Fotografía
colección particular tomada de mi cámara.
El amigo del Puerto de la
Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS. Remitió entonces (11/08/2021) estas notas
que tituló; “LA AUDACIA Y LA OSADÍA DEL BUBY”: “…Tenía Paco ese don exclusivo de unas pocas personas que
consiste en saber animar una fiesta, cualquier reunión improvisada de amigos,
vasos de vino o güisquis de por medio, en la que él a la guitarra o con
maracas, era capaz, con voz melodiosa y rítmica, de hacer cantar a los demás. Y
bailar, en más de una ocasión.
Era,
a su modo, un farandulero de postín. Dicharachero de verbo desenfadado y
coloquial, con un acento inconfundible, mitad canario mitad venezolano. Un
mestizaje pues que le granjeó el aprecio de no pocas personas, muchas de las
cuales se sumaban espontáneamente a su modo de ser, una personalidad
controvertida, apta para evocar pero también para sumarse a nuevos caminos y a
nuevos emprendimientos.
Dejó
de existir ayer tarde Francisco Torres García, Paco el Flaco o Paco el
Buby, como muchos le reconocíamos. Se convirtió en un personaje
popular, allá por los años setenta, cuando llegó a cantar en algún cabaret de
Madrid “con dos orquestas a mis órdenes”, como acostumbraba a decir. Los
jóvenes portuenses, en aquellas interminables noches de la plaza del Charco,
con Gilberto Hernández Linares, como director convocante de unas largas y
audaces conversaciones “para poner las fundas a las palmeras”, le estimulaban
con una frase que se hizo célebre:
-¡P’al
Micheleta, Buby!
Pero
fue popular también por su afición a las carreras automovilísticas –condujo
durante un tiempo un Austin Cooper Mini 1000, que pintó de forma muy peculiar y
que sobresalía cada vez que estacionaba en algún lugar concurrido- y porque acreditó
su pericia al volante durante los años que prestó servicios en Tenerifebus, la empresa de
transportes de Eliseo Pérez. En esas discusiones nocturnas, hacía gala de sus
conocimientos de mecánica y de su destreza al volante.
De
Paco, en efecto, se contaban hazañas inverosímiles cuando cruzaba las
carreteras gomeras en excursiones turísticas con las guaguas que desbordaban
los arcenes. Con ciertas dosis de atrevimiento, llegaba a enervar a los guías
turísticos.
Acompañó
al patrón, como coloquialmente llamaba a Pérez, en unos viajes a Venezuela para
adquirir nuevas unidades destinadas a la flota de autobuses. Fruto de uno de
esos viajes fue la denominación que atribuyeron a un rincón del restaurante de
su hermano en Santa Úrsula, Donde
Mario. A partir de entonces, se llamó la M-100.
Vocinglero,
frescales y sandunguero, le gustaba vestir bien, elegantemente, sobre todo
cuando sabía que iba a actuar. Pero cuando se trataba de algo espontáneo, solo
era necesario guitarra o maracas, para unas folías o “el último compás de Alma
Llanera”. La voz del Buby hacía
lo demás.
Amante
de la música sudamericana y del folklore canario, igual se arrancaba con un
bolero que con un aire típico. Lo importante era arrancar y dar rienda suelta
al desenfado y la diversión. A Paco el
Flaco habría que agradecerle muchas horas de música y parranda.
En
bodegas y algunos escenarios dejó su sello. Para siempre…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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