El amigo del Puerto de la Cruz;
SALVADOR GARCÍA LLANOS remitió entonces (13/09/2019) estas notas que tituló; “LANCELOT,
LANZAROTE”: “…Para empezar: conjunción de los astros mágicos (Espinosa y Manrique) para
hacer honor al surrealismo y desvelar que los profesores Nilo Palenzuela y
Francisco Galante impartieron sus primeras conferencias, por separado, hace yá
décadas, en el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC), lleno para
seguir atentamente la descripción, la identificación, le evolución, la
creación, la transformación y el compromiso con la isla, Lancelot, Lanzarote,
allí donde el exotismo se desborda y donde el viento envuelve sus valores. Y
donde Espinosa y Manrique, dotados de una fecunda capacidad creadora, en épocas
diferentes, se esmeraron para construir un universo que se anticipó a sus
respectivos tiempos y enseñoreó su naturaleza y su paisaje, como se encargaron de
plasmar y exaltar en sus obras.
Es el año espinosiano, según
decisión del Gobierno de Canarias, el del ochenta aniversario del fallecimiento
del escritor y el del centenario del nacimiento del artista. Está presente
Agustín Espinosa Boissier, hijo del literato, quien apura su intervención final
para dar las gracias, después de haber escuchado por enésima vez los elogios a
la fascinación de la producción literaria de su padre y los perfiles críticos
de su obra.
Los cadedráticos de la
Universidad de La Laguna (ULL), Palenzuela y Galante, se lucieron en una
exposición conjunta que acreditó un conocimiento exhaustivo de la vida y obras
de los dos genios. Desglosaron literatura, arte y pensamiento. Un acierto,
desde luego, la selección y el enfoque, presentación del profesor y crítico
Celestino Hernández incluida. La palabra clave en ambos y para ambos es crear.
En efecto, pusieron en marcha una genuina máquina creadora que el tiempo, pese
a tantos imponderables, mantiene en funcionamiento.
Así, para Palenzuela, Agustín
Espinosa es el escritor más audaz del siglo XX. Cuando llega -uno de sus
destinos, es el de profesor de Literatura en el instituto de enseñanza media de
Arrecife que hoy lleva su nombre- hace una especie de guía integral de
Lanzarote. Echa mano de la memoria, bajo las coordenadas estéticas de la época,
para urdir un discurso que dé solidez a su propósito. Cuando una edición
de Crimen, al cuidado
del profesor Palenzuela, no hubo duda para elegir el gráfico de la portada,
original de Óscar Domínguez.
Crear, crear, crear... Una
obsesión para Espinosa y para César Manrique de cuya trayectoria, vital y
artística, se ocupó Francisco Galante. El nexo común, pese a las épocas
diferentes, es la naturaleza. Si Espinosa produce una literatura fascinante,
Manrique eleva el listón artístico de la originalidad en su interpretación de
la singularísima naturaleza. Galante precisa que hay en César un antes y un
después de su viaje a New York, en 1966, especialmente en lo que a obra
pictórica se refiere. Su primera exposición, dedicada a la flora canaria, data
de 1942. Pero entonces ya Manrique concibe proyectos espaciales y urbanísticos
de modo que Arrecife esté orientada al Atlántico. En la ciudad norteamericana,
se acerca a las vanguardias y se interesa por los discursos estéticos que allí
vieron la luz. Hasta que descubre objetos e imagina cómo intervenir en la
naturaleza. Surge entonces el César dinámico y transgresor y aunque el suyo sea
un proyecto inacabado pues él es parte de la Naturaleza (“...el tubo volcánico
me habla...”), propone una transformación total de la isla. Según Galante,
César se empeñó “en una reconversión total del espacio en beneficio de sus
usuarios”. Por eso mismo, con todo respeto, se atrevió a decirle al alcalde
portuense, Marco González, también presente, que “el Lago está
considerablemente degradado”.
Hubo tiempo para aludir a que
entre la primera obra manriqueña, Los
jameos del agua, y la última, El jardín de cactus, alfa y omega de su creación,
rescatando vertederos, esparcida por Canarias, hay una trayectoria que Agustín
Espinosa, seguro, hubiera elevado a saludable, fascinante y eterna escritura
propia, en consonancia con el más audaz surrealismo. Lancelot, Lanzarote.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ
ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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