Mi compañero de docencia en el IES La Orotava Manuel
González Pérez del Barrio de San Antonio de la Villa de La Orotava: AGAPITO DE
CRUZ FRANCO. Remitió entonces (11/08/2019), el enlace del libro “LA OROTAVA,
CURRÍCULO VITAE”, Paginas: 186, 188, y 189. En donde expone unas notas que
tituló; “ANTONIO, EL CURA DE SAN JUAN”: “…El 8
de septiembre de 2006, San Juan del Farrobo estrenó nuevo párroco, siendo
destinado a Guía de Isora el hasta entonces Cura de la Villa de Arriba, Antonio
González León. Es de los curas que mejor me ha caído por acá. Y digo cura,
porque él mismo, con esa sencillez que le caracteriza, era la expresión que
empleaba con los escolares del “IES La Orotava” donde impartía clase: “Dile que
te lo dijo Antonio el Cura”. Las palabras cambian y algunas toman matices raros
pero, cura (médico), es una palabra espléndida. Antonio ha sido para mí un cura
del pueblo. En el silencio de las enrevesadas y estrechas calles de la Villa de
Arriba, ha paseado su quehacer religioso estas casi dos décadas con una
discreción sublime, algo raro en otros párrocos de este valle de lágrimas,
donde algunos, no todos, parecen personajes fijos en las ruedas de prensa
municipales, o elementos plásticos de las romerías seglares y televisiones
políticas. A las 7:30 h. de la mañana yo me lo encontraba siempre en la calle
Nueva de regreso de su actividad religiosa en el convento de las Hermanas de la
Cruz. Al poco, en el instituto, donde, se transformaba en un compañero más, en un
trabajador más. Me lo he cruzado muchas veces en la lucha por una sociedad
mejor. Y cuando la política se ponía por medio, él se retiraba sigilosamente.
Ideologías aparte, nos animaba a la participación institucional en San Juan, de
la misma manera que lo hacíamos en la iglesia matriz de La Concepción, dentro
de esa sana rivalidad histórica que dio origen a esta parroquia de gente
trabajadora. Antonio, ha sido, en La Orotava, el único párroco que, cuando lo
ha creído conveniente, dijo “no” al ayuntamiento, en un municipio en que una
línea invisible une ambas instituciones y donde la politización del elemento
religioso es un hecho. No. Antonio ha sido, simplemente, el Cura. Y no se ha
salido del guión. Y ello, no sé si por sanmiguelero –que en San Miguel ha sido
el único municipio en donde he visto monjas agitando a la población para
sublevarse contra el Gobierno con el fin de no dejar pasar el famoso Tendido de
Vilaflor–, o porque llegó a mamar el espíritu rebelde de la Villa de Arriba. O
quizás, a causa de una vida en la que ha tenido que hacerse a sí mismo en una
lucha difícil por superar circunstancias adversas desde la niñez, o porque él
es un chasnero de la comarca de Abona, con la sangre de aquellos viejos
pastores que subían y bajaban por la soledad de las cumbres sureñas, alguno de
los cuales emigrara a Guatemala para hacerse amigo de indios y de pobres.
Dejaba a la gente ser ella misma. En lugar de sermonear y aprovechar cualquier
circunstancia cultural del barrio para religarla –politizarla religiosamente–,
desaparecía de la escena para dejar al pueblo expresarse. Así es como hemos
conseguido reavivar una tradición, como las alfombras del Corpus Christi de San
Juan del Farrobo, plenas de sentido social y comunitario, por ejemplo. Antonio
el Cura caminó, como un hombre bueno, a través de los compases azules de la
Banda de San Juan y los ritos medievales de las hermandades. Situó en su justo
sitio la religión. La dirigió hacia esa intimidad irrenunciable. Recuerdo
cuando se disculpó al ser invitado a un programa de TV para hablar conmigo y
con el alcalde Isaac Valencia. Ya no sé si era coherencia de no salirse de su
función como sacerdote o timidez. En cualquier caso, timidez en forma de
dulzura comprometida. De sonrisa perfecta. La voz amable en las pérdidas de los
seres queridos donde se sentía uno más en la historia familiar. El evangelio de
los humildes…
El 14 de septiembre
de 2006 glosé su figura de persona humilde y entregada a tiempo total a su
tarea religiosa y social. Añado ahora, lo mucho que se le echa de menos en La
Orotava. Como compañero de enseñanza, vuelvo a dar testimonio de su talante de
hombre bueno, que sitúa en su justo sitio la religión dentro del más absoluto
respeto a los demás. Así, y como fiel mensajero del evangelio de los humildes,
no podía sino toparse en su destino sureño, con la sombra del Cacique.
La pelea política
que, con su enfermedad y a raíz del proceso de cambio parroquial, escenificaron
los partidos del ayuntamiento isorano, le hace tremendo daño. Y ello, por su
sencillez y su alergia natural y sobrenatural a la política (que se apunten a
esta actitud otros que no paran de hacer genuflexiones ante alcaldes y
gobiernos varios). Si los partidos de Guía coinciden en que lo primero es la
recuperación de su párroco, lo segundo es que hagan voto de silencio y pongan
bajo clausura a la sinhueso.
El S.O. de Tenerife
ha sido, en parte, uno de los últimos reductos del Señorito. Terratenientes.
Sueldos miserables. Injusticias de las que dan fe el SOC y el desaparecido
partido local CUT. La actual oposición apunta que la presión que desde el
ayuntamiento ha soportado el párroco durante un año, está en el origen de su
postración.
El grupo de gobierno
lo niega. Otros ver: http://www.atan.org/energia/opinion/miedoguia.htm) hablan
de miedo social. La sensibilidad de Antonio debió sufrir lo suyo, ante las
suspicacias de patio de vecinos y mentidero tipo plaza del pueblo, vertidas
sobre él por una hojilla local La gaceta de Isora, que edita Manuel
Ballesteros, con funciones en el gabinete de prensa municipal. Cuando el
periodismo no forma ni informa sino que deforma, nada tiene de periodismo. El
recurso a la libertad de expresión está de más.
El Tagoror Achinech
(www.tagororachinech.org), agrupación vecinal contraria a las turbinas de Chío
y enfrentada al poder local, ha sufrido también sus iras. Sin embargo, el
problema de fondo arranca de la Diócesis Nivariense y la gestión de su obispo
Bernardo Álvarez Afonso, que sigue sin salir al paso de esta injusticia. No se
entiende el porqué se cambia a los curas de las parroquias cuando funcionan
bien y en comunión con la población y el engranaje social.
Era el caso de
Antonio González de León en La Orotava y de Carlos y Rufino en Guía,
procedentes estos del País Vasco. En La Orotava sintieron el cambio de su
párroco como una especie de destierro. Tampoco, cómo a la hora de afrontar
cambios no se tiene en cuenta lo que opina la Iglesia (me refiero a la
asamblea, a la parroquia, que es lo que significa Iglesia). Y el perjuicio
posterior de adaptabilidad a la nueva coyuntura. No vale la razón espiritual y
la despreocupación por las cosas terrenales, que luego pasa lo que pasa y ante
tanta despreocupación se quema hasta lo más sagrado. Tampoco el voto de obediencia.
El Cristianismo y el
Cuerpo Místico de Cristo, se fundamentan en el Amor, no en la Autoridad.
Imagino que las razones son políticas y de organización. En ese caso un poco de
democracia y consulta popular a los feligreses vendría bien frente a la
trasnochada y dictatorial jerarquía eclesiástica. Y preparar el destino al
destinatario. Todo el mundo sabe en Guía que la casa del cura era inhabitable.
Casa que el ayuntamiento aún está reparando y que es responsabilidad del
Obispado. Antonio fue homenajeado el verano pasado en un gran acto social y
municipal en la Sociedad Liceo de Taoro de La Orotava. Hubo que prepararlo en
secreto ante la humildad de su protagonista. El tratamiento dado a nuestro
querido sanmiguelero, ha indignado a la Villa de Arriba de La Orotava, que
prepara acciones al respecto. Cuando históricamente esto ha sucedido, ésta ha
puesto en su sitio al clero, a los ayuntamientos y a sus acólitos. San Juan y
Guía apoyan a su párroco. El paso siguiente no tiene nada que ver con la caridad
cristiana, sino con la justicia…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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