Fotografía de mi colección particular
tomada por mi cámara.
El amigo del Puerto de la Cruz; SALVADOR GARCÍA
LLANOS remitió entonces (30/06/2022) estas notas que tituló; “LA QUEMA DEL HARAGÁN”: “…Esta era la terminología con que se
titulaba un tradicional número del programa de las Fiestas de Julio en el
Puerto de la Cruz. Mucha gente preguntaba el significado de la palabra haragán. Y con el paso del
tiempo se interesaba por el origen de aquella suerte de atracción que era pasto
de las llamas al término de la cabalgata anunciadora, allí, en los alrededores
del refugio pesquero en la noche del sábado festero.
El
vocablo es de origen árabe. Haragán es
alguien que no quiere trabajar. De ahí también la palabra holgazán, formada de
una fusión con holgar, del latín follicare (soplar),
que también nos dio huelga. El haragán siempre pone pretextos para no ir al
trabajo.
Quizás
algún día sepamos el origen de lo que fue una tradición. ¿Se trataba de
simbolizar la liquidación de algún personaje, más o menos público? ¿Era
llevarle sin miramientos a los extremos de la hoguera crítica? El significado y
los mentores (maestro Ángel Barroso, Farrais padre, Gilberto Hernández y Pepín
Castilla, el último superviviente, tendrían las respuestas). Aquello era como
la sardina carnavalera pero de menor escala.
Lo
confeccionaban en Valle Guerra-Tejina. Un año más voluminoso, otro con perfiles
más estéticos (En una ocasión, hubieron de improvisar pues no había tiempo en
el taller: cogieron un cabezudo deteriorado e inservible, le hicieron un cuerpo
acartonado y lo rellenaron con papeles y algodones que ardería después de ser
rociado con una mezcla de vino y alcohol) Lo transportaban en una plataforma
que llamaba la atención al paso por la autopista del norte. Hasta ser colocado
en el punto de salida de la cabalgata por donde discurría con ayuda mecánica. A
remolque, vamos. Y llegando a las inmediaciones del refugio pesquero, en los
adoquines de La Marina, allí donde Santo Domingo se une con Mequinez, por donde
fluye buna parte de las esencias festeras portuenses, allí las llamas devoraban
al haragán.
Los
policías locales y los colaboradores de Pepín alejaban a niños y jóvenes del
transporte, así como a los más curiosos y a los extranjeros que no entendían
nada de nada. El ceremonial, escueto y sin alardes, discurría entre resignación
y efímera expectativa, de esa que aguarda alguna explosión o traca final. Las
llamas se elevaban al cielo. Ahí acababa la quema del haragán por cuyo
significado preguntaron no pocas personas sin que nadie atinara con la
respuesta.
Alguien
acertó con un proverbio irónico para definir las características de aquella
figura: “Si ser un haragán es
tan agradable como lograr algo en la vida, ¿por qué salir de la cama?”.
Pero
no era aquella una obra de arte. La mandaban a la hoguera, que tampoco era la
de las vanidades, configurada en otras coordenadas, unos cuantos años después.
Prendía. Punto seguido. Hasta que pasó a mejor vida…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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