Su último acto,
presencia en la Junta Local de Seguridad, acreditó su compromiso. Paco Gómez ha
sido un policía de la democracia, casi cuatro décadas tratando de dignificar un
servicio esencial para la convivencia y la constitucional protección de las
libertades. Gómez decía adiós, en presencia del subdelegado del Gobierno en
Santa Cruz de Tenerife, Javier Martín Plata; y del alcalde del Puerto de la
Cruz, Marco Antonio González Mesa, quien le elogió con fundamentos: “Ha
demostrado esa lealtad no solo al oficio sino de forma personal, convencido de
que lo ha hecho también de manera admirable y ejemplar con quienes han ocupado
mi cargo con anterioridad”.
Por algo le hicieron
Hijo Predilecto en 2013, en reconocimiento a su entrega, a su dedicación y a su
profesionalidad. Porque Gómez ha reunido esas virtudes de un servidor público
que no solo velaba por la imagen de la seguridad de la ciudad sino por la
puntualidad y la calidad de las prestaciones que desde su departamento habría
de ofrecer a la ciudadanía. En muchísimas ocasiones, luchando contra la escasez
de los recursos, humanos y materiales, contra la incomprensión y contra las
dificultades que muchas veces condicionaban la coordinación entre cuerpos y la
propia eficacia. Pero se esmeró, desde luego, para dignificar el papel y la
tarea de quienes velan por la seguridad ciudadana, de quienes encarnan un
cometido primordial, digno de todo respeto, en una sociedad plagada de amenazas
y contingencias.
Paco Gómez dice
adiós sin alharacas, con sobriedad, como corresponde a su forma de ser.
Respetuoso y observador, de sólida formación jurídica, cumplidor del deber sin
dobleces, se ganó el aprecio de sus colegas y de los responsables de otros
cuerpos que encontraron en él, sobre todo, un colaborador. Paco es, pues,
un policía de la democracia que puede presumir de lealtad al haber servido a
ocho alcaldes portuenses. Un probo servidor público, un policía que ha
querido trabajar siempre con eficacia, con rigor y sin negligencias, con un
estricto sentido del cumplimiento del deber y una actitud consecuente con el
carácter jerárquico de la organización y el método de funcionamiento. Un
policía empeñado en que quienes escogieron tal profesión sean cercanos, estén
pegados a las necesidades o las demandas del pueblo, compartan sus afanes, les
auxilie, les informe y les prevenga, les haga sentir a los ciudadanos seguros y
sujetos activos del Estado de derecho.
En este punto final
a su trayectoria activa, Gómez recordará, seguro, al ciudadano Rafael Abreu
González quien, unos días antes de cumplir noventa y nueve años, en abril de
2007, le dedicara espontáneamente unos versos titulados “¿Quién es él”? Dicen
así:
“Es un joven funcionario; su oficina, en el
Penitente. Atiende y aconseja a la gente pero no cobra ‘honorarios’.
Seguro que es progresista, correctamente educado,
positivamente ilustrado: fotografiando, un artista.
Joven e inteligente, amigo de los amigos, no se le
conocen enemigos: los tiene, seguramente.
No tiene ningún estrés. Dirige a la policía, trabajando
día a día, ¿adivíname quién es?”.
Pues ese todavía
joven funcionario ya se ha jubilado. Gracias por los servicios prestados…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ
ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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