viernes, 30 de julio de 2021

DON EUSTAQUIO REGALADO CAIRÓS (1894 - 1956). “EL COJO REGALADO” (I)

Fotografía que me remitió entonces (11/11/2011) el amigo de la Villa de La Orotava; Vicente Camejo.

Correspondiente a los hermanos populares de la Villa de la Orotava Agapito y Eustaquio Regalado Cairós, en la terraza de la primitiva “ACADEMIA” (El entonces Merendero – Taberna del viejo Camino de Los Cuartos, posterior ya en la nueva Avenida; famoso Bar – Restaurante – Hostal) de La Villa de la Orotava saboreando los garrafones del buen Vino extraídos de los Cascos de antaño. El de la derecha es “EL COJO REGALADO”.

 

Don Eustaquio Regalado Cairós (1894 - 1956), personaje popular de la Orotava conocido por “EL COJO REGALADO”.  Aún falta colocar un busto o cualquier monolito de piedra o bronce. Las autoridades municipales deben obsequiar al ilustre personaje popular que dio vida a la caricatura lírica COSAS DEL PUEBLO.  Escena costumbrista, cuyo libreto es original del letrado villero don Felipe Casanova y Machado, y la música del vallisoletano – orotavense don Tomás Calamita y Manteca.

En todos los pueblos habitan individuos que por su peculiar manera de ser llegan a alcanzar el rango de la popularidad. Son personas que parece han venido  al mundo  con la exclusiva finalidad de desvanecer indulgentes nuestras preocupaciones a la manera que el sol borra la negrura de las tinieblas.

Son  generalmente gentes de humilde origen, deformes en su constitución física y con alguna anormalidad de tipo psicológico, cosas ambas que les conquistan una especie de original aristocracia.

Muchos de ellos han pasado a la novela, al teatro y a la pintura, cobrando tal importancia, que no sabemos si ellos dan lustre al artista o el artista es quien lo eleva sobre la vulgaridad de las cosas. De estos hombres populares, La Villa tenía uno que era el prototipo de la gracia y una caricatura de la figura humana.

Contrahecho y rechoncho, con su característico andar renqueante, deambulador y noctámbulo empedernido, rompe la monotonía de los días en calma con su voz de tenor, desgarronando un trozo de zarzuela o entonando maravillosamente una canción canaria. Empapado de lluvia o de sol a la luz de las estrellas o bajo el manto de la noche, su porte y sus ademanes son como un símbolo de la simpatía.

Él es capaz de dibujar una sonrisa en las gentes agobiadas por las preocupaciones y de esparcir la alegría, cual el labrador que siembra el trigo en la tierra pródiga, en las reuniones donde el buen humor agoniza estrangulado por el cúmulo de problemas del diario batallar.

Es un ser que creemos arrancado de un cuadro de tipos irreales obra de una imaginación exuberante. Amó a Baco como un hijo a su padre, y sin embargo, sus modales y sus frases plenas de gracia, tuvieron el sello inconfundible de una elegancia original de personaje digno de ser trasplantado a la escena teatral. También dispuso de una compañera fiel que fue la guitarra. En las grandes fiestas orotavenses, él y ella se complementaban para formar en cualquier rincón un cuadro de belleza sugestiva regocijante. Recorría las pinas calles, entraba y salía de los cafés y de las tascas lo mismo que los juglares de antaño - “datnos del vino si non tenedes dinero” -, canta y conversa, y sus frases tienen destellos graciosos que animan al ambiente.

Jamás  armó camorra o disputa alguna, ni hubieron hombre capaz de alzar airado su mano contra él, y si, de entregarlo su copa y su óbolo como si fuera una deuda contraída con este ser cuya única misión fue hacer reír a sus semejantes. Y como el buen humor es tan necesario en este siglo atacado de neurastenia, el parloteo y la gracia picaresca de esta figura popular, fueron cualidades que se cotizaron de buen grado. Llamase como se quiera, fue un ser originalísimo.

Tuvo mucho de vicios y poco de virtudes y aunque parezca paradójico no podemos catalogarlo como degenerado. Él fue capaz de saborear la delicadeza de un trozo literario, de una partitura musical, y de regodearse con fruición báquica paladeando una copa de manzanilla o un vaso de mal vino. Pero no por todo esto resultó detestable cual un borracho maloliente o un individuo antiético y gorrón.

 

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU

PROFESOR MERCANTIL

 

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