Rayos
Verdes y componente de otras orquestas y animador de bailes y Monse la batería.
Cada vez que me veía Doña María nos reíamos al recordar cómo me enseñó a
bailar. Ya con dieciocho años, mi primer baile fue en el teatro Atlante. Cuando
entré, oí decir que el piso lo subían; sentí un poco de miedo, pero me quedé.
Las butacas las arrimaban a los lados y allí se sentaban las chicas en espera
de que los hombres las sacáramos a bailar. Muchas venían acompañadas de sus
madres y yo muy cohibido, era mi primera vez y aunque parezca una broma, voy a
contarles lo me pasó. Al invitar a bailar a la chica, salió la madre creyendo
que era a ella y no me quedó otro remedio que bailar. Sabía bailar menos que
yo. ¡Cuántos pisotones nos dimos!. La orquesta parecía que se extremaba, no
había forma de que terminara aquella dichosa pieza. No cabe duda que me tocó
pagar la novatada y como son las cosas, que bien yo iba a imaginarme que en
aquel escenario yo iba a cantar con una orquesta para que otros bailaran…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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