Las Fiestas de Julio de Puerto de la
Cruz aúnan la devoción que comparten los portuenses por dos de sus símbolos más
emblemáticos: El Señor del Gran Poder de Dios y la Virgen del Carmen. No son
los patronos oficiales del municipio pero la gran devoción popular y lo
arraigado de las tradiciones vinculadas a estas imágenes, han convertido las fiestas
en su honor en las mayores y más populares de la ciudad turística.
Uno de los actos más solemnes y tradicionales del programa religioso de las Fiestas Mayores portuenses (de Julio) es la misa y procesión del Gran Poder del domingo por la tarde, a la que acude gran número de fieles de toda la isla. Estos cultos se repiten tradicionalmente en la mañana del lunes antes del ‘Embarque’. Según cuenta el escritor y bibliotecario municipal FERNANDO VIALE, esta tradición de la procesión hasta La Ranilla cumple más de cien años de historia.
Uno de los actos más solemnes y tradicionales del programa religioso de las Fiestas Mayores portuenses (de Julio) es la misa y procesión del Gran Poder del domingo por la tarde, a la que acude gran número de fieles de toda la isla. Estos cultos se repiten tradicionalmente en la mañana del lunes antes del ‘Embarque’. Según cuenta el escritor y bibliotecario municipal FERNANDO VIALE, esta tradición de la procesión hasta La Ranilla cumple más de cien años de historia.
El origen de llevar esta procesión hasta
los límites del barrio marinero fue una promesa de los portuenses al “El
Viejito” por su protección ante una epidemia de cólera que causó estragos en la
isla.
En “Los Anales” del ex alcalde y
cronista local José Agustín Álvarez Rixo se encuentran multitud de ejemplos de
cómo los ciudadanos del Puerto de la Cruz acudieron en demanda de auxilio a su
venerada imagen del Gran Poder de Dios en momentos de adversidad, tales como
plagas, epidemias o de infortunio político para la nación, como el cautiverio
del Rey Fernando VII.
Cuenta FERNANDO VIALE que no
es de extrañar por ello que cuando se desató una epidemia de cólera morbo en
Santa Cruz de Tenerife en el año de 1893, se decidiera hacer la promesa de
llevar en procesión la imagen del Gran Poder de Dios hasta el límite oeste del
barrio de San Felipe–Ranilla, que a finales del XIX, constituían prácticamente
los del casco urbano.
La epidemia de 1893 fue traída a
Tenerife por el vapor ‘Remo’ y aunque el cólera no fue una de las enfermedades
infectocontagiosas, más asiduas a lo largo de la historia de Tenerife, cuando
brotaba se propagaba de una forma muy rápida, contagiándose a muchas personas,
de las cuales un porcentaje más o menos amplio fallecía.
La epidemia de 1893 contagió a un total
de 1.744 individuos, de los cuales fallecieron 382. Se dejó sentir con mayor
intensidad en Santa Cruz y de forma más leve en varios pueblos del sur de la
isla (Candelaria, Güimar, Arona y Vilaflor). Quedaron a salvo del contagio los
municipios del Norte. Desde 1894 y de forma ininterrumpida, los portuenses han
hecho honor a la promesa efectuada a su Cristo del Gran Poder llevándole en
procesión hasta La Ranilla en los días grandes de las Fiestas de Julio.
BÁCULO Y CUELGAS NUEVOS: La Hermandad
del Gran Poder de Dios estrenó en el año 2012 nuevas cuelgas, que son las telas
de terciopelo que cubren el carro procesional, con el escudo de la Hermandad
bordado en el frontal.
Otra novedad es, el nuevo báculo de
plata que porta el hermano mayor durante las procesiones. Estas incorporaciones
se suman a las que ha venido realizando la Hermandad en los últimos años, con
el fin de embellecer y realzar aún más la procesión del Gran Poder.
Evidentemente en el año 2012 el restaurador
portuense Silvano Acosta restauró la peana de madera policromada del Gran
Poder, cuya imagen tiene también nuevo trono de plata desde años atrás.
HISTORIA Y LEYENDA: El Gran Poder recibe
culto y veneración desde hace más de tres siglos en el tempo parroquial y
Matriz de la Peña de Francia del Puerto de la Cruz. Se trata de una bella talla
de gran valor artístico y religioso, perteneciente a la escuela sevillana y de
autor anónimo, de finales del siglo XVII, que llegó a la isla y concretamente
al Puerto por atribución a un designio divino.
El escritor e investigador y amigo
portuense MELECIO HERNÁNDEZ PÉREZ, relata que el capitán de artillería Pedro
Martínez Francisco, natural de Breña Alta, encargó a un taller de imaginería de
Andalucía una escultura de un Cristo del Gran Poder para la iglesia de su
pueblo. Pero, por error del consignatario del barco que lo transportó, se quedó
en el muelle del Puerto de la Cruz, pese a los reiterados y frustrados intentos
de los marineros por reembarcarla hacia su punto de destino.
Según cuenta la tradición, cuantas veces
los pescadores intentaron embarcar al Cristo, el mar rompía en tempestad,
serenándose únicamente cuando la imagen retornaba al embarcadero. Vecinos y
pescadores interpretaron este hecho como milagroso y consideraron que el Puerto
de la Cruz era el lugar predestinado para morada y templo de aquella imagen.
Ahí nació la creencia popular de que el Gran Poder estaba en el Puerto no por
voluntad humana, sino por voluntad divina. Desde entonces, en los corazones de
los creyentes portuenses caló un hondo sentimiento de fe y devoción por la
imagen de “EL VIEJITO”, como se le llama cariñosamente.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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