El amigo del Puerto de
la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS remitió entonces (08/08/2017) estas notas que
tituló; “OLIVA, UN EJEMPLO, UN GRANDE DE VERDAD”: “…Han homenajeado en
vísperas del 47 Trofeo Teide de fútbol (que ahora, por aquello del patrocinio,
se llamará TeideMarkomilk: un
poco raro suena) a Antonio Oliva Ávila (Los Realejos, 1936), junto al
colaborador Jonay Martín.
Es un acto de estricta justicia: si alguien del norte
vinculado al fútbol merece un reconocimiento, ese es Oliva, a quien conocimos
hace muchísimos años, siendo niños, cuando nos acercábamos, libreta en mano, a
pedir la alineación del realejero infantil San Agustín, uno de los equipos que
entrenó. Aquella atención, aquella comprensión con el chiquillo que quería ser
cronista, era la mejor expresión de su bonhomía, acreditada sobradamente en
toda su trayectoria posterior.
Ya no quedan futboleros así, es decir, personas que
viven desde dentro su pasión por el fútbol pero también por la vida, enseñando,
entrenando, escuchando y ayudando a los demás; orientando y guiando a quienes
anden en proceso de formación; aconsejando sobre cómo conducirse en la cancha y
fuera de ella; aguantando desplantes y ordinarieces o comportamientos antideportivos.
Oliva ha sido uno de esos románticos que exprimió el
fútbol sin que se notara, sin ánimo de lucro, sin otra aspiración que la de
hacerlo mejor, más llevadero y más didáctico, especialmente en las categorías
de base.
Ese homenaje, por tanto, es más que merecido. Iba para
árbitro pero su talante difícilmente podía soportar los improperios, así que
prefirió los espacios acotados para entrenar, las casetas limitadas, los
banquillos (donde había) y las botellas de agua como primer auxilio. Siempre
educado, siempre mesurado. Tanto, que a veces ni se escuchaba su voz alentando
o dando indicaciones. La figura de Antonio Oliva recorrió los campos
tinerfeños: generaciones de jugadores le deben las primeras enseñanzas, las
primeras tácticas, los primeros desempeños en cualquier demarcación.
Otro realejero inolvidable, Santiago Palmero, que hizo
de informador y de dirigente, dejó constancia de sus primeros afanes en el
campo del barranco (actual colegio Agustín Espinosa): “Allí veló sus primeras
armas como entrenador de fútbol, en las peores condiciones que cabe imaginarse.
A veces era el balón roto. Otras, la incomodidad del medio. Sin embargo, aquel
pedregoso y pobre terreno fue rico vivero durante años de buenos jugadores y
mejores deportistas”.
Oliva se fue haciendo a sí mismo. Buscaba huecos en la
carpintería donde trabajaba para esmerarse en su formación como preparador de
fútbol y logró titularse como tal. Siempre humilde, atento, correcto... De esas
cualidades saben mucho no solo en su Realejos del alma sino también en La
Orotava y en La Vera. En Icod y en San Juan de la Rambla, lugares donde también
entrenó. En el sector Longuera-Toscal fue un baluarte decisivo para que
fructificara aquel serio proyecto de escuela de fútbol que aún aporta frutos.
Saludaba a todos y todos le saludaban porque veían en él no solo al caballero
del deporte sino a la persona cabal que nunca se enfadaba y que siempre obtenía
una enseñanza de cada situación.
Este reconocimiento de la organización de una de las
competiciones veraniegas más llamativas de España es más que merecido. Si
alguien se hizo acreedor de ese tributo, por todas sus cualidades y la modestia
con que ha atesorado uno de los más completos saberes del fútbol norteño, ese
es Antonio Oliva, el entrenador que difícilmente decía 'no' o reprochaba a los
árbitros alguna decisión o le decía a los juveniles que más importante que el
balón era terminar los estudios.
Oliva, un ejemplo, un grande de verdad…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ
ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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