El amigo de la Villa de La Orotava; JESÚS TOMAS GARCÍA RODRÍGUEZ, remitió entonces (28/08/2020) estas notas
y fotografía referente a su abuelo paterno TOMÁS GARCÍA PADRÓN, que regentó
varias décadas una lonja de pescado salado en el callejón o calle Los Rosales
de la Villa de La Orotava. Y finalizó su vida en el mundo comercial regentando
la cantina del recordado Cine Orotava (Cine de don Casiano) “actual Sala Auditorio
Teobaldo Power”.
Recuerdo
las dos actividades mercantiles de Tomás García Padrón, en mi infancia la Lonja
de Los Rosales, el ir con mis hermanas a comprar pescado para casa. Me cuentan
que el convecino Manolo Quintero ex futbolista del UD. Orotava, CD Norte y CD.
Tenerife, funcionario del Banco Exterior de España, trabajó de operario en la
mencionada Lonja.
La
Cantina del Cine Orotava, la presencié con Tomas García Padrón concretamente en
mi juventud, puesto que en la infancia la administraba o regentaba mi vecino de
la calle El Calvario: Inocencio Gutiérrez.
Estas
son las notas remitidas de las vivencias del amigo Jesús Tomas García
Rodríguez, con su abuelo paterno: “…Buenos días. La llama de una
vela encendida fue mi pasaporte, todos los fines de semana de los años 70 del
siglo pasado, para entrar al cine. Me explico. Mi abuelo Tomás García Padrón
regentaba la cantina del Cine de Arriba (el Cine Orotava o Cine de Don Casiano),
que fue inaugurado, como saben, en abril de 1957. Es a partir de los años 60
cuando mi abuelo se hace cargo de ese espacio donde vendía un poco de todo en
la segunda planta del edificio, en el inicio o descansos de las sesiones
cinematográficas. Entrabamos por la puerta de anfiteatro o
"gallinero". Cuando Antonio Pérez (“el cariñoso”) o Félix Hernández,
nos veían llegar a mi hermano y a mí, pasamos rápidamente, subíamos la escalera
de dos en dos y saludábamos a nuestro abuelo, que casi siempre estaba con la
radio encendida escuchando la lotería (mira que jugó es hombre a la lotería, un
vicio que trajo de Cuba). Nos metía en la parte trasera de la cantina, donde ya
tenía preparado el "millo frito" recién hecho y nos ponía a rellenar
las bolsitas plásticas que cerrábamos cuidadosamente pasándolas por la llama de
la vela encendida. 100 o 200 paquetes. Si se acababan en una sesión se hacía
más millo, y si faltaban las bolsas plásticas me mandaba al estanco a buscar
más. Yo casi no llegaba a la barra pero me puse más de dos veces a despachar,
alcanzando lo que pedían. Mi abuelo en el centro de la barra controlando la
caja de las "perras" y dándole el cambio a mi padre o algún amigo que
echaba una mano. Acabado el trabajo salíamos corriendo para anfiteatro o, si
estaba lleno el cine, para el gallinero a ver, a Tarzán o los tres Mosqueteros.
Varias veces Carmelo me dejó entrar con él a la cabina de proyección, donde
estaban aquellos dos enormes proyectores cinematográficos. Llegué a conocer
todos los entresijos de aquel edificio enorme, la sala de butacas, el foso, el
anfiteatro, el gallinero, la sala de máquinas, el cuartito donde se guardaban
las películas, los baños, la cantina..... Me enamoré del séptimo arte viendo en
aquella pantalla de 18 metros numerosas historias y aventuras. Sólo trabajamos
en la sesión de las cuatro. Al finalizar la película nuestro abuelo nos daba
algunas pesetas que invertíamos en el carrito de Paco o en el de Eusebio, o en
algún dulce en el Valle. Así lo quiero recordar, con esta foto que conservo de
mi abuelo Tomás del 12 de agosto de 1967 (acuérdense de ir a Valero a sacar las
fotos en papel y ponerle la fecha por detrás)...Mi historia personal de hoy...Casi
nada como dice un amigo…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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