El amigo del Puerto de
la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS. Remitió entonces (2015) estas notas. Que
tituló; “EL VALOR DEL FOTOPERIODISMO”: “…Las fotos del niño sirio Aylan Kurdi, yacente sin
vida sobre la playa, o en brazos de un policía turco, obra de Nilufer Demir,
ponen de relieve el valor del fotoperiodismo. Han picado las conciencias de
gobernantes, dirigentes e instituciones como han agitado ese debate, nunca
cerrado del todo, sobre la ética de su publicación. La controversia está
servida tanto para significar el horror, el dolor, la tragedia, la impotencia y
la incapacidad como para reflexionar en torno al alcance de una difusión
mediática.
Nos ocupamos aquí de esta segunda vertiente, no sin
dejar de evocar un antecedente similar que seguimos muy de cerca, hace ya
treinta y un años, cuando la dirección del diario El Día decidió publicar fotos
de cuerpos calcinados tras el terrible incendio de La Gomera, generando un
contencioso con la Delegación del Gobierno.
Los medios y los profesionales han discrepado cuando
se enfrentaron al dilema. Unos publicaron, conscientes del impacto del
documento: grande, en primera, a toda página o media, y destacada. Otros prefirieron
no hacerlo: habrán entendido que era sacar a paseo a la muerte y sus
circunstancias. Y encima, un niño, una víctima inocente, que murió ahogada
mientras le buscaban una orilla salvadora.
Quienes decidieron publicar, ofrecieron explicaciones,
el mismo día o en el debate posterior. No lo dicen pero siempre quedará la
sombra del morbo. “La foto de este niño no es una ilustración, no debe serlo”,
escribió Juan Cruz Ruiz (El País)
después de advertir que, en el caso de los periodistas, “cada uno aplica su
modo de ver”. Este periódico decidió no publicar, explicando su postura en dos
palabras: extrema crudeza.
Hubo división de opiniones en Abc, hasta que se decidió insertar en la página dos pues podía
herir la sensibilidad de los lectores, después de razonar que “es imposible no
ver en la foto el drama a de un mundo desigual cuya realidad y crudeza estamos
obligados moralmente a denunciar los periodistas”.
Albert Lladó (La
Vanguardia) recogió el testimonio del antropólogo visual e investigador
de la Universitat de Barcelona, Roger Canals, quien se muestra claramente
partidario de mostrar gráficas como las del niño sirio: “Son una evidencia
-señala- de las consecuencias humanas de una tragedia devastadora que está
ocurriendo a día de hoy. Una vez la foto tomada, no veo motivos para
censurarla”. Claro que el propio Canals matiza: “El problema no es tanto la
publicación de esta imagen como su sobreexposición, es decir, su difusión
descontrolada y obsesiva. Allí empieza a jugar una suerte de fascinación malsana
con la representación del horror. Hay que saber dejar a los muertos en paz”.
Del extranjero llegaron también un par de testimonios
proclives a la publicación. El director del italiano La Stampa, Mario Calabresi, reveló que su criterio era no
insertar fotos de niños muertos en portadas de diarios pero ahora cambió
radicalmente: “Por primera vez, he pensado que esconder esa imagen significaba
mirar hacia otro lado, disimular como si nunca hubiese ocurrido, y tomarnos el
pelo para garantizarnos otro día de tranquila ignorancia”. Por su parte, el
periódico británico The Independent
sostuvo, a la hora de publicar, que “si estas extraordinariamente poderosas
imágenes de un niño sirio varado en una playa no cambian la actitud de Europa
hacia los refugiados, ¿qué lo hará?”.
Los principales diarios franceses, por el contrario,
eludieron las fotos en sus primeras ediciones. La misma actitud mantuvo el
italiano La Reppublica. New York Times y USA Today, en Estados Unidos,
obraron igual. Entre los medios ‘on line’ más populares, Vox Media, se escudó en “el cierto aspecto viral” de la foto para no
publicarla, y por temor también a que se haya convertido en una imagen que
“implique no tanta compasión como voyeurismo”.
Como puede comprobarse, diversidad de opiniones y
puntos de vista, con mucha razón a la hora de argumentar los pros y los
contras. Actuar conforme a códigos éticos y de conducta es lo consecuente. En
cualquier caso, destaquemos el valor del fotoperiodismo. Como con tantos otros
acontecimientos y sucesos, hay una imagen concreta, la que se fija en la
memoria no solo para identificarlos sino para superar los convencionalismos que
los envuelven. Es la que queda…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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