Fotografía,
colección particular tomada de mi cámara.
La
amiga Auxi Álvarez Luis, remitió entonces (17/07/2021), el pregón
correspondiente a las Fiestas Mayores de Julio del Puerto de la Cruz 2021.
El
pregonero fue el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, IEHC, en las
voces de cinco componentes, el presidente José Cruz, la vicepresidenta
Margarita Rodríguez, el vocal Eduardo Zalba y dos miembros, Ruth Pérez y Noelia
Oliva.
Al ser
por pandemia poco se hizo ya que es complicado todo fue por Facebook y redes,
No como antes en fin un abrazo: “…1. Introducción del presidente, José Cruz Torres. Señor Alcalde, miembros
de la corporación municipal, vecinos y vecinas del Puerto de la Cruz: En nombre
de mis compañeros de la Junta de Gobierno del Instituto de Estudios Hispánicos
de Canarias, quiero, antes que nada, agradecer al Ayuntamiento del Puerto de la
Cruz que nos haya elegido para pregonar estas fiestas de Julio. Es un honor
para la institución y una oportunidad para hacer más visible la pluralidad y la
diversidad de que hace gala junto con la vocación por acoger, desarrollar y
difundir cultura y conocimiento, nuestra única defensa contra la impunidad de
la ignorancia o de la mentira.
Con el presidente de la
institución -quien les habla- hemos convocado aquí a otros cuatro miembros de
la Junta de Gobierno dispuestos a ser esta tarde las voces del Instituto en la
lectura de un pregón que dadas sus características por fuerza tenía que ser
“coral”: Margarita Rodríguez Espinosa, licenciada en Filosofía y Letras,
profesora de Lengua y Literatura, vicepresidenta de actos culturales,
representante de los miembros veteranos del Instituto. Vivió desde niña sus
inicios y formó parte de la primera sección de estudiantes creada en los años
60.
Ruth Pérez Ruiz, licenciada en
Bellas Artes, pofesora, vicesecretaria y entusiasta colaboradora de cualquier
actividad artística del Instituto, especialmente de las que implican a la
juventud creadora.
Noelia Oliva García, graduada
en Historia del Arte, máster en Conservación de Planes Culturales y Patrimonio,
profesora, es la vocal de más reciente incorporación, representante en la Junta
de la Sección de Estudiantes que preside, lista para poner en marcha los
proyectos de los jóvenes.
Eduardo Zalba González,
licenciado en Historia del Arte y diplomado en Estudios Avanzados, vocal de la
Junta y miembro muy activo en la realización de actos culturales y artísticos,
muy especialmente en los vinculados a la historia del Puerto de la Cruz, a su
patrimonio y a sus tradiciones, por lo que tiene ganado el derecho a pronunciar,
al cierre de este discurso colectivo, los vivas al Puerto de la Cruz, al Gran Poder
de Dios y a la Virgen del Carmen.
Nuestro Puerto de la Cruz tiene
una historia que contar. Su historia como el puerto que una vez fue, y al que
obviamente debe su nombre, lo comunicó con el mundo y le proporcionó su talante
cosmopolita, abierto y acogedor. La situación estratégica de Canarias había sido
un gran atractivo para el comercio mundial y numerosos comerciantes extranjeros
empezaron a establecerse aquí, en el Puerto, desde los siglos XVII y XVIII. El
floreciente comercio del vino le proporcionó fama en países extranjeros desde
épocas muy tempranas. Fueron precisamente los comerciantes venidos de fuera y
la actividad comercial del muelle los que propiciaron la entrada de los libros
de los pensadores europeos que conformarían importantes bibliotecas privadas
del Puerto de la Cruz del siglo XVIII y que favorecieron la implantación de la
Ilustración en Canarias. De la Ilustración se nutrió en su juventud Agustín de
Betancourt, nuestro portuense más universal, y también su hermana María.
Incluye Agustín Álvarez Rixo,
en su Descripción Histórica del Puerto de la Cruz, a otros «Hombres de mérito
nacidos en este Puerto», como los Iriarte, Luis de la Cruz y Ríos o Bernardo
Cologan Fallon. Escribe el historiador que -cito- «a excepción de la ciudad de
La Laguna […] ningún otro pueblo de estas Islas tenía en aquella época más varones
célebres que el nuestro. Pero lo que es más, y en lo que ningún pueblo de las Islas
nos rivaliza es en que en la misma época contábamos con una señora erudita escritora.
Era esta doña María Joaquina Viera, que nació en este Puerto el 27 de [no escribe
el mes] de 1737, digna hermana del historiador de las Canarias», cuya familia, añadimos
nosotros, se había establecido en el Puerto a los pocos meses de haber nacido José
de Viera y Clavijo.
Del Puerto de la Cruz ilustrado
data también la creación del Jardín de Aclimatación de La Orotava, el Jardín
Botánico, fundado por una Real Orden del Rey Carlos III que encomienda su
desarrollo a don Alonso de Nava Grimón y Benítez de Lugo, sexto Marqués de
Villanueva del Prado, con la finalidad de reunir en Canarias y acercar a Europa
algunas especies exóticas desconocidas. Hoy es una importante institución
científica, y ha sido declarado Bien de Interés Cultural, con categoría de jardín
histórico. Desde sus orígenes fue visitado por muchas e ilustres
personalidades, entre ellas Humboldt y Berthelot, y desde siempre constituyó un
gran atractivo turístico.
Ya en el siglo XX, entre 1913 y
1917, el Puerto de la Cruz fue sede del primer instituto de investigación
primatológica, en la Casa Amarilla, edificación que se conserva, aunque en un
lamentable estado de deterioro. Otros proyectos científicos no llegan a
consolidarse, como ocurrió, pasados unos años, con el del naturalista sueco Sventenius,
quien, en los inicios de los años 50, soñó con establecer un jardín macaronésico
en las laderas de Martiánez, un jardín de flora canaria que fue defendido y
apoyado ante las instituciones políticas por su buen amigo y colaborador
Telesforo Bravo, pero que fue finalmente rechazado.
El Puerto había atraído desde
épocas muy tempranas a curiosos viajeros y viajeras y a visitantes que con
frecuencia lo eligen como lugar de residencia permanente. Nicolás González
Lemus, compañero de Junta, que tanto ha estudiado y ha escrito sobre la
historia del turismo portuense, nos recuerda que se cumplen ahora 155 años de
la formación de la primera empresa turística de Canarias: la Compañía de Hoteles
y Sanatorium del Valle de la Orotava, en el Puerto de Orotava, hoy Puerto de la
Cruz, que se ocupa de instalar en los llanos de Martiánez el Orotava Grand
Hotel, el futuro hotel Martiánez. Poco después la Taoro Company Ltd. construye
el Hotel Taoro.
Con la instauración de estos
dos hoteles quedaba inaugurada la primera edad dorada del turismo portuense.
Nos apunta otro de nuestros sabios
compañeros, Isidoro Sánchez, que la noche de San Juan de 1799 la había
disfrutado Alejandro Humboldt en los jardines del Sitio Litre. Avanzado el XIX,
por las calles del Puerto de la Cruz se paseó Olivia Stone, igual que haría
Agatha Christie ya entrado el siglo XX y unos años después, hacia la mitad del
siglo, Dulce María Loynaz; y de ello las tres escritoras dejan constancia en sus
libros; como harán también en sus versos los más importantes poetas
vanguardistas canarios, Pedro García Cabrera y Emeterio Gutiérrez Albelo, y en
su prosa surrealista el escritor nacido aquí, en el Puerto de la Cruz, Agustín
Espinosa, considerado la figura más relevante de la cultura canaria del primer
tercio del siglo pasado.
El Puerto no solo estaba ya en
el mapa internacional: estaba además en los libros. De su historia se ha
hablado mucho, y se habla, en nuestro Instituto de Estudios Hispánicos. Sus
hechos relevantes y sus protagonistas muchas veces han sido y son el motivo de
numerosas conferencias y ponencias incluidas o no en congresos y encuentros; en
los ciclos de Historia y de Historia del Arte, en las exposiciones, en los actos
de homenaje, en las semanas científicas y literarias, en recitales o en proyecciones
de cine, y, con frecuencia, tema de muchos de los artículos publicados en Catharum,
nuestra revista de Ciencias y Humanidades.
2. Intervención de Margarita
Rodríguez Espinosa.
En 1953 el IEHC aparece en la
historia del Puerto, en un momento muy duro de la historia del país, y tuvo que
asumir la reactivación de la animada vida cultural y artística previa al 36 que
había sido arrasada. Dentro de su sede se inauguran ese mismo año dos museos y
la biblioteca, con el fondo que había sido colección particular del erudito
portuense, miembro de honor del instituto, Sebastián Padrón Acosta.
Con el tiempo, algunas de estas
criaturas se van de casa para hacerse municipales, como ocurrió con la Sala de
Arqueología Canaria Luis Diego Cuscoy, que es hoy el Museo Arqueológico
Municipal. También se nos independiza la biblioteca, para constituir, desde
1969, la Biblioteca Pública Tomás de Iriarte, cuya primera sede fue el IEHC, en
el que se custodiaban los fondos cedidos para ese fin por la Dirección General de
Archivos y Bibliotecas, desde el año de la fundación; actualmente la biblioteca
municipal es uno de los centros culturales portuenses con mayor actividad,
premiada en varias ocasiones por su proyecto de animación a la lectura y de
acercamiento al ciudadano. En casa se quedaba el fondo histórico, cuyo catálogo
está incluido para su consulta en la red de Bibliotecas Públicas Canarias, red
BICA.
En casa permanece el Museo de
Arte Contemporáneo, aunque no consiguió reabrir sus puertas hasta 2007. El
museo lleva el nombre de Eduardo Westerdahl, quien pronuncia estas palabras en
su discurso de inauguración de 1953, con las que se refiere a su apertura como
“la más natural consecuencia de la vida íntima de las islas, de su espíritu
abierto, de su inquietud universal.” Westerdahl ve el Instituto y el museo, su museo,
como continuadores de aquella vanguardia renovadora que él había vivido, y sueña
junto al arquitecto Alberto Sartoris con una residencia internacional de
artistas, diseñada para el Puerto de la Cruz, que nunca llegó a hacerse
realidad.
Nació también vinculado al
Instituto de Estudios Hispánicos un coro polifónico, germen de la prestigiosa
coral portuense que, igual que la Asociación Cultural de la que forma parte,
lleva el nombre del que fuera primer responsable de la sección musical de esta
institución, el músico y compositor Juan Reyes Bartlet.
También se quedaron en casa los
Cursos de Español para Extranjeros, que mantienen su actividad y su prestigio
después de casi 70 años. Desde el principio fueron acogidos con interés y
entusiasmo por los residentes extranjeros en la isla y por turistas deseosos de
conocer el idioma y la cultura canaria y española, con un programa de actividades
que ha permanecido, actividades centradas sobre todo en el conocimiento del
patrimonio natural, histórico, artístico y cultural de Canarias. Los actos de
clausura especialmente constituían en los primeros años auténticos
acontecimientos sociales. Se celebraban en establecimientos hoteleros, se
invitaba a autoridades y a personalidades del mundo universitario y de la
cultura isleña, y se abrían a los socios y a la sociedad portuense en general.
Pronunciaron los discursos de apertura y clausura, o llegaron a formar parte
del elenco de conferenciantes, profesores y catedráticos de universidades españolas
y americanas, y figuras relevantes del mundo de la ciencia y del arte, embajadores,
prestigiosos poetas y novelistas, como el Premio Nobel Miguel Ángel Asturias, o
académicos de la talla de Fernando Lázaro Carreter. Este primer nivel de ilustres
conferenciantes se ha conseguido mantener a lo largo de los años en los actos de
inauguración del curso académico del Instituto que celebramos cada 12 de
octubre, en los que han intervenido, entre otras importantes personalidades,
Camilo José Cela, José Saramago, Juan Marichal, Gabriel Jackson, Paul Preston,
Rosina Gómez Baeza, Federico Mayor Zaragoza, Julio Llamazares o Cecilia
Domínguez.
El Instituto había sido fundado
el 12 de febrero del 53 en el Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, cuyo alcalde,
Isidoro Luz Carpenter, sería su primer presidente.
Desde el momento de la
inauguración se rodeó el presidente de un grupo de personas pertenecientes a la
élite social e intelectual del municipio, de diferentes ideologías, pero unidas
por un profundo amor a la cultura y al Puerto.
A este grupo se agregaron personalidades
supervivientes de las vanguardias que brillaron durante la II República.
La recién constituida entidad
ve un resquicio para recibir apoyo económico: la integración en la red de
Institutos de Cultura Hispánica que favorecía el Régimen. Así, y, salvando el
control ideológico del franquismo, estas personas lograron convertir nuestro
Instituto en un imprescindible e incuestionable reducto difusor y receptor de
la cultura y del arte contemporáneo.
El Instituto consiguió desde
sus inicios implicar a los más significados Intelectuales y artistas canarios,
cuya extensísima nómina sería inviable recitar aquí.
Por su especial e intenso
compromiso con la institución nombraremos solamente a don Telesforo Bravo
Expósito, catedrático de Geología e hijo ilustre del Puerto de la Cruz, que
tuvo un papel fundamental en su desarrollo por sus aportaciones a la sección de
ciencias y a la arqueología. El primer objetivo del Instituto era conseguir una
amplia proyección fuera y dentro del archipiélago, con una clara voluntad de
difusión de la cultura canaria, americana e hispánica, acogiendo también
expresiones culturales de otros países, sin dejar de lado nunca los valores
locales, preocupado siempre por integrarlos en su programación y por participar
en sus manifestaciones culturales y festivas.
Desconozco cómo eran las
fiestas del Gran Poder en los primeros años del
Instituto, aunque es fácil deducir que no se parecían mucho a las de
ahora. Alcanzo a recordar aquellas cosas que nos podían ilusionar a los niños:
la plaza y sus aledaños transformados en una feria casi mágica, con puestos de
turroneras, de algodón de azúcar, de churros y de chucherías que reforzaban los
tradicionales “carritos” de golosinas; los “caballitos”, como llamábamos al
carrusel, los cochitos de choque y una noria que no debía de contar con más de
cinco cabinas. Alguna vez presenciamos el embarque de la Virgen, y las
competiciones de cucaña y, siempre, los fuegos desde la azotea de algún
familiar. No participábamos los niños ni las niñas, los de mi entorno al menos,
que yo recuerde, en las funciones religiosas ni en las procesiones. Nos atraían
más los desfiles de carrozas y las carreras de sortijas.
Ya adolescentes sí fuimos
testigos alguna vez de las particulares procesiones de la Virgen del Carmen, en
que se llevaba al extremo su carácter de espectáculo folklórico y se obviaba más el de manifestación
religiosa. En 1965, el grupo de jóvenes portuenses que constituimos la primera
Sección de Estudiantes del IEHC participamos en la cabalgata de las fiestas con
una carroza, con el motivo Colón en La Gomera, que obtuvo, por cierto, el
primer premio. Fue una más en la larga serie de colaboraciones del Instituto
con nuestras fiestas de Julio.
En los años 60 los jóvenes
portuenses que integrábamos ese grupo habíamos empezado a entender que el IEHC
era lo único que teníamos y lo mejor que podíamos tener. La encargada de los
asuntos administrativos del Instituto era la joven Octóvila Hernández que
siempre nos recibió con los brazos abiertos y nos facilitaba el uso de la biblioteca,
que desempeñaba desde su creación funciones de biblioteca pública. Juan Cruz ha
contado muchas veces su descubrimiento de esta biblioteca y ha convertido en literatura
su recuerdo de los primeros libros que se llevó en préstamo. Ha sido la suya con
esta institución una relación sentimental e intelectual que se ha mantenido
viva y cálida desde aquellos años, cuando figura como miembro de la Sección de
Estudiantes.
Muchos de los fundadores
habíamos sido, como él, alumnos del Colegio de Segunda Enseñanza, otra
institución señera del Puerto de la Cruz, fundada por Agustín Espinosa en 1927.
Analola Borges, profesora del centro escolar y secretaria del IEHC, promueve la
asociación y nos ayuda a emprender una variada programación de actos en que destacan
las sesiones de cineclub, las conferencias y los recitales poéticos y una
revista oral, y nos implica en la vida del instituto.
Fue un lujo poder asistir a
conciertos, a sesiones de cine y de teatro, escuchar las palabras de tantos y
tan insignes escritores, intelectuales y hombres de ciencia, y presenciar las
exposiciones de los artistas que ahora son figuras capitales del arte contemporáneo.
Hoy nos toca mantener y renovar el impulso de la cultura y del conocimiento, en
que el Instituto sigue empeñado. Era un lujo y lo sigue siendo.
3. Intervención de Ruth Pérez
Ruiz.
En mi intervención para el
pregón de nuestras fiestas me gustaría compartir mi experiencia en el IEHC.
Conocí qué había tras esas grandes puertas de su sede gracias a mis prácticas
de grado, al finalizar los estudios de Bellas Artes; antes de eso desconocía lo
que albergaban sus paredes.
Durante el periodo de prácticas
realizamos numerosas actividades que nos ponían a mis compañeros y a mí en
situaciones de aprendizaje en torno a la actividad cultural y artística que
desarrolla la institución. Me fascinó la cantidad de obras que guardan los fondos
del museo Westerdahl y sobre todo que cada una de ellas presenta una “historia”
que las memorias de la institución cuentan con minucioso detalle. Al finalizar
las prácticas un pequeño grupo nos quedamos para coger el testigo de la sección
de jóvenes y poco a poco materializar lo que a nuestro entender es arte,
cultura, ciencia, divulgación…
Desde que estudiaba en la
facultad, el comisariado de arte me llamó mucho la atención, por lo que ahora,
siempre que el calendario de las salas lo permite, abordamos alguna exposición
colectiva con algún tema que nos parece interesante. En una ocasión me ofrecí a
ordenar y organizar parte de la colección del IEHC. Inventariando, empecé a
darme cuenta de que, más allá de que aquellas piezas pertenecieran a artistas diversos
que poco tenían que ver unos con otros, de que sus trazos hubieran sido realizados
el siglo pasado o hacia tres meses, de que la técnica fuera la fotografía, la talla
o el óleo, o incluso que el soporte fuera un lienzo, todas aquellas obras
tenían algo en común: aquellos artistas, jóvenes y no tan jóvenes, de aquí de
casa y de allá, de no se sabe dónde, habían acabado exponiendo en nuestra muy
modesta sala para expresarse de la mejor manera que sabían.
Comencé a organizar las piezas
por forma, color, paisajes, desnudos... y le di lectura y contexto a una
pequeña selección. Bajé las escaleras del altillo y le dije a Iris, con una acuarela
entre mis manos: - “¡esto hay que exponerlo!”.
Desde mi punto de vista y mi
experiencia, la cultura de un pueblo es su mayor riqueza, no hace falta tener
un título para conocer quiénes somos. Las fiestas hablan de eso, de celebrar lo
nuestro. Y ¿qué es lo nuestro? Para mí el Puerto de la Cruz, a pesar de lo
pequeño que es, (que al final aquí nos conocemos todos), tiene una pequeña
pizca de la magia de las grandes ciudades; esa magia es la diversidad, la
multiculturalidad que nos brindan el turismo y aquellos que deciden quedarse
con nosotros. En la variedad está la riqueza y creo que eso nos hace especiales.
Y aquí es donde entra en juego esa pregunta de qué es lo nuestro. En mi opinión,
en un mundo globalizado, para mi generación hablar de lo nuestro se torna complejo.
Creo que lo nuestro es partir
una sandía en una mesa en la plaza de Europa una noche de baile de magos. Es
ver cómo los vecinos engalanan las fachadas de sus casas, casi empatando la
noche de San Juan con los primeros días del mes de julio. Pisar el callado del
muelle cuando ya casi no cabe un alfiler, y ver asomar a San Telmo que viene
por el Ayuntamiento.
Lo nuestro es estrenar zapatos
en julio, y correr escaleras arriba y abajo para ver a tus primos. Comerte un
perrito la noche de la sardinada porque ese año no te apetecen sardinas, y ver
las sonrisas de los más pequeños al saltar en las colchonetas de la feria.
Tomarte una cerveza en la calle
Perdomo y encontrarte con tus compañeros del instituto a los que solo ves ya
ese día y en ese sitio. Para más tarde ponernos guapos y ver pasar a la patrona
de los marineros por fuera de casa con sus mejores galas.
Lo nuestro es tener la nevera
llena y un caldero de piñas, papas y costillas, porque esos días la casa se te
llena de gente. Y también saber si habrá marea baja la tarde del martes y aun
así, aunque ese día no estemos en el muelle, embarcarnos.
Esos somos nosotros, nuestra
forma de celebrar, de compartir, nuestra cultura y arraigo. Las fiestas de
julio saben a amistad y a familia.
Por todo ello, mantener
nuestras tradiciones locales se convierte en algo indispensable. Conocer
quiénes somos, saber de dónde venimos, aprender y mejorar para escoger el mejor
camino hacia dónde vamos.
Nuestra generación coge el
relevo, y tenemos el deber de preservar y recuperar la tradición para el
futuro, desde el respeto y una colaboración y gestión participativas.
De ahí la importancia de
apoyarnos en instituciones culturales como el IEHC o en colectivos municipales,
que con tanto esmero hacen esta labor, desde la investigación, la recreación y
la innovación, para que todos podamos seguir disfrutando de nuestro folclore,
nuestro arte, nuestra esencia y tradición. En definitiva, de lo nuestro.
4. Intervención de Noelia Oliva
García.
La Sección de Estudiantes se
creó como una plataforma para jóvenes estudiantes, a la que se incorporan más
tarde jóvenes investigadores y creadores de dentro y fuera de Tenerife,
interesados en ampliar su formación y en dar a conocer sus trabajos, contribuyendo
con ello al progreso social, cultural y artístico del Puerto y de la isla.
Para la publicación de sus
trabajos y para dar a conocer el resultado de sus investigaciones o de su
quehacer artístico, publica, desde 2003, Nexo. Revista Intercultural de Arte y
Humanidades.
Hoy la Sección se enfrenta a
nuevos retos y los afrontamos con ilusión. Creemos firmemente que la cultura es
el cauce que vincula a las personas, la sociedad y el territorio en el que
estas se desenvuelven, y por eso sostenemos nuestro más firme propósito de
mantener vivo en el Puerto de la Cruz, un espacio donde se ponga en valorel
conocimiento y la vinculación con la historia y la identidad cultural, a través
de una propuesta innovadora, activa y participativa. Con esta idea nació hace
ya dos años nuestro proyecto “La Gaveta del IEHC”, con el fin de dar cabida y
difundir la creatividad, la investigación y el trabajo de los jóvenes creadores
canarios en todos los ámbitos. La cultura constituye un medio de expresión, un
medio que conforma y moldea nuestra existencia y desde la sección queremos
contribuir a construir y promover una nueva conciencia sobre el valor y el uso
social de todas las creaciones académicas y culturales. Este municipio siempre
ha sido punto de encuentro y centro de referencia en la creación artística y
cultural. Aquí recalaron creadores de reconocido prestigio, como la artista
Maud Bonneaud de la que este año se cumplen 100 años de su llegada a nuestra
isla, y cuyo legado artístico podemos conocer en nuestro Museo de Arte
Contemporáneo Eduardo Westerdahl. Esa diversidad y pluralismo cultural que ha
caracterizado al Puerto es un producto irrenunciable que debemos proteger y que
reclama igualdad, reconocimiento y dignidad. Nuestras manifestaciones
artísticas nos hablan del sentido de pertenencia y de la vinculación de nuestro
pueblo al territorio donde se desenvuelve, y es por eso que desde nuestra
entidad sentimos también la
responsabilidad social de
facilitar la comunicación entre los objetos atesorados en nuestra colección y
la realidad social en que vivimos. Por eso también valoramos hoy la labor
didáctica y educativa que se lleva a cabo desde el primer museo de arte contemporáneo
de España, el MACEW, donde nuestra compañera Estefanía, desde el departamento
didáctico que coordina, consciente del servicio que debemos y queremos
prestar a esta comunidad y de
nuestra responsabilidad, trabaja a diario para divulgar la riqueza de nuestro
patrimonio artístico, entre niños y mayores.
El Puerto de la Cruz encierra
una enorme riqueza artística, cultural y patrimonial de irreemplazable
singularidad; el reto actual, tanto de la Sección, como del Instituto y por
supuesto de la corporación, es el del respeto, la salvaguarda y la difusión,
para que nuestro municipio pueda seguir siendo en el futuro referencia y
ejemplo en la creación y puesta en valor de la cultura.
5. Cierre a cargo de Eduardo
Zalba González.
Llegó el nacimiento del
Instituto en el invierno de 1953 para decirle adiós a la vieja imagen
carmelitana que hiciera el orotavense Nicolás Perdigón. Su último embarque fue
en ese año, el 53, y seguro que pocas personas sabían aún lo que a Jalo le
rondaba la cabeza. Para celebrar las primeras Fiestas de Julio de la historia
del Instituto se preparó un programa consistente en un homenaje al pintor
portuense Luis de la Cruz y Ríos en el centenario de su fallecimiento, con una
exposición de retratos y miniaturas y una misa de réquiem celebrada en la Peña
de Francia en recuerdo de él, de su padre -el también artista Manuel Antonio de
la Cruz-, y del presbítero Sebastián Padrón Acosta, fallecido dos meses antes.
Además, ese lunes del Gran Poder contó con un suntuoso concierto en el Teatro
Topham para homenajear al pintor ofrecido por la Orquesta de Cámara de Canarias
con obras de Beethoven, Mozart, Falla y Granados, entre otros.
Esta primera acción era ya un
claro aporte de lo que sería la vinculación del IEHC con las fiestas del Poder
de Dios y su madre la Virgen del Carmelo. Madre del Carmen que este Instituto
vio llegar en la imagen nueva que tallara Ángel Acosta en la ciudad de Tortosa,
y que pasara por su sede en la noche tras el regreso del barrio de la Ranilla.
Un nuevo rostro, una nueva
imagen para unas fiestas que hunden su origen a mediados del siglo XVIII, y que
desplazó, lógicamente, a la vieja talla orotavense. En esos años de mediados de
los cincuenta la nueva talla y el nuevo centro académico coparán las páginas
del programa de actos. Y es que el Puerto de la Cruz entendió que el nacimiento
de la Institución debía estar presente en el programa de actos principales de
la localidad, para que toda la ciudadanía conociera la memoria anual de
actividades. Para que contemplaran la magnífica carroza del año anterior en la
cabalgata de las fiestas. O para perpetuar en la memoria la representación en
el Topham de la ópera «Marina» a cargo de la compañía del Teatro Calderón de
Madrid dedicada al Instituto de Estudios Hispánicos. Su presidente, a la sazón
alcalde, así lo entendió. Ya la cultura no podía vivir de espaldas al
Instituto.
Y no sólo vio el Instituto el
nacimiento de la nueva talla carmelitana; también asistió con orgullo a la
disposición del Ministerio de la Gobernación que otorgó por Decreto el título
de ciudad y el de Excelentísimo para su Ayuntamiento. El viejo Puerto de Auratápala
toma cuerpo. Sus fiestas se afianzan. La identificación de sus gentes hacen grande
sus tradiciones y su amor por sus veneradas imágenes. La Señora del Carmen se
va por el mar, en los lanchones de los marinos. El Gran Poder se va por la
tierra, por las callejas de los pescadores, como bien dijo Álvaro Martín Díaz.
Y es que ambas imágenes se impregnaron de sabor marinero. Marinero y ranillero.
De lonja y recoletas calles de pescadores y pescaderas.
Lloró el Instituto la
destrucción de viejas casonas colindantes y vio con agrado el nacimiento de
infraestructuras turísticas en la década de los sesenta. El Puerto estaba experimentando
un cambio, y los sesenta fueron decisivos. Tiempos para contemplar en nuestra
sede frente al estanco Molina una exposición de maquetas de barcos, o la Semana
de Cine Internacional organizada por la Sección de Estudiantes en el Topham.
Tiempos para darle la
bienvenida a la imagen de San Telmo, que se incorpora a los festejos. En
efecto, aunque parezca de toda la vida, el viejo santo dominico celebraba hasta
no hace muchas décadas sus fiestas en el barrio de la Hoya, acompañado por la Santísima
Virgen del Buen Viaje. Pero llegaron nuevos tiempos y una fiesta dio paso a la
otra, imbricándose así el protector de los marineros de tierras palentinas con
la Reina de la Mar.
Y vimos llegar a don Felipe
Machado a la alcaldía, y vimos bendecir la nueva capilla del Muelle en el
Edificio Bahía, y vimos finalizar las obras de reforma de la Peña que el Padre
Saturnino promoviera en 1971. Y fuimos testigos de excepción de un encuentro
que no se ha repetido jamás en la historia, las imágenes del Gran Poder y el Carmen
procesionando juntas desde San Francisco, lugar que había sido su morada provisional.
Y vimos nacer la Coral Reyes Bartlet…
Eran los setenta, y el Cristo
maniatado aún tenía su cabellera lacia y la Madre de los pescadores vestía sin
barroquismos exacerbados. Antonio Castro tomaba el relevo a Machado González de
Chaves y éste se convertía en flamante pregonero. Se incorpora el Parque San
Francisco como escenario de los actos festivos y comenzaron las Jornadas
Culturales del IEHC, un veterano aporte cultural bajo la pauta de un ciclo efímero
que contó en la nómina de ponentes con Telesforo Bravo, Benito Rodríguez Ríos y
el recordado sacerdote don José Díaz Ruiz, Pepe Díaz. En los ochenta el
programa de actos festivos se amplió considerablemente. Partiendo del núcleo de
cultos en honor a las tres imágenes titulares, comenzaron a celebrarse numerosos
actos populares y festivos, manteniéndose las convocatorias clásicas como la cabalgata
anunciadora, el baile de magos que organizara la Asociación de Amas de Casa,
los desfiles de coches antiguos o las carreras de sortijas. El Puerto y sus
gentes bullían en encuentros de marcado carácter festivo, y lejos quedarán
episodios que, por querer olvidar, ni mencionaré en este pregón, -dice el
IEHC-. Vimos a Juanito Cruz de pregonero, escuchamos al Padre Cuenca como
orador sagrado y despedimos con lágrimas a Paco Afonso, quien en su última
salutación como alcalde, se refirió a la vida en estos términos: debemos
acercarnos más los unos a los otros, conocernos y juntos emprender hacia el
futuro la difícil tarea de la vida. Palabras atemporales del gran Paco, a quien
la vida nos arrebató pronto. Cómo nos hubiera gustado tenerte por el IEHC unos
años más, unas décadas más, hasta que hubieras considerado cumplido tu paso por
la vida pública.
Se cierra el viejo Olympia y
llegan los noventa, momento en que José Pérez Martín - Pepe el de Arcón- toma
las riendas del diseño del cartel. Década que estará marcada para nosotros como
el momento de la imbricación entre las grandes Fiestas de Julio y el IEHC,
gracias al ciclo iniciado en 1995 por nuestro expresidente Antonio Galindo Brito.
No sabemos qué aspiraciones tuvieron esos pioneros directivos con estas conferencias
en las Fiestas, pero lo que nadie duda es de que es un ciclo que vino para quedarse
y que en las fiestas pasadas celebramos su vigésimo quinto aniversario. Telesforo
Bravo lo inauguró y a él le siguieron Adolfo Arbelo, Manuel Hernández, José Javier
Hernández, Nicolás González Lemus, Nicolás Barroso, José Manuel Rodríguez, Julio
Afonso, Jesús Bravo Bethencourt, Tina Calero, Ignacio Torrents, Manuel de Paz, Rafael
Fernández, Melecio Hernández, Manuel Rodríguez Mesa, Juan Manuel Bello, León,
Alfonso Soriano, Sebastián Matías y el propio coordinador, Antonio Galindo. Secuela
en la nómina de estos nombres consagrados quien le presta voz a este pregón coral,
Eduardo Zalba, el que en 2003 quiso aportar algo de luz al trabajo del pintor portuense
Luis de la Cruz y Ríos, pues ese año se conmemoraba el 150 aniversario de su
fallecimiento, al tiempo que el Instituto cumplía los cincuenta de su
natalicio.
Llegan momentos difíciles para
la institución y Galindo da un paso atrás, y se suspende el ciclo en 2011. Debe
ser que quien ahora habla sentía -y siente- una predilección especial por la
identidad y cultura local, que la propuesta llevada a la asamblea de recuperar
el ciclo a coste cero no tuvo inconveniente alguno por parte de los presentes.
Se convierte Zalba, -dice el
Instituto-, en su coordinador desde ese entonces, quien contó para esta segunda
etapa del ciclo con la inestimable colaboración y apoyo de Juan Alejandro
Lorenzo Lima, Aitor Mora, José Manuel Rodríguez, Manuel Jesús Hernández, Javier
Lima, Margarita Rodríguez Espinosa, Santiago Manuel Rodríguez, Isidoro Sánchez
y Germán Rodríguez, unos consagrados, otros en proceso y otros estudiantes, como el caso de Aitor Mora
Herrera. Arte, historia, matemáticas, biología, turismo, economía, sociología, religiosidad…
han sido algunas de las materias abordadas en las más de treinta charlas
impartidas en el ciclo. Ciclo al que no le afectó la pandemia el pasado 2020 y
posibilitó que algunos de los mencionados se hicieran presentes en la
emblemática sala Andrómeda en un escenario presidido por Marco González y el
actual coordinador.
Además de estas conferencias,
cada año se organizaba una exposición temática sobre el Puerto de la Cruz, que
ha motivado un aumento considerable de nuestro fondo fotográfico. La idea
partió igualmente del ya citado Galindo Brito, y así tuvimos ocasión de
contemplar la Peña de Francia en tres siglos de historia, la Plaza del Charco, el
Muelle, el Penitente, San Telmo, el Hotel Taoro, Playa Martiánez, del Bajío al complejo
Costa Martiánez, el Barrio de la Ranilla, y la calle de San Juan. Y más reciente
en el tiempo en esta segunda etapa de colaboración del IEHC con las Fiestas de
Julio destacan las muestras Gustav Gulde radiografía del paisaje; Agustín
Portillo: la búsqueda de la modernidad para el Puerto de la Cruz; El Puerto de
la Cruz en la colección del IEHC; Pelayo López y Martín-Romero: hombre y
arquitecto, y como no, la de 2017, Gran Poder de Dios: historia y devoción de
un pueblo, donde analizamos en profundidad el fenómeno devocional de la imagen
por antonomasia de las fiestas estivales de la localidad al tiempo que
sugerimos algunas líneas de estudio que precisen mejor los orígenes de la
talla. En 2018 le dimos cabida al gran Agustín de Betancourt en el año del 250
aniversario de su natalicio. Y en 2019 le tocó el turno a la Virgen del Carmen,
para celebrar así el centenario de la constitución de su cofradía, material que
nos ha servido de base para la que inauguraremos el próximo lunes con motivo de
otro centenario, esto es, el del primer embarque de la Virgen en el mar.
A todo este aporte de cultura
local hemos de sumarle el que desde el IEHC hacemos por las Fiestas Patronales
de la Santa Cruz en el mes de mayo, revalidando así nuestro compromiso con la
historia local y demostrando a propios y foráneos la importancia que el Puerto
de la Cruz ha tenido y tiene para la cultura del Archipiélago. Por eso no es
raro que anide en el corazón del portuense que tiene que estar fuera durante
sus Fiestas de Julio unos sentimientos nostálgicos como los que narraba el
arquitecto suizo Alberto Sartoris y que ahora transcribimos:
En el momento de dejar
Tenerife, mi mirada se detiene aún en un paraje que me agrada entrañablemente:
el Puerto de la Cruz. He contemplado esa población por varias veces y he vuelto
a su atmósfera tranquila y acogedora. Este es el motivo por el cual sustento el
deseo insistente de volver a ella muy pronto, pues tengo la certeza de que este
lugar admirable y único me proporcionará siempre algo nuevo y afectivo.
No se equivocaba el ya
fallecido arquitecto. En efecto el Puerto de la Cruz es como un imán para quien
la descubre y un orgullo para quien la vive. Una ciudad que bien sabe lo que
significan sus señas de identidad y cómo cuidarlas para legarlas en el tiempo a
través de las generaciones. Y así es entendible que las Fiestas de Julio sean
el tributo de devoción de un pueblo por sus imágenes titulares, pues como se
lamentó otrora en tono poético Andrés Carballo Real:
Te queremos, Señor, así
sentado,
no sea que te marches y nos
dejes,
no sea que te vayas y nos
dejes…
O aquella plegaria que escribió
José Perera para estrenar en la misa que cantaba con aires festivos la
desaparecida Parranda Portuense:
Cuando llegues Madre del
Carmelo
hasta el muelle por Santo
Domingo,
más cerquita veremos el cielo
donde iremos un día contigo.
Un joven Salvador García Llanos
se estrenaba en los menesteres de escritura en el programa de actos de 1973, y
ya decía aquello de que cuando el ritmo y las cosas hayan cambiado a un ritmo
impresionable, será el momento de meditar y de pensar en el gran alcance de las
fiestas populares. Y en efecto, en este año de centenario que a este Instituto
le ha tocado pregonar, puede ser buen momento para analizar ese avance. Y
lo hacemos desde nuestra sede,
con la tranquilidad que nos aportan los viejos muros de piedra que un día
sirvieron como morada edificatoria de las monjas dominicas de las Nieves. Y
sacamos en claro y nos enorgullece saber que buena parte de la cultura de las
Fiestas de Julio está íntimamente unida a nosotros. Y seguiremos aportando
cultura porque para eso nacimos. Para sumar en el plano local, nacional e
internacional.
Aquel polvoriento programa de
fiestas de 1953 del año en que nacimos incluyó dos páginas dedicadas a esta
institución que hoy se convierte en pregonera, del que destaco este fragmento
que leo: el nuevo centro tinerfeño obtendrá el debido esplendor en las
funciones que su texto fundacional reclama y que, para bien de la
espiritualidad de las islas, asume un puesto relevante en la órbita de la
cultura que a Tenerife compete Pues nos sentimos satisfechos, a puertas de
cumplir nuestro septuagésimo aniversario, de seguir ejerciendo un puesto
relevante en el panorama del patrimonio cultural.
Y dejaré de ponerle voz a este
pregón coral en los últimos segundos de su intervención para prestársela por
unos segundos a él (Instituto) o a ella (Institución) para que grite con alta
voz: ¡Viva el Gran Poder de Dios! ¡Viva la Virgen del Carmen! ¡Viva San Telmo!
¡Vivan las Grandes Fiestas de Julio! y ¡Viva el Puerto de la Cruz!
Buenas noches.__...”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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