En el ex
convento San Nicolás de las monjas dominicas y catalinas de la Villa de
La Orotava, tirado por las manos del hombre y la ignorancia de los gobernantes
de turno, hoy se levantan tres edificios El Correo Telégrafo, La policía Local,
Juzgado y Ambulatorio de la seguridad social, en la entrada, a la izquierda, en
un pequeño cuartito, vivía solitario don Manuel González Hernández, nacido en
el año 1871, en el Puerto de la Cruz, conocido por don Dieguito, personaje
popular villero.
El singular don Dieguito saludaba y entonaba desatinadamente: los
abedules tara y tara eran azules. El que
respondiera a su saludo llamándolo mariposo, flemático, geniudo, encolerizado,
les propinaba una andanada de violentos insultos, improperios y chirigotadas,
arrojando simultáneamente su bastón. Por desgracia, un bastonazo lo recibió con
toda su energía mi hermana Fina, por fuera de la casa de Don Cesar Hernández
Martínez, a la salida de la Acción Católica antigua casa del marqués de Celada,
por descuido de unos impertinentes jóvenes.
Don Dieguito, para el escritor y jurista Señor Sánchez Parodi, no era
lindo, sino al contrario, feo, con un cuerpecillo desmedrado y un traje
modesto, cubierta siempre la cabeza por una negra boina, encasquetada hasta
casi a las orejas, como esos paletos que tanto imita el humorista Gila. Y
encima era bizco, que si hoy apenas existen, o pasan desapercibidos, en aquella
época tenían una gran repercusión social. Los villeros le llamaban don
Dieguito. El don como signo de respecto, y el Dieguito, como muestra de
cariño y hasta de aprecio por aquella figurilla, que caminaba con inusitada
rapidez por las calles de la villa.
El portuense Melecio Hernández Pérez, puesto que don Dieguito solía bajar
con frecuencia andando a la ciudad turística, lo recuerda como hombre pequeño,
ligeramente encorvado, terno acicalado, flor en solapa y lento al caminar,
rostro plácido y mirada sin brillo, pálido y endeble. Según testimonios de
orotavenses, por las noches solía ir al cementerio villero, y en una de las
tumbas que se encuentran frente a la capilla, solía dialogar con su madre
¿...?, A parecer descansando en uno de esos históricos mausoleos. Quizá esto
sea una pintoresca imaginación, o una realidad sublimen, pues él dialogo era en
la oscuridad, solo le iluminaban la Luna y las estrellas, de las espléndidas
noches.
Don Dieguito murió en el año 1963 con 92 años en el Asilo, su entierro fue
una gran manifestación popular.
Acontecer y gratitud errabunda tipo sainete de estos personajes, que
merecen un reconocimiento en la historia de la humanidad.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU.
PROFESOR MERCANTIL
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