El amigo de la Villa de La Orotava; JAVIER LIMA
ESTÉVEZ. Graduado en Historia por la Universidad de La Laguna remitió entonces
(05/04/2020) estas notas que tituló; “UNA CRÓNICA DEL VALLE DE LA OROTAVA EN LOS
INICIOS DEL SIGLO XX (I)”: “…En el presente artículo analizamos una crónica del
diario El Progreso, disponible para su consulta en la hemeroteca digital de la
ULL y el portal Jable de la ULPGC. En su edición del 12 de septiembre de 1908,
recoge un escrito de Luis Roger -acrónimo del periodista Leoncio Rodríguez
(1881-1955)-, bajo el título «El Valle de La Orotava», aunque centra su
atención en Los Realejos y el Puerto de la Cruz. Tras anotar algunos aspectos
de la conquista realejera, describe un contexto marcado por la presencia de
hombres que, con gran trabajo, labraban la tierra y mujeres que, con sumo
cuidado, se encargaban de elaborar y distribuir los calados. No duda en destacar
la presencia de una puerta pintada de color verde en la plaza principal
rotulada con las iniciales de los nombres de los Realejos como elemento para
definir la jurisdicción de ambos pueblos. Una hoja pertenece al Realejo de
Abajo y la otra hoja al Realejo de Arriba. Un aspecto que, a priori, no tendría
mayor importancia, pero lo cierto es que el autor del artículo no duda en
manifestar lo siguiente: ¡Ay del vecino que osare no acatar este mandamiento!
¡Ay del alcalde que fuera a meterse a gobernar más allá de su hoja de puerta!
¡Ay del cura párroco que bautizare a cualquier neófito, nacido fuera de
aquellos antiguos límites! Al querer penetrar por otra puerta que no fuera la
suya, le darían con ella en las narices. El lindero de la hoja de la puerta es
inviolable, y todos acatan esta sencillísima ordenanza municipal, que no ha
sido menester ponerla en papel sellado ni en letras de molde.
Todo un conjunto de calles limpias y urbanizadas, así
como la presencia de notables casas, extensas plazas, un importante sistema de
canalización de aguas y la extensión del cultivo del plátano definían la imagen
del lugar en los inicios del pasado siglo. Curiosa nota podemos observar cuando
acude a una fonda del Realejo Bajo, situada en un viejo caserón, capaz de albergar
un regimiento. En ese espacio no dudaría en anotar la espera a la que fue
sometido como consecuencia de que el almuerzo se servía a una determinada hora
y no antes; a pesar de sus quejas por esa situación. Un hecho que no termina de
entender pero que sería en parte omitido ante la presencia de Conchita, hija de
la fondista, descrita como una hermosa y hercúlea realejera, de ojos
brilladores y semblante alegre, soberano vestigio de la raza de Guajara y
Guayarmina…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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