Notas publicadas en la revista
Hespérides correspondiente al mes de septiembre año 1926. Página 48.
Las fiestas
del Gran Poder de Dios traen anualmente multitud de forasteros. Son días de
desborde popular, de fervor estrepitoso, de promesa y pecado nuevo, donde el
milagro divino recibe el tributo del sacrificio.
Junto al desfile religioso, el alma popular revienta llenando plazas y calles de cantos paganos de temblores de guitarra, de estallidos de cohetes. A diferencia del Carnaval, donde sobresale el gusto educado extranjero, en estas fiestas del Gran Poder de Dios, revienta la naturaleza, libre de trabas, con sinceridad primitiva, en el capto popular, constituyendo la nota más típica de la región, exaltadora de las costumbres locales, manifestación que aprecia el vecino como expansión a sus contenidas ansias parranderas y el forastero como expresión neta, de la psicología regional.
Junto al desfile religioso, el alma popular revienta llenando plazas y calles de cantos paganos de temblores de guitarra, de estallidos de cohetes. A diferencia del Carnaval, donde sobresale el gusto educado extranjero, en estas fiestas del Gran Poder de Dios, revienta la naturaleza, libre de trabas, con sinceridad primitiva, en el capto popular, constituyendo la nota más típica de la región, exaltadora de las costumbres locales, manifestación que aprecia el vecino como expansión a sus contenidas ansias parranderas y el forastero como expresión neta, de la psicología regional.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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