Fotografía de mi colección
particular tomada de mi cámara.
En el muro del FACEBOOK del amigo de la Villa de La Orotava
JESÚS ROCÍO RAMOS, aparece un magnífico y extraordinario trabajo suyo que
comparto con su permiso, adaptado por ÁNGELA PÉREZ ROCÍO, que se tituló “LOS HUEVOS DEL CAMPO”: “…Cuando yo era un adolescente, la calle del castaño (Domingo Glez) era la
más transitada. Estaban las ventas, donde la gente del campo tenían asignadas
las libretas de las raciones.
Todos los molinos de gofio
funcionando, la lonja del pescado, y las panaderías, y al no tener transporte
la gente de los altos: de Aguamansa, Pinoleris, Barroso venían caminando por el
Sauce directos a La Piedad, y así llegaban a la calle, donde estaban sus
ventas, regresando con la compra en cestas por el mismo camino. Al igual que
las del Camino de Chasna, el Paso, y Montijo, salían por La Candelaria del Lomo
y venían por aquel entonces por la calle tiralamanga (hoy La Candelaria),
directos a salir a la calle del castaño.
Mi madre me ponía en la puerta
de mi casa para cuando pasaran las mujeres le preguntara si traían huevos, y si
los traían que la llamase; muchas los traían, pero pocas los vendían, los
querían para cambiarlos por millo (en aquel tiempo no se conseguía para hacer
gofio). En el pueblo no había huevos, y en el campo al estar las gallinas
sueltas, había algunos, pero la gente tenía que venderlos para hacerles frente
a otras necesidades.
En el pueblo era muy difícil
conseguirlos, pero pasado el tiempo, empezaron las primeras granjas, y los huevos
se conseguían más fácil, pero eran con las yemas pálidas; las claras al
freírlos salpicaban. En verdad, no nos gustaban a pesar que, algunos de los
dueños de la granja, para que la gente los comprara le ponían un poco de
pimentón junto con el pienso para que las yemas no fueran tan pálidas.
Nosotros nos acostumbramos a
los del campo de yema amarilla, nos costó adaptarnos, pero pasado el tiempo la
cosa cambió a mejor, ya la gente del campo no criaban a las gallinas para
vender los huevos, al contrario, los llevaban del pueblo para el campo.
Se da el caso de que una vecina
tiene unas gallinas sueltas en su casa, y le ponen más huevos que los que
consume, y los sobrantes no los puede vender; la gente no se los compra, porque
dicen que las yemas son amarillas, ¡¡¡qué les parece!!!...”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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